Aun cuando la palabra «reencarnación» no existe como tal en la Biblia -de hecho, esa palabra no existe en hebreo arcaico y el término usado en arameo ha sido traducido como «resurrección»-, el concepto sí se encuentra en los textos del Antiguo Testamento, y mucho más claramente en los del Nuevo Testamento. Aunque en la era actual las religiones cristianas no aceptan la reencarnación, ésta era ampliamente aceptada por los contemporáneos de Jesús y Sus apóstoles; fue hasta el Concilio de Constantinopla en el año 553 de la era cristiana cuando la definición de la reencarnación como herejía, inducida en mucho por un folleto ordenado por el Emperador Justiniano declarando anatema este concepto. Para una mayor comprensión de los antecedentes sobre la postura del cristianismo acerca de la reencarnación, léase La Reencarnación y las Iglesias Cristianas.A continuación, vienen algunos de los párrafos relativos a la reencarnación en la Biblia, con un pequeño análisissobre lo que estos textos realmente significan.Hemos separado estos textos y su análisis en dos partes; la primera atañe al Primer Tiempo, los tiempos de la Ley y los Profetas comprendidos en el Antiguo (el Primer) Testamento. La segunda cubre desde la llegada de Juan el Bautista, el precursor, y las enseñanzas de Jesús, el Divino Maestro contenidas en los Evangelios, hasta los escritos de Pedro y Pablo, ésto es, el Nuevo (Segundo) Testamento. |
El concepto de la reencarnación en la Biblia
Génesis 28: La Escala de Jacob.
Desde el libro de Génesis, que cubre el tiempo de los patriarcas, viene contenido el concepto de la reencarnación, del continuo ir y venir de los espíritus (ángeles de Dios) entre el valle espiritual y la tierra. Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham fuen quien tuvo un sueño donde se entrega al hombre esta revelación.
Algunos creen equivocadamente que este pasaje se refiere sencillamente a la potestad divina de enviar mensajeros para comunicarse con los hombres, pero si ésto fuera así, el orden sería al revés: primero descenderían y luego subirían.
Al especificarse que los espíritus primero suben y luego vuelven a descender, implica algo mucho más profundo; la muerte (subir) y la reencarnación (descender).
Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en la tierra, y su extrem o tocabaen el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Génesis 28:12
El Libro de Job
Los libros sapienciales y proféticos de la Biblia están escritos en un lenguaje alegórico, con el uso abundante de metáforas (metáfora=empleo de una palabra con un sentido diferente al suyo y que identifican dos objetos distintos que guardan una relación de semejanza).
Así, en el Libro de Job vemos la alegoría del árbol cortado (muerto) que es renovado, y que el escritor bíblico usa para cuestionarse si ésto mismo no sucederá con el hombre. Nótese que cuando menciona «como planta nueva», la alegoría es mucho más cercana al concepto de reencarnación (en un cuerpo nuevo) que la resurrección como muchos la entienden (en el mismo cuerpo).
Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; Retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá y hará copa como planta nueva. Job 14:7-9 Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás y yo te responderé; tendrás afecto a lo que hiciste con tus manos. Job 14:14,15
El Libro de Salmos
Este libro atribuido a David, rey de Israel, contiene ciertos pasajes que se refieren a la vida después de la muerte y a la esperanza de que ésta sea derrotada. La numeración de los salmos corresponde a la versión bíblica de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera; las biblias católicas difieren en numeración aunque los textos son similares.
Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre. Salmo 16:10,11 Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura. Salmo 30:3,4 A ti, oh Jehová, clamaré, y al Señor suplicaré. ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad? Salmo 30:8 He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre. Salmo 33:18,19 Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo. Salmo 49:15
Mas en este siguiente pasaje, el rey-profeta va más allá de la esperanza en una vida después de la muerte. Al referirse a un espíritu renovado, concuerda con Job 14:7-9 y con Job 14:14,15 y claramente habla de la reencarnación.del espíritu.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de tí, y no quites de mí tu santo Espíritu, Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Salmo 51:10,12
Más adelante, el salmista le pregunta a Dios si podrá dar éste vida de nuevo.
Así no nos apartaremos de ti; vida nos darás, e invocaremos tu nombre. !Oh Jehová. Dios de los ejércitos, restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Salmo 80:18,19 ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti? Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia, y danos tu salvación. Salmo 85:6,7
El uso de la noción del cuerpo humano como vestimenta del espíritu se encuentra claramente en la siguiente metáfora:
Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un vestido los mudarás y serán mudados. Salmo 102:26
En el siguiente versículo, la referencia al valle espiritual en tinieblas es muy clara y aquí habría que concordarlo con 1 Pedro 3:18 al 20, donde se habla de lo mismo, aunque David habla aquí de la reencarnación en el pasado.
Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte, aprisionados en aflicción y en hierros. Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus prisiones. Salmo 107:10,14
El Libro de Eclesiastés
En la siguiente alegoría que se encuentra a través de diversos versículos del Libro de Eclesiastés, también llamado El Predicador y cuya autoría se le atribuye al rey Salomón, hijo de David, se puede descubrir una clara referencia a la continua reencarnación de los espíritus, al incesante ir y venir de la vida humana. Incluso se refiere al velo que hace que no recordemos vidas anteriores. Y una vez más, se refiere a la reencarnación llamándole restauración.
Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. ¿Qué es lo que fué? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después. Eclesiastés 1:7,9,11 Aquello que fué, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó. Eclesiastés 3:15
El Libro de Isaías
Este libro, el cual para algunos teólogos es realmente obra de dos o quizás tres diferentes escritores escribiendo en diferentes épocas, contiene conceptos muy profundos acerca de la vida, la muerte…y la reencarnación. La primera referencia habla de que la muerte es evitable.
Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Isaías 25:8 Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. !Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. Isaías 26:19
El versículo que sigue pone muy en claro que la muerte no es creación divina sino humana; lo interesante es que niega la inexorabilidad de la muerte.
Y será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será firme; cuando pase el turbión del azote, seréis de él pisoteados. Isaías 28:18
Después, el escritor bíblico aclara que la «resurrección» será a través del nacimiento, cosa que Jesús reafirma en Juan 3.
Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios... ...Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus enemigos. Isaías 66:,9,14
El Libro de Jeremías
Este libro que unos atribuyen a Baruc, el escriba y otros al mismo Jeremías -de quien trata el libro- contiene el concepto básico, la razón fundamental de la ley de reencarnación espiritual: el perfeccionamiento del espíritu.
A través del uso de la metáfora de la vasija del alfarero, que representa las vidas humanas, se nos dice que éstas serán tantas como sean necesarias para lograr su objetivo: contener el espíritu en su jornada hacia la perfección.
Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oir mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvío y la hizo otra vasija, según le parecío mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. Jeremías 18:1,6
Y el versículo siguiente es contundente para aquellos que dudan del poder divino, capaz de dotar de múltiples vestiduras al espíritu.
He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea dificíl para mí? Jeremías 32:27
El Libro de las Lamentaciones
En esta continuación de las ideas anteriores, el escritor destruye la idea de la condenación eterna, obstáculo, según algunos, para que sea posible la reencarnación.
Porque el Señor no desecha para siempre; Lamentaciones 3:31
Y al igual que en Eclesiastés, la idea de la renovación parece ser contínua y cíclica.
Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio. Lamentaciones 5:21
El Libro de Ezequiel
Este libro profético que ha sido objeto de detallados estudios y análisis por muchas razones, contiene detallados los elementos que son necesarias para la reencarnación del espíritu.
Es importante hacer notar que, hasta Aristóteles, los antiguos creían que las funciones mentales se efectuaban en el corazón; el conocimiento de que éstas se llevan a cabo en el cerebro es relativamente moderna. Por ello, cuando el profeta se refiere al corazón, de lo que está realmente hablando es de la mente.
Así vemos que al darse una nueva vida, viene con ella no sólo un nuevo espíritu sino una nueva mente. Esto va a ser de capital importancia cuando se analicen los pasajes acerca de la reencarnación de Elías en Juan el Bautista que viene descrita en el Nuevo Evangelio.
Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne. Ezequiel 11:19 Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?.
Una vez más, vemos que la muerte del hombre no es creación divina.
Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis. Ezequiel 18:31,32 Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Ezequiel 36: 26,27
A continuación, viene transcrito el pasaje del valle de los huesos secos, el que ha sido tomado por algunos teólogos en su sentido más literal. La clave del asunto está en la expresión «huesos secos», la cual se repite para no dejar duda de lo que se quiso significar con ello: el polvo de la tierra.
Cuando el profeta, siguiendo las órdenes de Dios, le habla a los «huesos secos» les dice precisamente que de ahí brotará de nuevo la carne para finalmente, ser dotada de espíritu; los antiguos ignoraban lo que ahora conocemos como «la cadena de la vida», expresión moderna que describe el ciclo de recuperación de la materia orgánica para dar vida a nueva vida material. Nada se desperdicia y todo, finalmente, vuelve a la vida; la materia a la materia, y el espíritu a animar cuerpos.
La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobra la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y dí al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pareció nuestra esperanza, y somos del todo destruídos. Por tanto, profetiza y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová. Ezequiel 37:1,14
El Libro de Daniel
Este libro, incompleto en las versiones no católicas -en el canon católico se incluye el Libro II de Daniel- contiene la profecía del regreso de Daniel al final de los tiempos.
Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días. Daniel 12:13
El Libro de Oseas
En Oseas viene reafirmado el concepto de que Dios es enemigo de la muerte. Esto lo toma Pablo más adelante.
De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, Oh Seol; la compasión será escondida de mi vista. Oseas 13:14
El Libro de Amós
En esta profecía, se encuentra la contundente afirmación de que tanto los espíritus confundidos -los de abajo, en el Seol, el «infierno» hebreo- como los espíritus de los obedientes -los que subieron al valle espiritual- están sujetos a la ley de reencarnación del espíritu.
Aunque cavasen hasta el Seol, de allá los tomará mi mano; y aunque subieren hasta el cielo, de allá los haré descender. Amos 9:2
El Libro de Jonás
Una vez más encontramos en este libro el concepto del regreso a la vida. Nótese cómo el significado simbólico de «para siempre», al ser refutado en su forma literal en la línea siguiente, echa por tierra muchas interpretaciones que basan la creencia de un castigo eterno en incorrectas lecturas de los textos bíblicos.
Y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno de Seol clamé, Y mi voz oíste. Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas Tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Jonás 2:2,6
La Reencarnación en la Biblia
Tabla de Contenidos
- La Reencarnación en la Biblia – Parte I
- La Reencarnación en la Biblia – Parte II