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Cátedra Divina – 16 de Junio 1999

Este artículo pertenece al tema de Comunicaciones Divinas de espíritu a Espíritu. Parte 1 de 11

La comunicación de espíritu a espíritu es la forma natural, sencilla y lógica que desde la eternidad ha existido para que el Padre y Sus hijos hablen.

Antes que los mundos fueran, antes de la creación del universo material vosotros hablabais conmigo y Yo hablaba con vosotros directamente. ¿Cómo podría haber sido esto sino a través de la comunicación de vuestro espíritu con el mío?

Y por ello os digo que en este tiempo, la llegada de la etapa en que habríais de comunicaros conmigo nuevamente por medio de vuestro espíritu habréis de verla no sólo como un progreso sino también como un retorno, el retorno de la forma verdadera de comunicación con la Divinidad que por tantos milenios habíais olvidado y que existe en vosotros desde vuestra formación espiritual.

En el principio del hombre en este planeta la comunicación de espíritu a espíritu era la manera en que el Adán y la Eva de la parábola, símbolo de las primeras generaciones humanas, recibían mis consejos paternales, mis mandatos divinos y todo cuanto les era necesario para conservarse en la gracia primigenia de la que doté al espíritu encarnado para su tránsito en la vida material.

Mas cuando vino la primera desobediencia ya en materia, aquella que tenéis descrita en la parábola de la pérdida del paraíso, junto con ella llegó algo más: la vergüenza.

Comprended que no fui Yo quien puso ese sentimiento en vosotros, porque debéis saber que en el varón y la varona existen sentimientos altos, puros y bellos que son con los que Yo os he dotado desde un principio, pero también, junto a ellos, existe otra clase de sentimientos no creados por Mí sino por vuestro libre albedrío y estos son bajos, engañosos, en muchos casos materiales y por lo tanto pasajeros.

Unos, los primeros, que emanan de vuestro espíritu, os acercan a Mí; los otros, que emanan de vuestra mente humana, del mal uso del libre albedrío que da pie a la materialidad y la confusión, por el contrario, os separan de Mí.

Y la vergüenza pertenece a estos últimos; cuando ante la primera falta vuestros primeros padres sintieron que la vergüenza nacía en ellos, se escondieron de Mí y en ello veis cuánta inocencia había todavía en ellos, pero también, cuánta ignorancia llevaban en sí.

Creyeron, como mucho de vosotros ahora, que podían esconder de la mirada del Padre sus faltas y sus imperfecciones.

Confundieron, como muchos de vosotros, el arrepentimiento con el remordimiento y el pudor con la vergüenza, y así, llegaron hasta vosotros estas confusiones, mismas que en este tiempo de luz vengo a apartar de vosotros con la sabiduría que vierte mi palabra sobre vuestro espíritu.

A partir de ese momento, tuve que manifestarme ante ellos a través de los elementos de la Naturaleza material, y por ellos sabían que algún acto suyo contravenía los designios divinos cuando veían la furia de los elementos naturales desencadenarse, así como comprendían que cuando éstos eran amistosos y benéficos, significaba que estaban en obediencia de mi Ley divina.

De tiempo en tiempo, envié a espíritus de alta luz para venir a habitar entre vosotros, espíritus que os mostraban que había una forma más elevada de comunicarse con Dios, esa comunicación de espíritu a espíritu que las transgresiones a la Ley así como la vergüenza en los hombres había convertido en algo difícil y hasta imposible de ser llevada a la práctica por esas generaciones.

¿Cómo pensáis que se comunicaban Conmigo Elías, Eliseo, David y el mismo Moisés? ¿Creéis que los grandes profetas de Israel recibían mi voz humanizada o era su intuición despierta la que atendiendo a la conciencia permitía la comunicación espiritual profunda e intima con Su Padre y Señor, a través de la cual me derramaba en profecía, en inspiración, en profundas lecciones, en advertencias amorosas? Repasad las escrituras de los tiempos pasados y hallaréis múltiples testimonios de que la comunicación de espíritu a Espíritu ha sido constante en la jornada del hombre sobre la Tierra.

Y llegó Jesús; nunca antes se os había dado un ejemplo más maravilloso de cuanto la comunicación verdadera con el Padre puede lograr en un ser humano; porque Jesús, siendo divino por el espíritu que le animaba, era completamente humano, pero Su humanidad era armoniosa, perfecta.

Sin contradecir las leyes naturales, el dulce Rabí de Galilea vivió de acuerdo con todas y cada una de las leyes espirituales.

Y ¿cómo pensáis que Jesús se comunicaba con Su Padre? ¿Creéis que practicaba la oración hueca y vana con la que los hombres de todas las épocas han creído agradarme?.

Aprended a analizar la oración modelo que Él os dejara como ejemplo, aquella que conocéis como Padrenuestro, y ved que en Sus siete partes se encierran los principios de la verdadera comunicación de espíritu a Espíritu.

Ved cómo desde la primera frase se os entregó la guía para que paso a paso fueseis entrando en la verdadera comunión con vuestro Señor hasta llegar a la última parte, donde os enseñó que la aceptación de la voluntad perfecta, sabia y amorosa del Padre es el sentido, el propósito verdadero de la comunicación de espíritu a espíritu porque es aquella que os acerca al bien y os libra del mal.

Me preguntáis: ¿Padre, entonces la oración es la comunicación de espíritu a Espíritu? y el Padre os responde: Si, mis hijos, la oración verdadera es la comunicación de espíritu a Espíritu llevada a su máxima elevación, porque en ese momento, nada se interpone entre vuestro espíritu y el Mío.

Lejos quedan las pasiones e influencias de la materia, lejos quedan el pecado y la vergüenza ante la Divinidad, vergüenza que nunca deberíais haber puesto como barrera entre vuestro espíritu y el Mío; lejos también quedan la vanidad y la soberbia, el egoísmo y el materialismo.

En ese instante de verdadera elevación espiritual, vuestro espíritu se funde momentáneamente con el Mío y entráis brevemente dentro de la eternidad, os asomáis a la suma perfección del Padre, y es cuando mi Arcano se abre para vosotros y tomáis todo cuanto corresponde a vuestra evolución y a vuestras necesidades verdaderas, os revestís de fuerza, de entereza moral y de gracia y conocéis la verdadera paz.

Cuando esa comunicación entre vuestro espíritu y el Mío llega a su máxima expresión, no encontráis en el Padre reclamo alguno, no experimentáis en vuestro ser vergüenza ni temor, no hay nada que se interponga entre vos y Yo.

Es el momento del éxtasis verdadero, de vuestra apoteosis esencial, del abrazo entre el Padre y el hijo.
Y ¿qué os pide el Padre para que logréis llegar a tener de nuevo esa facultad en vosotros? Os pido limpidez, os pido entrega, os pido fe.

No os pido perfección porque lejos os encontráis aún de ella y os vuelvo a decir: No es la perfección la que os lleva a la comunicación de espíritu a Espíritu, sino que por el contrario, es a través de la comunicación entre el Padre y el Hijo como os asomaréis al cielo de la perfección, y el anhelo vuestro por permanecer en ese estado os servirá de estímulo y de aliciente una vez regresado el espíritu a la lucha material de todos los días.

Cada día encierra una prueba y una lección para vosotros si sabéis comprenderlo, pero os digo que también encierra una oportunidad para platicar con vuestro Señor.

Y en esa plática encontraréis todo cuanto precisáis para hacer vuestra vida más elevada, más armoniosa y os prometo que llegaréis a ser dichosos en esta vida, no con esa falsa dicha que muchas veces queréis encontrar en las satisfacciones de vuestra materialidad, sino la verdadera felicidad que solo se encuentra a lado de vuestro Creador.

La limpidez que os pido os requiere despojaros de muchas cosas que consideráis como sagradas o queridas en esta Tierra, y la primera de ellas es vuestra personalidad.

Comprended que si persistís en continuar rindiendo culto a vosotros mismos a través del cultivo de vuestra personalidad tanto moral como física, os será imposible esa fusión con el Espíritu del Padre.

El mundo os empuja a engrandecer vuestra personalidad y ved los resultados en todo cuanto os rodea: guerras, pestes, enfermedades, injusticia, miseria moral y humana.

¡Ah! En verdad si los hombres de este tiempo elevaran su espíritu y pensamiento aunque sea por unos instantes para entrar en comunicación con mi Espíritu, veríais la paz inundando al Planeta y os digo: os bastaría un solo día para terminar con las guerras, con las separaciones artificiales entre unos y otros, para desterrar la pobreza, la injusticia y la maldad.

Sé que esto hoy os parece imposible, que os suena como una fantasía, pero todos aquellos que se han elevado en espíritu han visto los albores de la llegada de ese día; nada podrá detener el arribo de esa alba esplendorosa que tengo reservada para todos mis hijos, vuestra llegada a esa meta es inexorable, nada ni nadie podrá impedirlo.

¿Queréis vosotros también conocer algo de eso que os espera a todos? Limpiad, en las aguas del arrepentimiento, vuestra mente y corazón de todo bajo impulso, de todo sentimiento de inútil vergüenza, de toda baja pasión o idea material y egoísta, despojaos aunque sea por un instante de vuestros prejuicios, de vuestra personalidad y de todas esas cosas materiales que os son tan queridas y en verdad, podréis entrar suave y sencillamente en el Reino donde el Padre os espera para platicar íntimamente con vosotros, sin intermediarios, sin barreras, sin limitaciones.

Sed tengo de vosotros, mis hijos, sed de derramarme en vosotros y de que vosotros os derraméis en Mí, hambre tengo de vuestra presencia en mi Reino.

Me rodean innumerables legiones de alta luz que me rinden culto y pleitesía eternamente, pero jamás la felicidad del Padre será completa sin la presencia vuestra, sin la presencia de todos y cada uno de Sus hijos.

Venid a mí, no retraséis más el momento del encuentro entre el Padre y el hijo.

¡Mi paz sea con vosotros!