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Enseñanza del Apocalipsis

NOTA INICIAL: La siguiente Enseñanza explicando el Apocalipsis fue entregada por el Padre antes de 1950 e incluye los párrafos iniciales de la primera Cátedra encontrada en el Tomo I del Libro de la Vida Verdadera.

Desde el principio de los tiempos, Yo, como Padre, inspiré al hombre la práctica del bien. Mas los hombres se apartaban de los mandatos divinos cayendo en idolatría y en actos abominables ante Mí. Vencían los fuertes, caían los débiles y el varón tomaba a la mujer como esclava. Fue necesario entregar a Moisés en el Monte Sinaí los mandamientos de la Ley divina. En esa Ley estaban las normas y preceptos que deberían regir al pueblo de Israel. A esos mandamientos divinos Moisés añadió las ordenanzas y reglas que juzgó necesarias para apartar a Israel de los malos hábitos y pecados adquiridos en el tiempo de su esclavitud en Egipto, y en esas ordenanzas se les decía: El que diere muerte, lleve sobre sí la misma sentencia. El que hurtare, restituya a su hermano. El que hiciere mal, ojo por ojo y diente por diente pagará.

Moisés sabía que los malvados y disolutos de ese Primer Tiempo no hubieran entendido de otra manera la importancia de la obediencia a los mandatos y preceptos divinos.

Llegó el Segundo Tiempo y vine como Cristo en Jesús a morar con vosotros y en mi palabra os dije: «Aquel a quien hirieren en la mejilla derecha, muestre la izquierda. Perdonad a vuestros enemigos y amaos los unos a los otros».

Y en el Tercer Tiempo, en el que os encontráis, he venido a deciros: Si el asesino de vuestro padre perseguido por la justicia humana, llamare a vuestra puerta implorando ayuda, ¿qué haríais? Protegerle. Si así lo hiciereis, demostraréis haber alcanzado la evolución espiritual, que os permite cumplir con la Ley Divina de vuestro Padre Celestial que os manda: Amaos los unos a los otros; resucitad a los espíritus que han muerto a la vida de la gracia, porque todo espíritu será salvo.

Hoy vengo a hablar a vuestro espíritu y a revelaros el contenido de los Siete Sellos, el Libro de vuestra historia, de la Profecía, de la Revelación y la Justicia.

Soy Yo quien ha venido a deciros que hoy vivís en el tiempo perteneciente al Sexto Sello.

El año 1866 marca el principio de este tiempo de luz. Yo envié a Elías para que descorriese el velo del misterio e iniciase el tiempo de mi comunicación como Espíritu Santo entre la Humanidad.

Elías iluminó a un varón destinado por Mí para que fuese el precursor. Aquel escogido, llamado Roque Rojas, fue quien escuchó de Espíritu a espíritu la voz del Profeta que le ordenaba en mi nombre llamar y reunir a sus hermanos, porque una revelación divina estaba a punto de iluminar los destinos de la Humanidad. Roque Rojas, manso y humilde como un cordero, obedeció la voz espiritual, respondiendo: «Hágase en mí la voluntad de mi Señor».

Roque Rojas reunió a un grupo de hombres y mujeres de fe y buena voluntad, y allí, en el seno de sus primeras reuniones, Elías se manifestó a través del entendimiento del Enviado, diciendo: -Yo soy Elías el Profeta, el de la transfiguración en el Monte Tabor-, y dio las primeras instrucciones a los primeros discípulos, al mismo tiempo que les anunciaba la Era de la Espiritualidad y les profetizaba que pronto llegaría el Rayo del Divino Maestro a comunicarse con Su pueblo.

Un día en que el humilde recinto de Roque Rojas se encontraba pletórico de adeptos que confiaban en la palabra de aquel varón, descendió Elías a iluminar la mente de su portavoz, e inspirado por Mí, ungió a siete de aquellos creyentes a quienes les dio la representación o el simbolismo de los Siete Sellos.

Más tarde, cuando llegó el instante prometido de mi comunicación, encontré que de aquellos siete escogidos, sólo uno velaba en espera de la llegada del Casto Esposo y ese corazón era el de Damiana Oviedo, la doncella cuyo entendimiento fue el primero en recibir la luz del Rayo divino como premio a su perseverancia y a su preparación.

Damiana Oviedo representaba el Sexto Sello. Fue una prueba más de que la luz del Sexto Sello es la que ilumina esta Era.

En el Segundo Tiempo encontré regazo de mujer, regazo materno, y en este tiempo también descansé en el corazón limpio y puro de Damiana Oviedo. Su regazo de doncella fue maternal para el pueblo de Israel, y por su conducto preparé a los guías, a los portavoces y a los labriegos. La dejé llegar a los umbrales de la ancianidad y le dije: «Vos, que os habéis levantado como fuente de amor y habéis dejado encendida en los corazones una antorcha de fe, descansad». Ella me pidió venir en espíritu a trabajar porque fue celosa de mi Ley, y no quiso que ésta fuese mancillada, y Yo se lo concedí.

Lo que en los tiempos pasados conocisteis solamente a través de símbolos, hoy lo conoceréis profundamente con la claridad del dia.
Yo os hablé como Maestro en sentido figurado; tomé para mis parábolas las cosas familiares, las cosas que diariamente vuestros ojos contemplan, pues como todas las cosas llevan en sí esencia y significan cosas espirituales, me era fácil tomarlas para hablaros de lo eterno.

Tomando las cosas pasajeras os hablaba de lo que nunca muere; tomando como ejemplo lo material os hablaba de las cosas del espíritu.

Si en un principio no fui bien comprendido, si solamente algunos de los que muy cerca de Mí se encontraban podían interpretar mis palabras y mis enseñanzas, después la Humanidad, cuando despertó para mi enseñanza, cuando abrazó mi Doctrina, llena de fe supo leer, supo comprender y sentir las enseñanzas de Cristo a través de Jesús.

Pero algunas cosas se encontraban veladas por un misterio, siendo que Yo no soy un secreto para nadie; el secreto y el misterio son hijos de vuestra ignorancia. Ni los mismos teólogos, ni los grandes filósofos acertaban a penetrar hasta la profunda verdad de aquellas cosas, mas los tiempos pasaron, y es llegado para vosotros el tiempo del esclarecimiento, el tiempo en que los velos se descorren y los misterios se aclaran, en que el sentido figurado se torna en real y comprensible.

De cierto os digo que muchas cosas que dije a través de mis profetas y de mis apóstoles, ni ellos mismos conocieron su sentido, porque no era su boca la que hablaba sino el Verbo divino.

Los profetas vieron tronos semejantes a los de los reyes de la Tierra, libros, seres con forma humana; palacios con cortinajes, candelabros, el cordero y muchas figuras más. Pero ahora debéis comprender que todo ello sólo encerraba un significado, un símbolo, un sentido figurado de lo divino, una revelación que tuvo que ser expresada a vosotros bajo una forma alegórica, ya que no os encontrabais capacitados para comprender otra más elevada.

Todo cuanto os enseño en este tiempo y cuanto acontece en el mundo, es la explicación y el cumplimiento de la revelación que por conducto de mi apóstol Juan hice a la Humanidad, cuando habitando mi discípulo en la Isla de Patmos le llevé en espíritu a las alturas, al plano divino, a lo insondable, para mostrarle por medio de símbolos el principio y el final, el Alfa y la Omega, y vio los acontecimientos que fueron, los que eran y los que habrían de ser.

Para que Juan pudiese revelar la existencia de tales cosas a los hombres, fue menester que el Padre hiciese el llamado al espíritu del profeta hacia el Más Allá para manifestar delante de aquellos ojos atónitos, absortos, el contenido del libro misterioso, del Gran Libro de la Vida.

Fue necesario también que el Padre limitase las profundas cosas espirituales, las grandes cosas de la Divinidad en figura simbólicas, en figuras alegóricas de gran contenido, de profunda significación, para que el profeta, volviendo de su éxtasis a la Tierra, escribiese y diese testimonio a los hombres de lo que había visto y oído en el Más Allá, y Juan, como discípulo obediente, así lo hizo y así testificó entre la Humanidad.

Nada comprendió por el momento, mas mi voz le dijo: «Lo que vieres y oyeres, escríbelo» y él escribió, y su testimonio no ha sido interpretado bien por los hombres: la esencia de su contenido no ha sido encontrada todavía por la Humanidad, y en verdad el Padre os dice: Los hombres no han descubierto el significado de aquella profecía y, sin embargo, su sentido real lo están viviendo día a día.

Aquella revelación que le confié a Juan, mi apóstol, vidente del Segundo Tiempo, no le habéis dado toda la importancia que tiene. La Humanidad ha posado sus ojos sobre aquel testimonio y de él nada ha entendido.

Cierto es que la Humanidad conoce aquella profecía mas no la siente en su espíritu. Hay quienes solamente aciertan a sentir temor sin alcanzar a comprender todo el contenido de la gran revelación concedida por Dios al profeta, y aquella gran revelación es una gracia que el Padre quiso que los hijos alcanzaran por el infinito amor que les tiene, para que las cosas que eran solamente del conocimiento de Dios, pasaran a ser también del conocimiento de los hombres.

Por eso, a través de aquel profeta os revelé la existencia del Libro de los Siete Sellos, libro que no fue desatado en esta nación mexicana como muchos de vosotros creéis, porque ese libro no pertenece a una nación ni a determinado número de escogidos, ni está sujeto a un tiempo. Es la misma eternidad, es el destino de todos los espíritus encarnados en humanos, es la historia, el trayecto del espíritu del hombre de principio a fin, con su lucha, sus goces, sus pruebas y sufrimientos, sus aciertos y sus yerros, su pecado y su arrepentimiento, su tiniebla y su luz y su redención final.

Vuestro espíritu ha escrito su historia y su jornada en ese libro de los Siete Sellos, ahí están anotados por Mí todos vuestros actos, cada uno de vuestros pasos, pensamientos y palabras. Los grandes hechos de vuestro espíritu, las grandes vicisitudes y jornadas, sus grandes pruebas, sus cálices de amargura, todo está escrito ahí en verdad.

Mucho ha vivido vuestro espíritu, pero vuestra carne no lo sabe. Si vuestra materia ha olvidado los primeros pasos de vuestra infancia, ¿cómo ha de conocer la evolución de vuestro espíritu a través de su larga jornada? ¡Cuán poco ha podido revelar el espíritu a su materia! y no os lo he concedido por vuestra falta de evolución.

Hoy de lleno el hombre está viviendo la profecía de aquella revelación que vosotros conocéis por Apocalipsis o Revelación de Juan; en verdad, tiempos vendrán en que la Humanidad, interesada en las grandes revelaciones, analice, comprenda y sienta en verdad todo cuanto Yo allí os revelo, os descubro y os digo.

Por eso Juan contempló, a similitud de Daniel mi profeta en Babilonia, a un hombre con aspecto de anciano sentado en un trono, que no era otra cosa que vuestro propio Señor y Su poder, lo cual fue una alegoría porque Dios no es un anciano porque está fuera del tiempo, ni tiene forma de hombre, ni está en un trono como los reyes de la Tierra.

Juan contempló enfrente de Él siete espíritus, y no os confundáis si os digo que significaban siete esencias inmanentes de Dios, porque Dios es el Increado, la fuente suprema e infinita de virtudes y atributos; toda virtud, toda potencia y atributo del Señor es vida y es espíritu y con esas potencias, atributos o virtudes le he dado vida a todo. De ello todo lo he infundido y saturado de mi propia vida, y llenos de mi propio Espíritu el Universo y toda la Creación están.

Y esos siete espíritus son siete de las grandes virtudes con que he revestido y engalanado a todos los espíritus, para que en el trayecto de su vida se comportasen como seres semejantes al que les creó.

Mi profeta vio también siete lámparas con la flama que alumbra en verdad los Siete Sellos del gran Libro, porque son también la alegoría de esos mismos siete espíritus simbólicos de Dios, las siete virtudes que han iluminado la senda de todos los espíritus al través del tiempo.

Juan, en su retiro solitario penetró espiritualmente en el Más Allá, y al contemplar los grandes misterios del Señor encerrados en símbolos, allí contempló también la figura de María.

En esa gran revelación confiada por el Padre a Juan para los hombres de las eras venideras, él, después de una gran señal, contempló a una mujer vestida de sol y la luna debajo de sus pies, y una corona formada sobre su sien por doce estrellas.

Aquella mujer sentía dolores de parto y cuando aquel dolor era más intenso, vio Juan a la maldad en forma de dragón acechándola, esperando solamente el nacimiento del hijo para devorarlo.

Y el Maestro os dice: Si esa revelación, dada por el Padre a Juan, hablaba de los tiempos venideros, Yo os digo: Mi profeta vio a María en el Tercer Tiempo, próxima a dar a luz al pueblo mariano y a la maldad acechando al pueblo del Señor.

Juan contempló también que en el instante del nacimiento, se entablaba una gran batalla de ángeles contra el dragón, el que simbolizaba la fuerza del mal, una batalla que es la que ahora tenéis, porque el pueblo mariano ha nacido, ya ha surgido sobre el haz de la Tierra y hoy se encuentra recibiendo su escudo y su espada de amor para penetrar en la gran batalla final, mas es necesario que veáis que el enemigo más poderoso lo lleváis en vosotros mismos. Cuando lo hayáis vencido, triunfando sobre la fuerza de la maldad que os inspira el egoísmo, veréis bajo vuestros pies al dragón de siete cabezas del que os habló Juan. Eso significa esta revelación, ¡oh pueblo amado!

Y el profeta contempló además, en verdad os digo, que después de ser atada y arrojada al fuego la fuerza del mal, surgía el espíritu de tentación en forma de bestia y el Padre os dice: ¿Cuál es la morada de la bestia? Es el abismo de donde surge para apartar de mi senda a mis hijos, para empañar las virtudes que son las luces con que Yo he iluminado a vuestro propio espíritu y atraerlo hacia él y retardar vuestra llegada; pero ese abismo, os digo, no está en la Tierra ni está en el Más Allá: ese abismo está en el corazón de los hombres; allí ha encontrado su propio abismo la bestia del mal, allí ha encontrado su antro; desde lo profundo del corazón de los hombres surge, se manifesta para hacer que los unos se devoren a los otros, para despertar sed de sangre y de odio entre los hermanos, para hacer que pueblos devoren pueblos. Es, como el dragón de maldad que le dio origen, bestia insaciable de vidas, de sangre, de paz, de armonía, de fraternidad y de espíritualidad y es quien ha inspirado a los hombres siete armas que se oponen a las siete virtudes, siete pecados que son los que han hecho caer a los hombres en los profundos abismos de la degeneración.

Comprended entonces que el dragón de la revelación simboliza la fuerza del mal colectivo, creado por el mal de siglos y siglos de faltas y desobediencias a la Ley divina de todas las generaciones humanas.

La bestia de la parábola simboliza el mal individual, ese egoísmo que se esconde en el corazón de cada ser humano. Y el poder de ambos, del dragón y la bestia, esas fuerzas del mal que invisibles flotan sobre la Humanidad, será vencido cuando os améis los unos a los otros.

Desde el principio de los tiempos de la Humanidad así ha sido hasta vuestros días, pero mi presencia nunca le ha faltado a ningún espíritu; la luz de Mi espada le ha iluminado y le ha libertado. Nunca he permitido que el último átomo de conciencia se pierda en ninguna criatura, para que por ese átomo pugne por su salvación, y en este tiempo de pasiones desencadenadas, de perversidad, de materialidad, de lujuria, de egoísmo y desenfreno de todos los pecados, la bestia, en verdad os digo, se ha enseñoreado y ha hecho trono en el corazón de los hombres.

La ciudad de Sodoma y la ciudad de Gomorra, las primeras grandes ciudades pecadoras entre la Humanidad, hoy resurgen, hoy las contemplan mis ojos justicieros nuevamente asentadas entre los hombres y su civilización materialista, y contemplo a todos los placeres y a todos los vicios rindiéndoles culto como solo puede rendírsele culto a un dios. Sí, el fuego, en verdad, fue el que exterminó a aquellas ciudades paganas y pecadoras. Ahora será nuevamente el fuego, mas ese fuego lo encenderá la propia mano del hombre, guiada por mi justicia perfecta. De estas nuevas Sodoma y Gomorra no quedará ni ceniza, os dice el Maestro, no quedarán vestigios.

Yo estoy penetrando por medio de los espíritus enviados por Mí entre los hombres, portadores de mis virtudes y mi protestad, de mi luz, hasta lo más profundo de las consciencias para que la Humanidad despierte.

Los unos, los seguidores de mi Doctrina, despertarán antes de la gran batalla y lucharán en su propio interior contra sí mismos, expulsando de su propio corazón a la bestia que duerme, la que se ha enseñoreado porque ya no necesita estar despierta para gobernar a los hombres, porque éstos son sus súbditos; pero ahí el espíritu humano de mis discípulos despertará para expulsarle, para levantarse y entonces decir: «¿En dónde están mis armas, en dónde mis potencias y virtudes con las cuales poder regenerarme, volver al camino y restituirme a la vida de la gracia?»

Y entonces, la conciencia iluminada por el Espíritu Divino le dirá a aquel que ha despertado: «Las armas están en tu mano, las virtudes están contigo, porque tu propio espíritu es virtud de Dios, es milagro, es parte de Él mismo.»

Vendrá la grande lucha contra el pecado, porque el fuego que ha de envolver en este tiempo a Sodoma y Gomorra, exterminándolo todo, una sola cosa dejará latente: La conciencia en el hombre; esa no podrá perecer, no morirá, y por esa conciencia los espíritus se levantarán, los espíritus despertarán a la verdad y comprenderán mi justicia.

Es menester que ese cáliz de amargura sea bebido hasta las heces, porque así se lo ha preparado para sí mismo el hombre al debilitar, al doblegarse delante de la tentación, al ceder su fuerza y su puesto a aquella otra fuerza maligna que le ha envenenado, a aquella que le ha seducido y engañado.

¿Por qué ha permitido todo eso el Padre? Para que vuestro espíritu tuviese desarrollo, tuviese evolución y me comprendiese por sí mismo, para que nunca pudiera reclamar al Padre la falta del libre albedrío, para que nunca se sintiera como un ser sujeto siempre a Su voluntad superior, incapaz de moverse por sí mismo, de pensar libremente, de moverse por sí solo o de crear.

Largo ha sido el tiempo de la caída del hombre, largo ha sido el tiempo enmedio de la eternidad, de las tinieblas que han envuelto a muchos espíritus. Mas ¿qué significa este que os parece largo tiempo comparado con la eternidad que no termina jamás?

Cuando este tiempo de luchas, de pasiones, de pecado, de incomprensión, de desobediencia y alejamiento del espíritu de las leyes divinas haya pasado, cuando distante quede, entonces todos elevaréis vuestra mirada al Padre dándole gracias por el don bendito de la libertad verdadera que el Padre os confió y que, si por un momento, por el mismo albedrío, llegasteis a ofender al Padre y hacer cosas ilícitas, por ese mismo libre albedrío pudisteis comprender y arrepentiros de vuestras faltas, regeneraros y hacer grandes obras meritorias para agradar al Padre y retornar al fin hacia Él, con el espíritu limpio y acrisolado por la virtud.

Mas si aquel vidente del Segundo Tiempo vio vuestras luchas, vuestras caídas, vuestras tribulaciones, vuestras ofensas, si él contempló en sentido figurado vuestras guerras, las grandes señales del espacio, las caídas de las grandes religiones, también él contempló el triunfo del bien, de las virtudes, el triunfo de Dios y de todos los espíritus.

Sabed que Juan testificó de los ancianos que en espíritu rodeaban al Padre y ¿quiénes son y qué representan esos ancianos? Son grandes espíritus, son siervos del Señor, son aquellos por quienes el Padre, desde el principio de los tiempos, lo gobierna, lo rige y lo mueve todo.

Si vosotros por las noches eleváis vuestra mirada cuando el cielo está limpio, descubrís en el firmamento millares y millares de astros que sumisamente, ordenadamente, ocupan su lugar. Si os profundizáis verdaderamente en esa ciencia, descubriréis que todos y cada uno de esos astros giran en torno de uno superior, de uno que lo rige todo con su fuerza, con su atracción, con su calor y su vida, y comprenderéis que después de ése hay, a su vez, unos más grandes y otros más pequeños pero todos tienen vida y todos tienen luz, y unos dan vida y dan orden a otros, porque en la creación divina no existe el vacío, y así como es en el orden material es también en el orden espíritual.

Las grandes legiones blancas de aquella profecía de Juan son los ejércitos de espíritus diseminados en todos los orbes para llevar a cabo las obras y mandatos del Señor. Unos son instrumentos de mi amor, otros son instrumentos de mi justicia, otros son mis siervos por quienes pruebo a los hombres; todos ellos son siervos celosos y obedientes a mi causa.

La Segunda Jerusalén que Juan contemplara simbolizada por la blanca ciudad, es en verdad, el Padre os dice, la redención del pueblo escogido del Señor, este pueblo que estoy reuniendo, este pueblo que estoy puliendo, que estoy regenerando con mi palabra a través del entendimiento humano en el Tercer Tiempo,

Este mi pueblo, el verdadero Israel, a pesar de su letargo me esperaba y esperaba, porque en su espíritu conservaba la impresión, el recuerdo de mi promesa, no porque existiesen en el mundo hombres que os estuviesen despertando de tiempo en tiempo, porque aquella profecía, en vez de ser puesta delante de los ojos de la Humanidad día tras día para que los hombres no cayesen en el profundo sueño, fue ocultada en el confin de la tierra, fue apartada del corazón del hombre y solamente vuestra intuición fue, Israel, la que os hizo esperar por su cumplimiento.

Este jirón de tierra, esta nación mexicana, tiene grande misión espíritual que cumplir entre la Humanidad, mas no por lo que ella es en sí, sino por lo que alberga en sus moradores, en quienes he depositado espíritus de luz que forman parte de aquella legión de los 144,000 marcados, porque en su seno habitan espíritus de Israel, del pueblo espiritul que en tres tiempos me ha sabido recibir y sentir y que ahora, en este Tercer Tiempo, sabrá levantarse para reconocer a sus hermanos, para borrar fronteras con su amor, para no mirar linajes ni castas, porque sus ojos mirarán con el amor universal con que Yo os estoy amando y os estoy doctrinando.

Sus doce puertas no serán puertas materiales como las de la primera Jerusalén; serán las puertas del mismo espíritu israelita, serán las puertas de las doce tribus que ahora me encuentro congregando para la redención de la Humanidad: esas puertas son las que Yo abro y son puertas de amor, puertas de paz.

La hospitalidad de vosotros, Israel, será espiritual y también material, y la buena voluntad de mi pueblo hará que la naturaleza sea pródiga y responda con abundancia y con bendiciones; y por un momento los hombres de los distintos pueblos de la Tierra, proscritos los unos de sus pueblos, los otros menesterosos, huérfanos muchos, otros sin esperanza ya, escucharán el nombre de este suelo como se escucha algo de fantasía; escucharán este nombre y la existencia de sus moradores como algo inalcanzable, y se levantarán con paso vacilante, pero con el corazón y el espíritu llenos de firmeza y de confianza en pos de los discípulos del Espiritu Santo, como cuando vosotros salisteis de Egipto en aquel Primer Tiempo, llenos de esperanza en la Tierra de Promisión.
Así muchos se levantarán, pero cuando el Maestro os dice: Si váis a estar preparados vosotros como moradores, ¿cúando váis a hacer que vuestra morada se encuentre engalanada y dispuesta para ese gran destino que Yo os he confiado?

¿Cuándo váis a hacer vosotros que vuestras puertas de paz y de amor se abran plenamente, sin que vuestro corazón juzgue ni distinga entre nacionalidades, ni doctrinas, ni religiones, ni clases o razas? ¿Cúando vosotros váis a aprender a compartir de vuestro pan, de vuestros dones, de vuestra luz?

Y os digo aún más: ¿Quién de vosotros conoce su hora? ¿Quién de vosotros sabe el momento en que le he de llamar? ¿Existe acaso determinada edad o determinado momento conocido por el hombre para que la muerte de él llegue? No existen edades para ello, lo mismo puede ser un instante que otro.

Por eso, vivid en paz con Dios y con el mundo, vivid en paz con vuestra carne y con vuestro espíritu. Tened siempre ordenadas todas vuestras cosas, para que cuando Yo os llame no dejéis nada pendiente en este mundo, no llevéis arrepentimiento ni llevéis congojas hacia el Más Allá. Que vuestra partida sea plácida, que vuestros ultimos instantes sean una bendición para los vuestros y una entrega espiritual hacia vuestro Padre.

Mas no porque os aconseje esto quiero que vayáis por la vida llevando la idea de la muerte. ¡Vivid la vida, vividla intensamente, no fríamente! ¡Sabed vivir sus goces y entregaos también a vuestros deberes, cumplid con vuestras obligaciones! Vivid en armonía con vuestras fuerzas materiales y espirituales, haced que exista el balance y el equilibrio en vuestra vida. ¡Amaos los unos a los otros!

Os dice el Maestro: Dad al César lo que es del César cumpliendo con vuestros gobernantes, respetando a vuestros mayores, honrando a vuestros padres, dando buen ejemplo a vuestros hijos y amándose los hermanos por la sangre y hermanos por el espíritu, respetando y amando a los demás pueblos de la Tierra, impartiendo la caridad en lo material y en lo espiritual, ayudándoos y siendo báculo de los unos para los otros en las distintas vicisitudes y dificultades de vuestra vida terrestre, multiplicando vuestra especie, pero multiplicándola también en amor, en buenos hábitos y en buen cumplimiento de todos vuestros deberes.

Habéis descubierto que no hay mejor bálsamo que el del arrepentimiento. ¿Qué es lo que ese bálsamo cura? El dolor, la enfermedad.
¿Qué origina la enfermedad? La falta de cumplimiento de las leyes. La falta de cumplimiento quiere decir desobediencia, y la consecuencia lógica de esa desobediencia es el dolor, pero entonces viene el arrepentimiento que lava la desobediencia, que impide nuevamente faltar y entonces la regeneración por el arrepentimiento trae consigo de nuevo la salud.

Sed médicos de vosotros mismos y de los demás, y estas cosas espirituales enseñadlas a todos, porque vosotros no sois más que nadie; todos tenéis los mismos dones, todos podéis escalar por la misma escala de perfección hacia Mí.

¡Velad y orad, pueblo! Abrid vuestros ojos para que plenamente os deis cuenta del tiempo y del sitio en que moráis. Mirad que sois también moradores de la Sodoma y la Gomorra, de esas ciudades pecadoras que han invadido a todo el orbe; pero en medio de tanto pecado y de tanta prostitución, elevad vuestro espíritu sobre tanta miseria, y perdonaos los unos a los otros.

No dejéis que el pecado os contamine, luchad contra él incesantemente.

Sed vosotros, si queréis, de los primeros que expulséis o rechacéis a la bestia que ha invadido al corazón de toda la Humanidad, de esa bestia del mal, devoradora de hombres, de paz, de virtudes y de bien. Rechazadla, dadle fin, en verdad, os dice el Padre, para que así vuestra simiente vaya penetrando de corazón en corazón, para que este pueblo se vaya multiplicando en la paz y en el bien y después, como ejemplo, se levante entre los demás pueblos de la Tierra para que se levanten a la regeneración, a la paz y a la restauración y ellos, descubriendo que poseen armas con qué luchar, con qué combatir y derrotar a la bestia, se levanten contra ella y la venzan al fin, como contemplara el profeta en la videncia, que la bestia era simbólicamente primero atada y era muerta y arrojada en su propio abismo, en espíritu y en verdad.

Y entonces escucharéis el himno universal, el himno del amor y de la armonía, el himno que recreó el espíritu, el corazón y el oído de aquel buen profeta, de Juan, mi apósotol del Segundo Tiempo.

Cuando estéis vosotros cantando y oyendo ese gran himno, todos vosotros formaréis parte de las grandes legiones de espíritus limpios como el ampo de la nieve, seréis los moradores de la verdadera Jerusalén, símbolo de aquella ciudad que vio morir al Maestro en cuanto hombre, pero que después, por su virtud, por su regeneración le atrajo a sí misma, para que ese Maestro viniese a vivir en el corazón de Sus hijos por toda una eternidad.

Si pensáis que os he hablado de cosas extrañas, de cosas grandes, de cosas incomprensibles para vosotros, Yo os digo: Yo no soy un ser extraño, y si así erróneamente he sido visto por la Humanidad, quiero dejar de serlo para el hombre. Lo divino y lo espiritual no son cosas extrañas para el hombre, puesto que el hombre alberga un espíritu que ha sido antes morador del Más Allá.

Quiero que las cosas divinas y espirituales dejen también de ser cosas extrañas para los hombres, no para que os familiarecéis con ellas, no para que las profanéis ni la toméis como cosas triviales, sino para que las miréis con naturalidad, como cosas que existen, que han sido siempre y que os esperan para convivir con ellas en la vida eterna.

Cátedra Divina – 16 de Junio 1999

Este artículo pertenece al tema de Comunicaciones Divinas de espíritu a Espíritu. Parte 1 de 11

La comunicación de espíritu a espíritu es la forma natural, sencilla y lógica que desde la eternidad ha existido para que el Padre y Sus hijos hablen.

Antes que los mundos fueran, antes de la creación del universo material vosotros hablabais conmigo y Yo hablaba con vosotros directamente. ¿Cómo podría haber sido esto sino a través de la comunicación de vuestro espíritu con el mío?

Y por ello os digo que en este tiempo, la llegada de la etapa en que habríais de comunicaros conmigo nuevamente por medio de vuestro espíritu habréis de verla no sólo como un progreso sino también como un retorno, el retorno de la forma verdadera de comunicación con la Divinidad que por tantos milenios habíais olvidado y que existe en vosotros desde vuestra formación espiritual.

En el principio del hombre en este planeta la comunicación de espíritu a espíritu era la manera en que el Adán y la Eva de la parábola, símbolo de las primeras generaciones humanas, recibían mis consejos paternales, mis mandatos divinos y todo cuanto les era necesario para conservarse en la gracia primigenia de la que doté al espíritu encarnado para su tránsito en la vida material.

Mas cuando vino la primera desobediencia ya en materia, aquella que tenéis descrita en la parábola de la pérdida del paraíso, junto con ella llegó algo más: la vergüenza.

Comprended que no fui Yo quien puso ese sentimiento en vosotros, porque debéis saber que en el varón y la varona existen sentimientos altos, puros y bellos que son con los que Yo os he dotado desde un principio, pero también, junto a ellos, existe otra clase de sentimientos no creados por Mí sino por vuestro libre albedrío y estos son bajos, engañosos, en muchos casos materiales y por lo tanto pasajeros.

Unos, los primeros, que emanan de vuestro espíritu, os acercan a Mí; los otros, que emanan de vuestra mente humana, del mal uso del libre albedrío que da pie a la materialidad y la confusión, por el contrario, os separan de Mí.

Y la vergüenza pertenece a estos últimos; cuando ante la primera falta vuestros primeros padres sintieron que la vergüenza nacía en ellos, se escondieron de Mí y en ello veis cuánta inocencia había todavía en ellos, pero también, cuánta ignorancia llevaban en sí.

Creyeron, como mucho de vosotros ahora, que podían esconder de la mirada del Padre sus faltas y sus imperfecciones.

Confundieron, como muchos de vosotros, el arrepentimiento con el remordimiento y el pudor con la vergüenza, y así, llegaron hasta vosotros estas confusiones, mismas que en este tiempo de luz vengo a apartar de vosotros con la sabiduría que vierte mi palabra sobre vuestro espíritu.

A partir de ese momento, tuve que manifestarme ante ellos a través de los elementos de la Naturaleza material, y por ellos sabían que algún acto suyo contravenía los designios divinos cuando veían la furia de los elementos naturales desencadenarse, así como comprendían que cuando éstos eran amistosos y benéficos, significaba que estaban en obediencia de mi Ley divina.

De tiempo en tiempo, envié a espíritus de alta luz para venir a habitar entre vosotros, espíritus que os mostraban que había una forma más elevada de comunicarse con Dios, esa comunicación de espíritu a espíritu que las transgresiones a la Ley así como la vergüenza en los hombres había convertido en algo difícil y hasta imposible de ser llevada a la práctica por esas generaciones.

¿Cómo pensáis que se comunicaban Conmigo Elías, Eliseo, David y el mismo Moisés? ¿Creéis que los grandes profetas de Israel recibían mi voz humanizada o era su intuición despierta la que atendiendo a la conciencia permitía la comunicación espiritual profunda e intima con Su Padre y Señor, a través de la cual me derramaba en profecía, en inspiración, en profundas lecciones, en advertencias amorosas? Repasad las escrituras de los tiempos pasados y hallaréis múltiples testimonios de que la comunicación de espíritu a Espíritu ha sido constante en la jornada del hombre sobre la Tierra.

Y llegó Jesús; nunca antes se os había dado un ejemplo más maravilloso de cuanto la comunicación verdadera con el Padre puede lograr en un ser humano; porque Jesús, siendo divino por el espíritu que le animaba, era completamente humano, pero Su humanidad era armoniosa, perfecta.

Sin contradecir las leyes naturales, el dulce Rabí de Galilea vivió de acuerdo con todas y cada una de las leyes espirituales.

Y ¿cómo pensáis que Jesús se comunicaba con Su Padre? ¿Creéis que practicaba la oración hueca y vana con la que los hombres de todas las épocas han creído agradarme?.

Aprended a analizar la oración modelo que Él os dejara como ejemplo, aquella que conocéis como Padrenuestro, y ved que en Sus siete partes se encierran los principios de la verdadera comunicación de espíritu a Espíritu.

Ved cómo desde la primera frase se os entregó la guía para que paso a paso fueseis entrando en la verdadera comunión con vuestro Señor hasta llegar a la última parte, donde os enseñó que la aceptación de la voluntad perfecta, sabia y amorosa del Padre es el sentido, el propósito verdadero de la comunicación de espíritu a espíritu porque es aquella que os acerca al bien y os libra del mal.

Me preguntáis: ¿Padre, entonces la oración es la comunicación de espíritu a Espíritu? y el Padre os responde: Si, mis hijos, la oración verdadera es la comunicación de espíritu a Espíritu llevada a su máxima elevación, porque en ese momento, nada se interpone entre vuestro espíritu y el Mío.

Lejos quedan las pasiones e influencias de la materia, lejos quedan el pecado y la vergüenza ante la Divinidad, vergüenza que nunca deberíais haber puesto como barrera entre vuestro espíritu y el Mío; lejos también quedan la vanidad y la soberbia, el egoísmo y el materialismo.

En ese instante de verdadera elevación espiritual, vuestro espíritu se funde momentáneamente con el Mío y entráis brevemente dentro de la eternidad, os asomáis a la suma perfección del Padre, y es cuando mi Arcano se abre para vosotros y tomáis todo cuanto corresponde a vuestra evolución y a vuestras necesidades verdaderas, os revestís de fuerza, de entereza moral y de gracia y conocéis la verdadera paz.

Cuando esa comunicación entre vuestro espíritu y el Mío llega a su máxima expresión, no encontráis en el Padre reclamo alguno, no experimentáis en vuestro ser vergüenza ni temor, no hay nada que se interponga entre vos y Yo.

Es el momento del éxtasis verdadero, de vuestra apoteosis esencial, del abrazo entre el Padre y el hijo.
Y ¿qué os pide el Padre para que logréis llegar a tener de nuevo esa facultad en vosotros? Os pido limpidez, os pido entrega, os pido fe.

No os pido perfección porque lejos os encontráis aún de ella y os vuelvo a decir: No es la perfección la que os lleva a la comunicación de espíritu a Espíritu, sino que por el contrario, es a través de la comunicación entre el Padre y el Hijo como os asomaréis al cielo de la perfección, y el anhelo vuestro por permanecer en ese estado os servirá de estímulo y de aliciente una vez regresado el espíritu a la lucha material de todos los días.

Cada día encierra una prueba y una lección para vosotros si sabéis comprenderlo, pero os digo que también encierra una oportunidad para platicar con vuestro Señor.

Y en esa plática encontraréis todo cuanto precisáis para hacer vuestra vida más elevada, más armoniosa y os prometo que llegaréis a ser dichosos en esta vida, no con esa falsa dicha que muchas veces queréis encontrar en las satisfacciones de vuestra materialidad, sino la verdadera felicidad que solo se encuentra a lado de vuestro Creador.

La limpidez que os pido os requiere despojaros de muchas cosas que consideráis como sagradas o queridas en esta Tierra, y la primera de ellas es vuestra personalidad.

Comprended que si persistís en continuar rindiendo culto a vosotros mismos a través del cultivo de vuestra personalidad tanto moral como física, os será imposible esa fusión con el Espíritu del Padre.

El mundo os empuja a engrandecer vuestra personalidad y ved los resultados en todo cuanto os rodea: guerras, pestes, enfermedades, injusticia, miseria moral y humana.

¡Ah! En verdad si los hombres de este tiempo elevaran su espíritu y pensamiento aunque sea por unos instantes para entrar en comunicación con mi Espíritu, veríais la paz inundando al Planeta y os digo: os bastaría un solo día para terminar con las guerras, con las separaciones artificiales entre unos y otros, para desterrar la pobreza, la injusticia y la maldad.

Sé que esto hoy os parece imposible, que os suena como una fantasía, pero todos aquellos que se han elevado en espíritu han visto los albores de la llegada de ese día; nada podrá detener el arribo de esa alba esplendorosa que tengo reservada para todos mis hijos, vuestra llegada a esa meta es inexorable, nada ni nadie podrá impedirlo.

¿Queréis vosotros también conocer algo de eso que os espera a todos? Limpiad, en las aguas del arrepentimiento, vuestra mente y corazón de todo bajo impulso, de todo sentimiento de inútil vergüenza, de toda baja pasión o idea material y egoísta, despojaos aunque sea por un instante de vuestros prejuicios, de vuestra personalidad y de todas esas cosas materiales que os son tan queridas y en verdad, podréis entrar suave y sencillamente en el Reino donde el Padre os espera para platicar íntimamente con vosotros, sin intermediarios, sin barreras, sin limitaciones.

Sed tengo de vosotros, mis hijos, sed de derramarme en vosotros y de que vosotros os derraméis en Mí, hambre tengo de vuestra presencia en mi Reino.

Me rodean innumerables legiones de alta luz que me rinden culto y pleitesía eternamente, pero jamás la felicidad del Padre será completa sin la presencia vuestra, sin la presencia de todos y cada uno de Sus hijos.

Venid a mí, no retraséis más el momento del encuentro entre el Padre y el hijo.

¡Mi paz sea con vosotros!

Cátedra Divina – Mayo de 1999

Este artículo pertenece al tema de Comunicaciones Divinas de espíritu a Espíritu. Parte 2 de 11

Comprended que con cada pecado que cometéis, añadís un nuevo tramo al camino de vuestra restitución espiritual por donde habréis de transitar de retorno, volviendo sobre vuestros pasos, para lograr regresar al estado primigenio de pureza con el que brotasteis del Padre.

Ved que os digo pureza, la que no debéis confundir con la perfección.

Os dije antes que la perfección solo la logra el espíritu por medio de su evolución; en cambio, todos estáis dotados de pureza desde el momento mismo en que brotasteis a la vida, pureza que proviene de la inocencia.

Todo espíritu, al nacer a la vida es dotado por el Padre de los mismos atributos y dones, y dentro de ellos se encuentran el libre albedrío y la conciencia.

Mas si todos fuisteis iguales al brotar de Mí, ¿qué es entonces lo que motivó que unos cometieseis errores que os llevaran a alejaros de la mansión del Padre, mientras que otros espíritus permanecieron a mi vera?

Es tiempo ya de que os explique esto.

En el momento mismo de comenzar vuestra vida espiritual, todas vuestras facultades y atributos estaban ya en vosotros; unos en plena vigencia los cuales pudisteis ejercer de inmediato, y otros que se encontraban en potencia, esperando por su desarrollo, el cual habría de ser llevado a plenitud después de una jornada de evolución y de aprendizaje.

Fue por virtud de aquellas facultades y atributos que comenzasteis a poner, por vosotros mismos, en vuestra incipiente vida espiritual las características que luego habrían de definiros como individuos.

No es el Padre quien os fija aquello que determina vuestro carácter; todos tenéis la misma herencia divina, pero toca a cada espíritu ir labrando, paso a paso, hecho tras hecho, pensamiento tras pensamiento, todo aquello que ha de construir su carácter.

Hoy, mucho tiempo después, esto os parece ser lo contrario, pues creéis que es vuestro carácter el que rige y norma vuestros pensamientos, palabras y obras, pero de cierto os digo que al principio esto no fue así.

Vuestro libre albedrío y vuestra conciencia se encontraban activos desde el principio de vuestro ser, mas siendo la conciencia perfecta e inmutable, permaneció invariable ya que no está sujeta a evolución, a diferencia de vuestro libre albedrío, el cual vais desarrollando tal y como todos los demás dones, de manera gradual.

¿Podría el Padre haberos puesto en total uso de vuestro libre albedrío desde el primer momento de vuestra vida espiritual? No mis hijos, porque aun estando en vosotros la conciencia, no podría ésta seros útil sin antes haberse expandido vuestro libre albedrío, y esto solo se logra por medio de su ejercicio, de su puesta en práctica.

Fue entonces cuando comenzaron los primeros errores, y en verdad os digo que absolutamente todo espíritu ha cometido, al menos en su infancia espiritual, errores que le han servido para aprender y para perfeccionarse.

Similitud de ello tenéis en vuestros hijos pequeños que con sus primeros pasos, van adquiriendo la destreza necesaria para aprender a caminar.

Mas durante ese proceso, vuestro libre albedrío tuvo efecto también sobre vuestro propio ser, marcando características propias que os han acabado por diferenciar de los demás.

Y así, mientras a unos, su carácter les permitió aceptar humildemente las reconvenciones y amorosas amonestaciones del Padre, asimilándolas y evitando con ello mayores errores, otros, en uso también de su libre albedrío, manifestaron su carácter rechazando toda corrección y trayendo como consecuencia de sus decisiones, el cometer nuevos y mayores errores.

Mientras unos fueron perfeccionando y elevándose, errando y aprendiendo de inmediato, otros caísteis de pendiente en pendiente hasta llegar a crear, virtud a vuestro don de creatividad, inusitados modos de vida y dentro de ellos, habéis creado el mal.

Sí, mis hijos, el mal no es obra divina, no es parte de la Creación del Padre. ¿Cómo podría serlo si el Padre es todo bien y todo amor, cuando todo en Dios es perfección? ¿Creéis por ventura, que como parte de vuestra herencia divina llevasteis desde vuestro principio la semilla del mal?

De la nada, nada puede brotar; si brotó el mal, entonces ¿de dónde vino? De vuestro carácter, el cual por decisión propia, hicisteis rebelde y desobediente.

Es natural que después de caer tanto como consecuencia de la desobediencia, el espíritu sienta que una fuerza mayor que él le oprime y le mantiene atado a las bajas pasiones y a las malas influencias.

Ved que os he hablado de vuestro carácter, de vuestra individualidad, mas no les confundáis con la personalidad, esa máscara de hipocresía a cuyo cultivo tantos de vuestros hermanos dedican todos sus afanes, convirtiéndose en misioneros de sí mismos y cayendo cada vez más en el abismo del odio, la intolerancia y el egoísmo.

Y me preguntáis: «Padre, ¿existe una cumbre de perfección para el espíritu? Y el Padre os responde ahora: «Si, mis hijos, existe una cumbre de perfección para el espíritu de los hijos; mas sin embargo, nunca llegará el hijo a ser igual al Padre, porque la perfección divina está más allá de lo que vosotros podéis comprender».

No os dije esto antes porque no lo habríais comprendido, pero vuestra evolución ha llegado al punto en que cosas que antes os hubieran turbado, hoy os iluminan el camino.

Así podréis comprender ahora que una es la perfección del Padre y otra es la perfección del hijo.

Mirad: Así como en vuestra vida humana cubre el hombre varias etapas ascendentes hasta llegar a la final donde culmina su vida en cuanto a la carne, a similitud, en el espíritu vais ascendiendo de morada en morada hasta llegar a la apoteosis de vuestra evolución, donde vuestra pureza no es ya nacida de vuestra inocencia, sino que procede de vuestra sabiduría, sabiduría que habéis adquirido después de una jornada que fue plena en experiencia y en aprovechamiento de las lecciones aprendidas durante la misma.

¿Es este el final de vuestra vida como espíritu? En verdad os digo que no, que es apenas cuando comenzará vuestro principado a mi diestra, ocupando el digno lugar que he reservado para cada uno de vosotros, lugar que nunca debisteis haber abandonado y donde como príncipes de la Creación, asumiréis vuestras nuevas y elevadísimas tareas con vuestros hermanos menores, colaborando de manera completa y perfecta con la divina Obra de amor del Padre.

Os he hablado también de los lazos invisibles que unen a cada uno de los espíritus entre sí y a éstos con su Señor; ahora es tiempo de explicaros que esos lazos son conductos de amor, son semejantes a rutas luminosas por donde fluyen pensamientos y vibraciones en un sentido y en otro.

Es a través de esos lazos que os comunicáis espiritualmente entre unos y otros, y es por medio de ellos que vuestro espíritu se comunica con el Mío y por donde, ahora, habéis aprendido a recibir la comunicación de mi Espíritu con el vuestro.

Por esos conductos eternos e inmortales, llegan a vosotros ideas, pensamientos e intenciones, y por medio de ellos también, enviáis a su vez los vuestros.

Todos sois depositarios de una fuente inmortal de salud y bienestar espiritual; cuando enfermáis es porque habéis cerrado la puerta de vuestro ser a los beneficios que emanan de esa fuente inagotable de amor.

Pues bien, es a través de esos lazos de amor que puede fluir la salud de un espíritu al otro; es así como Jesús curaba, transmitiendo por medio de la caridad que es amor, curación espiritual y sanación hacia el espíritu enfermo y a la materia por añadidura.

¿Puede enfermar el espíritu? En verdad que sí, muchas y variadas son las enfermedades que pueden aquejar a un espíritu; la tristeza, la desolación, las bajas pasiones, los vicios, la mala voluntad y la poca fe son algunas de las enfermedades de vuestro espíritu, mismas que por consiguiente se propagan a la materia.

Los médicos materiales sanan al cuerpo, pero al espíritu ¿quién le sanará? El espíritu.

¡Mi paz sea con vosotros!

Cátedra Divina – Las Gotas del Amor

Este artículo pertenece al tema de Comunicaciones Divinas de espíritu a Espíritu. Parte 3 de 11

Llega vuestro espíritu ante Mí y me pregunta: Padre, ¿qué es el amor?

Y el Padre os responde:

Amor es el principio y el final de vuestro espíritu, porque de él brotasteis y a él habréis de regresar.

El amor verdadero es incondicional, sublime, infinito.

Voltead vuestra mirada y contemplad los campos, y les encontraréis llenos de ejemplos que os hablan del amor.

Ved los árboles, cómo año tras año, incansablemente, os brindan sus frutos sin reparar si estos son bien o mal recibidos, sin importar si caen en el suelo o las aves se los llevan, o si el viento los toma y los dispersa para que de su semilla broten nuevos árboles y nuevos frutos.

De esta manera deben ser también vuestros frutos, así debe ser vuestra misión de amaros los unos a los otros como Yo os amo y con ello estaréis imitando a vuestro Maestro; amad sin poner precio a vuestro amor, sin esperar recompensa alguna.

Como vosotros, los árboles tienen también su tiempo para crecer, su tiempo para dar fruto y después del otoño y del crudo invierno, tienen también su tiempo para renovar su follaje y volver a dar fruto.

Vosotros también sabéis de la primavera que es símbolo de la niñez, cuando todo se cubre de flores y de aromas deliciosos; conocéis también del verano, símbolo de vuestra juventud, donde el calor llena vuestra vida; sabéis también del otoño, cuando la madurez llega y a similitud de las hojas de los árboles al caer, caen de vosotros vuestros errores y recogéis a cambio la experiencia; y finalmente, llega la ancianidad, el invierno, cuando la blancura cubre vuestras sienes y una vez enfriadas las pasiones, repasáis todo cuanto antes habéis hecho.

Y así como al comenzar un nuevo año, los árboles vuelven a tomar vida, así también tomáis vida de nuevo vosotros cuando llegáis a encarnar en una nueva materia, por medio de la cual rendiréis también, a su debido tiempo, frutos de vuestro propio árbol.

Hijos míos, imitad a esos humildes árboles y dad fruto, dad sin cesar, sed alimento para todos cuantos os rodeen sin tomar en cuenta ingratitudes, traiciones o despojos; sed sombra para el caminante y refugio para las aves que van y vienen, no veáis abuso en quienes tomen mucho de vosotros, ved en ellos únicamente su necesidad, y a semejanza de los árboles, perfumad el hacha que os hiere con el suave aroma del perdón verdadero.

Y cuando sintáis desfallecer en la jornada, agobiados ante el peso de vuestras tareas de amor, mirad la hierba de los campos que en el estío pareciera morir; ved cómo basta un poco de agua para revivirla de nuevo; permitid así que el rocío divino reavive en vosotros el fuego del amor verdadero, amor que únicamente puede provenir de vuestro espíritu, porque Yo lo deposité en él al crearos, todos estáis dotados de ese mismo amor perfecto que es atributo divino.

El mundo os entrega otra lección, no la escuchéis porque en ella va la muerte de todo cuanto habéis labrado en vuestra experiencia recogida a lo largo de vuestras vidas.

El hombre y la mujer profanan en este tiempo el sublime mandato que os entregara el dulce Jesús; vedlos caminar por su vida sin amarse los unos a los otros, ved cuanto vacío en su vida, cuanta tristeza y soledad dejan a su paso, ved los hogares destruidos, las familias desunidas y la amargura y desengaño en los frutos de esas uniones, los hijos.

Ved a la niñez bendita perder su inocencia, muchas veces por la misma mano de quienes deberían ser custodios de ella.

No es eso lo que el Padre quiere para Sus hijos muy amados, mi enseñanza divina y mi Ley, os conducen por un camino muy diferente.

El que no ama es como la higuera de la parábola que no da fruto y por ello, más le valiera secarse, porque así, nadie le pediría nada.

Comprendéis ahora el significado profundo de esa lección del Maestro cuando ante la mirada atónita de sus discípulos, reprendió a la higuera estéril.
Y vosotros, decidme, ¿queréis ser vida para los demás o queréis ser como plantas parásitas que toman mucho sin dar nada a cambio?

Y cuando veáis apagar o desfallecer el fuego del hogar, avivadlo con vuestro soplo, el soplo del amor de vuestro espíritu, y veréis maravillados cómo esa brasa que sentisteis apagada y fría, renace y vuelve a irradiar calor y luz.

¿Creéis que de las cenizas brotará otra vez fuego si antes no las aviváis?

Una nueva etapa se ha abierto ante vuestras vidas, una etapa donde la tentación y el mal acechan por todos lados; ved cómo el enemigo no respeta nada ni a nadie, nada hay sagrado para él, los mismo os ataca a vosotros, como asola a la misma naturaleza, mas todo esto lo permite mi voluntad para prepararos para esa batalla final que llegará cuando el hombre menos lo espere, batalla que se acerca a vosotros a pasos agigantados.

En esa batalla final que será la del bien contra el mal, deberéis esgrimir vuestras mejores armas, que son las del amor, la vigilia y la caridad; vuestro escudo es la oración y vuestro manto es la piedad, manto con el que cubriréis a los caídos en esa batalla para guarecerles de las inclemencias y del fuego del combate.

En esa batalla final, el mal tratará de asediaros en todos los aspectos de la vida; os atacará por el Norte, por el Sur, por el Oriente y por el Occidente, y sentiréis por momentos que toda salida os es denegada; pero bastará con que levantéis la mirada a los cielos y entonéis un cántico de amor y perdón, y como sucediera en el Segundo Tiempo, la fe os levantará por encima de la tentación y de las pruebas a las que os sometan vuestros verdugos.

Y recordad lo que antes os dije, no es vuestra sangre ni vuestra muerte lo que la humanidad necesita, no, ese tiempo ya pasó; lo que es menester ahora, es que deis vuestra vida en una entrega infinita de amor, manifestada en cada instante de vuestra existencia.

Cubrid todo de amor y el amor os cubrirá a vosotros, tal será vuestra cosecha; no importa que no la veáis de inmediato y ni siquiera sabéis si os toque contemplarla en esta vida, pero sabed que Yo la pondré en mis graneros divinos y cuando sea llegado el tiempo, os la regresaré multiplicada al mil por uno.

¡Mi paz sea con vosotros!

Cátedra Divina – 2 de Abril de 1992

Este artículo pertenece al tema de Comunicaciones Divinas de espíritu a Espíritu. Parte 4 de 11

La materia, materia es.

No debéis atribuirle a ella las tendencias que vienen del espíritu, porque aun cuando éste fue creado con semilla de perfección, y esta semilla cuando es regada por las aguas de la fuente de la gracia, crece y puede rendir óptima cosecha, cuando el espíritu se halla en la carne olvida su origen y su verdadera naturaleza, sometiéndose a la débil materia, cuando es ésta la que debería ser regida por vuestro espíritu.

¿No os dije en Jesús que «el espíritu es fuerte, pero la carne es débil?»

Si fuera inexorable que el espíritu fuera quien se deba someter a la materia y las tendencias de ésta fueran más poderosas, entonces el reclamo de vuestro Padre no sería hacia vuestro espíritu, sino hacia vuestra materia, y eso, bien lo sabéis, no es así, puesto que vuestro espíritu, vuestro ser verdadero, es infinitamente más fuerte y poderoso que la misma Creación material toda.

Cuando vosotros unís vuestro libre albedrío a vuestra conciencia, conquistáis entonces la libertad; porque en la conciencia está la sabiduría y es ésta la que rompe las cadenas, cadenas que habéis creado con vuestro egoísmo y con vuestra soberbia; por eso el Maestro os dijo: «Conoced la verdad y esta os hará libres», ¿y de qué verdad hablaría Jesús sino de la que se encuentra en el fondo de todo espíritu, esa que llamáis conciencia y que es amor, amor y más amor?

No atribuyáis a pensamientos humanos lo que es divino; porque el amor del Padre por sus hijos es inexplicable para vosotros.

En vosotros, el amar es un deber porque fuisteis amados primero, y cuando ese amor se manifiesta en vuestros actos y rige vuestro libre albedrío, es en ese momento cuando sois verdaderamente libres, es entonces cuando vuestro espíritu despliega sus alas espirituales y no es más el reo de este mundo, porque en verdad os digo: sus alcances no conocen límite.

Pensad: Si brotasteis de mi Divinidad, algo tenéis de divino.

En este día os hago reflexionar sobre lo pequeña que en realidad es la tiniebla y lo escaso de los alcances de la tentación, aunque bien sé que en vuestro mundo veis las cosas de otro modo; os habéis acostumbrado tanto al mal, que llegáis a pensar que éste es eterno, y creéis que es parte de mi Creación; si así fuera, el mal sería eterno, indestructible, y ¿qué sentido tendrían entonces mi Obra y vuestra lucha si siempre fuera a existir el mal? Pero cuando os digo que os espera un futuro luminoso, quiero decir que finalmente destruiréis esas criaturas que habéis creado con vuestra soberbia y desobediencia, criaturas que son: el mal, la muerte y la enfermedad.
Comprended también que siendo éstas producto del hombre, necesariamente deben tener un límite y conocer un final.

En la escala de la eternidad el mal no tiene lugar, por tanto debéis comprender que todos vuestros afanes en esta vida humana, tienen un propósito elevado que es el de regresaros a la senda del amor del Padre.

Y si padecéis en materia, ved que esto es benéfico muchas veces para vuestro espíritu cuando eso está dentro de lo que Yo, el Padre, he puesto en vuestra vida; mas cuando habéis tomado por vuestra propia mano la justicia y habéis actuado como si no hubiera más Dios que vuestra razón, los frutos han tenido que ser muy amargos.

En vosotros existe la potestad de crear; esa potestad, cuando la orientáis al bien, es capaz de generar bendiciones y beneficios que os dejarían asombrados si comprendierais a qué grado las podéis llevar.

Elevad entonces vuestros pensamientos, limpiad vuestros propósitos, despojad vuestra vida de cuanto maligno se encuentre en ella, y estaréis regresando a ser como habéis sido cuando brotasteis de Mí.

¿No es mejor purificaros en las dulces aguas de la fuente de la gracia, que en las amargas aguas del arrepentimiento? ¿No es mejor un momento de dedicación que una vida de dolor? Mirad que no os exijo perfección, sólo os pido cumplimiento.

Ya no me verá el hombre descender a este planeta manifestándome en cuanto a lo humano, ya no me sentiréis en la tempestad como Moisés, ni oiréis mi voz en las montañas y explanadas como en el Segundo Tiempo; ni siquiera oiréis ya el arrullo que entregué a través de los portavoces humanos, sino que ahora es en lo más recóndito, en lo más íntimo de vuestro ser donde eternamente estaré hablando, como os he hablado desde un principio: en vuestra conciencia.

Comprended que si la Ley es amor, y que si os he amado desde antes de que existierais, entonces mi Ley ha sido también siempre en vosotros. Mi Ley os conducirá siempre hacia un puerto seguro y ese puerto seguro, es la perfección que a través de mi sabiduría os he venido a entregar.

Tomadla y llevadla en vuestros caminos, impartid caridad y perdonad a aquellos que os hayan ofendido, regocijaos con la risa de los niños y conmoveos con las lágrimas de los tristes. Así sabréis que debéis vivir para dar y no para recibir; recordad que antes os dije: «Es mucho más grande dar que recibir».

¡Mi paz sea con vosotros!