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Del Dolor y las Pruebas

El dolor os purifica, el dolor es el cincel que modela el corazón del hombre para que éste alcance espiritualidad.

Para que vuestro dolor no sea estéril, necesitáis que la antorcha de la fe os ilumine para que tengáis elevación y paciencia en las pruebas.

Yo soy quien permite las pruebas en vuestro paso, para detener a vuestro espíritu cuando se aparta del camino de mi Ley para vivir sujeto tan sólo a su libre albedrío.

Examinad el fondo de las pruebas; Yo os lo permito, para que comprobéis que cada una de ellas es como un cincel que va puliendo vuestro corazón. Esa es una de las razones por la cual el dolor os acerca a Mí.

Cada día trae sus pruebas y Yo miro cómo las recibís y el fruto que me presentáis.

Muchas de esas pruebas son pequeñas y con ellas podíais dar principio a una vida de enmienda y perfeccionamiento, pero sin analizarlas las desecháis, y si así obráis ¿cómo podréis prepararos para pruebas mayores?.

Las pruebas que encontráis en vuestro camino, tienen la virtud de retirar la materialidad de vosotros, para que así vuestro espíritu, engrandecido y lleno de Luz y Gracia, quede limpio, y al limpiar las pruebas también vuestra vida material, hayáis limpiado el vaso por dentro y por fuera.

Bendigo vuestras penas y lágrimas, pueblo amado, pero os digo que todavía no habéis aprendido a aceptar con amor y conformidad el cáliz de amargura.

No olvidéis que el mérito no consiste en sufrir, sino en saber sufrir con amor hacia el Padre, con fe y paciencia, a fin de extraer del sufrimiento el mayor provecho y las más profundas lecciones.
Si en vuestras pruebas no hubiese amor hacia la voluntad de vuestro Padre, no habréis hecho méritos ante Mí, no habréis sabido aprovechar la oportunidad de elevaros un poco más; por tanto, tendréis que volver a pasar por aquella prueba que es necesaria a vuestro espíritu.

Las pruebas y el dolor NO son castigo

Nunca digáis que las pruebas que atravesáis son castigo divino, o la sentencia del Juez Supremo, porque os digo que vosotros mismos sois vuestros propios jueces, y son vuestros hechos equivocados así como vuestras infracciones a la Ley Divina, las que se levantan ante vuestra conciencia, acusándoos.

Si el dolor, la flaqueza y las pruebas os acometen a vuestro paso, no es por que el Señor así lo haya dispuesto, sino es porque no habéis estudiado, analizado y vivido su Ley.

Juzgáis superficialmente, como si fueseis niños, ignorando que las pruebas que os azotan son obra vuestra.

Así, cuando ellas se desatan sobre vosotros, deseáis que se aparten, que los designios sean cambiados para no sufrir, para dejar de apurar el cáliz amargo.

Es que no podéis penetrar con vuestra vista en la realidad espiritual, para comprender que todo aquello que recogéis es lo que habéis sembrado, y que todo dolor que a vosotros llega, es porque lo habéis atraído.

No, no habéis sabido penetrar en la verdad, y es por eso que cuando el dolor embarga vuestro corazón, os creéis víctimas de una injusticia divina y Yo os digo que en Dios no puede existir ni la menor injusticia.

El amor de Dios es inalterable, inmutable y eterno, por eso quienes crean que el Espíritu Divino puede verse poseído por la ira, por el furor y por la cólera, cometen grave error; esas flaquezas sólo son concebibles en los seres humanos, cuando les falta la elevación del espíritu y el dominio sobre las pasiones.

A veces me decís: -Señor, ¿por qué hemos de pagar consecuencias de obras que no son nuestras, y por qué hemos de venir a recoger el fruto amargo que otros han cultivado?- A lo cual Yo os respondo, que de esto nada sabéis, porque ignoráis quiénes habéis sido antes y cuáles han sido vuestras obras.

¡Cómo han falseado la verdad de mi justicia todos los que van predicando una doctrina de temores, de castigos y de ignorancia! Mas, ¿sabéis el porqué de esa actitud? Porque necesitan tener supremacía sobre los demás, porque no conocen la humildad, y en cambio tienen mucha vanidad para nombrarse poseedores de la verdad y predilectos sobre los demás.

Bienaventurados los que bendicen el dolor

Otra sería vuestra vida si en vez de arrastrar penosamente vuestra cruz, avanzaseis por el sendero bendiciendo vuestro dolor, pues al instante sentiríais como si una mano invisible llegara hasta vosotros para apartar de vuestros labios el cáliz de amargura.

Bienaventurado el que bendice la voluntad de su Señor, bienaventurado el que bendice su propia amargura sabiendo que ella lavará sus manchas, porque ése está afirmando sus pasos para ascender la montaña espiritual.

No siempre será necesario que bebáis hasta el fondo el cáliz de amargura, porque me bastará con mirar vuestra fe, vuestra obediencia, vuestro propósito e intención de obedecer mi mandato para que Yo os exima de llegar al instante más duro de vuestra prueba.

Recordad que a Abraham le fue pedida la vida de su hijo Isaac, a quien mucho amaba, y que el patriarca, sobreponiéndose a su dolor y pasando por sobre el amor al hijo, se aprestó a sacrificarlo en una prueba de obediencia, de fe, de amor y humildad que aún vosotros no podéis concebir, mas no le fue permitido que consumase el sacrificio en el hijo, porque ya en el fondo de su corazón había probado su obediencia ante la voluntad divina y con ello era bastante.

¡Cuán grande fue el gozo de Abraham, cuando su mano fue detenida por una fuerza superior impidiéndole el sacrificio de Isaac! ¡Cómo bendijo el nombre de su Señor y se maravilló de su sabiduría!

¡Cuántas pruebas rechazáis con vuestra ignorancia, sin daros cuenta de la luz que traían a vuestro espíritu! ¡Cuántas lecciones no han llegado a su término, porque vuestra inconformidad, falta de fe o cobardía, no lo han permitido!

No es que Yo diga que es el dolor lo que debéis amar, no; es la paz, es la dicha, es la luz la que debéis amar; pero ya que el dolor, como resultado de vuestras imperfecciones, ha llegado a vuestros labios como un cáliz de redención, apuradlo con paciencia y bendecidlo, sabiendo que a través de él podréis encontrar vuestra purificación, así como la revelación de muchas verdades.

Soportando las pruebas

No fue mi deseo que el hombre padeciera dolor en la Tierra; mas ya que desde el primero hasta los presentes así lo han querido, llevad vuestro fardo con paciencia y amor y ofreced me vuestros sufrimientos con humildad; vuestro dolor será fecundo en vos y aun en algunos de vuestros hermanos.

Hombres y mujeres de poca fe: ¿Por qué decae vuestro ánimo en las pruebas? ¿No habéis visto nunca cómo me apresuro a levantar al caído, cómo enjugo las lágrimas del que llora, cómo acompaño al solitario y visito al enfermo?.

Vengo a confortaros en vuestras pruebas y a deciros que cuando el cáliz sea muy amargo en vuestro paladar, digáis a vuestro Padre que mora en los Cielos, como Jesús en el huerto: Padre, si es posible que apartéis de Mí este cáliz, hacedlo, pero ante todo hágase vuestra voluntad, mas no la mía.

Si así oraseis y velaseis, Yo detendré el ángel que se acerca a ofreceros el cáliz de la prueba; pero si la voluntad divina es que lo apuréis, estaré junto a vosotros para daros fortaleza y podáis salir triunfantes de la prueba.

Quien logra cumplir sus pruebas con elevación, experimenta paz en ese cumplimiento.

Aquel que camina en la Tierra con la vista puesta en el Cielo, no tropieza ni se lastima sus plantas con los cardos del sendero de su restitución. Vosotros que me oís, resistid con amor vuestras pruebas para que seáis imitados; ved que vais adelantando en vuestro perfeccionamiento, pues si no fuera así, ¿a qué habéis venido en este día? ¿Por qué habéis dejado vuestro trabajo para sentaros en estos humildes banquillos? Porque venís en busca de paz, de luz, de fortaleza y de bálsamo.

¡Cuánto han sufrido inútilmente los hombres en este mundo! ¡Cuánto han llorado sin alcanzar un galardón y sin recoger una simiente! En cambio, los que han sabido llevar con paciencia su cruz, cuando ha llegado el último instante para ellos y han creído encontrarse en el fondo de un abismo, han abierto los ojos de su espíritu y se han contemplado de pie sobre la montaña.
Hombres y mujeres que mucho habéis llorado en la vida, a vosotros va dedicada esta lección.

Meditad profundamente en ella y veréis qué consuelo tan dulce penetra en vuestro corazón. Una lucecita se encenderá en lo más recóndito de vuestro ser y una sensibilidad, que nunca antes habíais experimentado, sorprenderá vuestras fibras dormidas, dejándoos sentir mi presencia espiritual, así en vuestras penas como en vuestras alegrías y en vuestros momentos de paz.
temas extraídos de las comunicaciones divinas de El Tercer Testamento