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La Reencarnación del Espíritu


No basta a vuestro espíritu una sola materia en su existencia eterna, como tampoco es suficiente para vuestro cuerpo un solo vestido durante su vida en este mundo.

En diferentes etapas habéis conocido la riqueza y la pobreza, la salud y todas las enfermedades que afligen a la Humanidad.

Conocéis el egoísmo, la soberbia, la iniquidad y la falta de caridad y también el perdón y el amor, la nobleza y la generosidad.

El misterio de la resurrección de la carne lo ha esclarecido la revelación de la reencarnación del espíritu.

Hoy sabéis que la finalidad de esta ley de amor y de justicia es la de que el espíritu se perfeccione, de que no se pierda jamás, porque siempre encontrará una puerta abierta como oportunidad que le da el Padre para su salvación.

Mi juicio en cada espíritu, por medio de esta ley, es perfecto e inexorable.

La reencarnación, desde el principio de la humanidad.

Cuando habitáis en la carne, vuestro espíritu viene a purificar manchas de vidas pasadas, y se ha hecho necesario revelaros todo esto para que podáis llevar con paciencia los sufrimientos de la Tierra.

Desde el principio de la Humanidad existe la reencarnación del espíritu como una ley de amor y justicia y una de las formas en las que el Padre ha demostrado su infinita clemencia.

La reencarnación no es sólo de este tiempo, lo es de todos los tiempos, mas tampoco penséis que es hasta ahora cuando os ha sido revelado este misterio.

Desde los primeros tiempos existió en el hombre la intuición sobre la reencarnación del espíritu; mas esta humanidad, buscando ciencias materiales y riquezas del mundo, se dejó dominar por las pasiones de la carne, endureciéndosele aquellas fibras con las que se percibe lo espiritual, convirtiéndose en sorda y ciega para todo lo que corresponde al espíritu.

¿De qué le sirve posar sus ojos en los libros que contienen la Ley y la Doctrina que os revelé en los tiempos pasados, si su mente no logra penetrar en su significado, ni su corazón percibe su esencia?

Recordad que la sensibilidad y la intuición espiritual están atrofiadas en los hombres, y que por eso las más de las veces, al buscar mi verdad en aquellos textos, caen en erróneas interpretaciones.

Ellos tienen la luz frente a sus ojos, pero en vez de penetrar al fondo de las lecciones, se detienen en las letras, o sea en la forma exterior, con lo que frecuentemente se confunden.

Mas ya estoy aquí para hacer luz en los misterios y en las tinieblas, así como para libraros de confusiones y de errores.

Parábola

«Encontrábase delante de Dios un espíritu lleno de luz, pureza e inocencia que dijo a su Señor: -Padre, decidme cuál es mi misión porque deseo serviros.

Y el Señor con dulzura le respondió: Esperad, voy a unir en el mundo a un hombre y a una mujer y de su unión nacerá un hijo en el cual encarnaréis, para que siendo hijo del hombre recojáis experiencia en las pruebas del mundo y sintáis de cerca la ternura de una madre y la caricia de un padre.

«Regocijóse el espíritu y esperó. Entre tanto, el Señor unió un varón a una mujer con lazos de amor y así les envió por el camino de la vida.

«Un nuevo ser germinó en el seno de la mujer y entonces Dios envió a aquel espíritu a encarnar en aquel cuerpo y al noveno mes contempló la luz del mundo. La madre sonreía de felicidad y el padre le contemplaba con orgullo.

Aquel hijo era la obra de ambos, era el fruto de su amor. La mujer se sintió fuerte y el hombre se sintió semejante en algo a su Creador. Los dos se dedicaron a cultivar aquel tierno corazón.

«El espíritu que animaba al hijo sonreía al contemplar la dulce mirada de su madre y la faz severa y a la vez cariñosa del padre.

«Pasó el tiempo y el padre en su lucha alejóse del nido de amor y tomando caminos torcidos se internó hasta perderse, dejando en los zarzales jirones de su vestidura, comiendo frutos venenosos y deshojando las flores que a su paso hallaba.

«Al sentirse enfermo y abatido recordó a los seres que había abandonado, intentó retornar en busca de ellos, mas las fuerzas le faltaron.

«Entonces, sacando fuerzas de flaqueza, arrastrándose y tropezando por el largo camino, llegó a las puertas del hogar, donde la esposa le recibió en sus brazos con lágrimas en los ojos: el hijo estaba enfermo y agonizaba.

«Al contemplar el padre a su hijo agonizante imploró a la caridad divina su alivio, mesó desesperado sus cabellos y blasfemó. Mas aquel espíritu desprendióse de su cuerpo y se fue al Más Allá.

«Los padres quedaron desolados, haciéndose mutuamente responsables de la desgracia que los afligía, él por haberse alejado, ella por no haberlo sabido retener.

«Cuando aquel espíritu llegó a la presencia del Creador le dijo: -Padre, ¿por qué me habéis apartado de los brazos de aquella dulce madre a quien mi ausencia ha dejado sollozante y desesperada?- A lo que el Señor respondió: Esperad, aguardad, que nuevamente volveréis al mismo seno, cuando aquellos hayan reconocido sus faltas y comprendido mi Ley.

«El hombre y la mujer continuaban unidos, solitarios, interiormente arrepentidos de sus faltas, cuando nuevamente fueron sorprendidos por el anuncio de un nuevo hijo. Dios hizo retornar al espíritu nuevamente en aquel seno diciéndole: Sed en aquel cuerpo que se prepara para la vida y recreaos de nuevo en aquel regazo.

«Los padres que daban por perdido al primogénito, no sabían que había vuelto a su seno, mas el vacío que el primero dejó lo llenó el segundo, volvió la alegría y la paz a aquel hogar, volvió a sonreír la madre y a recrearse el padre.

«Ahora el varón temía apartarse de los suyos y procuraba rodearles de amor, permaneciendo cerca de ellos.

«Pero el tiempo le hizo olvidar su pasada experiencia e inducido por los malos amigos, cayó en el vicio y en la tentación. La mujer le reclamaba y comenzó a repudiarle; el hogar fue convertido en un campo de batalla.

«Pronto el varón cayó vencido, enfermo y debilitado, mientras la mujer, dejando al hijo en la cuna, se levantaba en busca del pan para el inocente y del sustento para aquel compañero que no sabía amarla ni cuidarla.

«Ella sufría humillaciones y blasfemias, atravesaba por peligros y desafiaba los instintos de los hombres de mala fe. Y en esa forma llevaba el pan de cada día a los labios de los suyos.

«Dios tuvo caridad del espíritu inocente y antes de que abriera sus ojos a la razón, volvió a llamarle. Y cuando el espíritu fue ante su Señor, le dijo lleno de dolor: -Padre, nuevamente me habéis arrancado de los brazos de aquéllos a quienes amo, mirad cuán duro es mi destino; hoy os pido me dejéis ya sea en el seno de ellos o en el vuestro por siempre, mas no me hagáis ya caminar, estoy cansado.

«Cuando el varón volvió de su letargo, contempló un nuevo cuadro de dolor: la esposa lloraba sin consuelo a la cabecera del lecho donde yacía muerto el segundo hijo.

«Quiso el hombre arrancarse la existencia mas la esposa le detuvo diciéndole: -No atentéis contra vuestra vida, detened vuestra mano, mirad que nosotros mismos somos la causa de que Dios se lleve a nuestros hijos.

«El varón se serenó reconociendo que había luz en aquellas palabras. Un día y otro fueron trayendo la calma a aquellos corazones que recordaban con dolor a los hijos que partieron, que habían sido la alegría de aquel hogar que después se hundió en la desolación.

«El espíritu preguntó entonces a su Señor: -Padre, ¿nuevamente vais a enviarme a la Tierra?-

«-Nuevamente- le dijo el Señor, -y cuantas veces sea necesario, hasta pulimentar aquellos corazones.

«Cuando volvió a encarnar aquel espíritu, su cuerpo estaba enfermo porque su madre se encontraba enferma y su padre también. Desde su lecho de dolor, aquel espíritu se elevaba al Padre en demanda de alivio. Esta vez no había contemplado la luz del mundo, no había sonrisas en los labios de los padres, solamente llanto.

«La madre lloraba desde el amanecer hasta el anochecer junto a la cuna del infante, mientras el padre arrepentido sentía que a su corazón lo taladraba el dolor, al ver que el hijo había heredado sus propias lacras.

«Breve fue la estancia del espíritu en aquella carne enferma, retornando nuevamente a la presencia del Señor.

«Volvió la soledad entre los esposos, pero el dolor les había unido como nunca, sus corazones se amaban y se prometieron caminar unidos hasta el fin de la jornada. El varón cumplía con sus deberes, ella cuidaba a su esposo y ambos se sanaban de sus males.

«Creían difícil que Dios volviera a concederles un hijo más, y he ahí que cuando el Señor contempló que la salud corporal y espiritual florecía en aquellos seres, les envió aquel espíritu como un premio a la abnegación de la una y a la enmienda del otro, y del seno de la mujer brotó un cuerpecito fragante como un capullo, que inundó de felicidad y de paz aquel hogar.

«El varón y la mujer postrados y llorando de dicha, dieron gracias a su Señor, mientras aquel espíritu sufrido y obediente sonreía a través del hijo diciendo a Dios: -Señor, no me apartes más de mis padres, mira que hay paz en mi hogar, hay amor en sus corazones, hay calor en mi cuna, hay leche y miel en el seno de mi madre, hay pan en la mesa y en mi padre hay caricias y en sus manos herramientas de trabajo; bendícenos

«Y el Señor, con regocijo en su Espíritu, les bendijo y dejó unidos en un solo cuerpo, en un solo corazón y en una sola voluntad.»

La Reencarnación en la Biblia – Parte II

Este artículo pertenece al tema de La Reencarnación en la Biblia. Parte 2 de 2

Juan el Bautista: El Dilema de los Teólogos Cristianos

 

  • A pesar de la controversia y de los numerosos intentos por parte de las grandes religiones y sectas cristianas establecidas por negar las evidencias que atañen a la reencarnación del profeta Elías en Juan el Bautista, dichas evidencias son de tal magnitud que no pueden continuar siendo ocultadas…

La controversia comienza a partir de una profecía entregada por Malaquías durante el reinado de Darío, unos buenos 350 años antes del nacimiento de Jesús…y la profecía dice así:

 He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de
 Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres
 hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres...  
Malaquías 4:5,6 

Como desde hace tiempo ha sido ampliamente aceptado tanto por los teólogos judíos como por sus colegas cristianos, la profecía se refiere a que, previamente a la llegada del Mesías, habría de regresar Elías de Tesbe, el profeta que fuera arrebatado al cielo en un carro de fuego.
El problema aquí es que las religiones y sectas cristianas se niegan hoy, siguiendo las órdenes, no de un Papa sino las dadas por el Emperador romano Justiniano al Segundo Concilio de Constatinopla en el año 533 (ver Mandato Imperial) a aceptar que en Juan Bautista reencarnara el espíritu de Elías, basando su negación en un solo versículo:

 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres Tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú
 el profeta? Y respondió:  No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que
 demos respuesta a los que  nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo:
 Yo soy la voz de uno que clama en el  desierto: Enderezad el camino del
 Señor, como dijo el profeta Isaías. 
 Juan 1:21,23 

Esto parece ser contundente… y de hecho, así lo toman e interpretan los cristianos que no aceptan que pueda haber reencarnado Elías en Juan el Bautista, aunque curiosamente, omiten el explicar por qué Juan se autocalifica como «la voz de uno que clama en el desierto»… que es justamente la tarea que Elías habría de hacer. La explicación hacia esto viene más adelante en este documento.
Por el momento, comencemos revisando algunos puntos:
¿Por qué si Juan asegura no ser Elías, Jesús asevera exactamente lo contrario?

JUAN BAUTISTA DIJO: JESUS DIJO:

Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres Tú Elías?
Dijo: No soy.
¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.
Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta
a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto:
Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
Juan 1:21-23

Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.
Mateo 11:14

Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron,
sino que hicieron con él todo lo que quisieron
Mateo 17:12

Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que
quisieron, como ésta escrito de él.
Marcos 9:13
Número de citas con la refutación de que Juan el Bautista NO es Elías: 1 Número de citas donde Jesús afirma que Juan el Bautista SI fue Elías: 3
Y al rehusarse a aceptar que Elías pueda haber reencarnado en Juan el Bautista, los teólogos cristianos se meten directamente en un brete porque surgen de inmediato dos preguntas:
¿Miente alguno de los dos?

…porque si en un texto vinieran dos conceptos totalmente opuestos (e.g.: «la Tierra es redonda», «la Tierra NO es redonda») necesariamente uno de los dos es falso. El asunto sería, en este caso, dilucidar cuál de las dos afirmaciones es la correcta y verdadera… y cuál no lo es.

Si Elías nunca regresó (como anunciara Malaquías) ¿cómo pudo entonces haber sido Jesús el Mesías?

Resulta así, que si diéramos como buena la interpretación de que Elías NO fue Juan el Bautista, los teólogos judíos han tenido siempre la razón: Como Elías nunca llegó, tampoco lo hizo el Mesías… y por ello, lo continúan esperando.

Afortunadamente para nosotros, existen muchas cosas más que nos pueden ayudar a saber la verdad… y comprender que ni Juan el Bautista ni mucho menos Jesús dijeron mentira o inexactitud alguna…
Revisemos paso a paso todas las evidencias:

El Libro de Malaquías

Este libro, el último en el Antiguo Testamento, es sumamente importante porque contiene la profecía del regreso de Elías, que se llevará a cabo, como veremos de inmediato, con la reencarnación de el más grande profeta de Israel en Juan el Bautista. Nótese que las palabras del último párrafo son citadas textualmente en el pasaje de Mateo 3, cuando el ángel anuncia a Zacarías que en su hijo Juan (el Bautista) encarnaría el espíritu del profeta Elías.

 He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande
 y terrible . Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos  y el
 corazón de los hijos hacia los padres...
 Malaquías 4:5,6 

A continuación, uno tras otro para su mejor comparación, las descripciones en el Libro 2 de Reyes de la personalidad de Elías tesbita y en el Evangelio de Mateo de la personalidad de Juan el Bautista.

 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor
 de sus lomos;  y su comida era langostas y miel silvestre.
 Mateo 3:4
 Y ellos le respondieron: Un varón que tenía vestido de pelo, y ceñia sus lomos
 con un cinturón de cuero. Entonces  él dijo: Es Elías tesbita. 
 2 de Reyes 1:8 

¿Simple coincidencia? Veamos. Cuando el mensajero de Dios se aparece ante Zacarías para anunciarle que su mujer va a tener un hijo en el cual encarnará un profeta, anuncia con total claridad que el espíritu que morará en esa criatura por nacer es nada menos que el de Elías, citando incluso a Malaquías:

 E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver
 los corazones  de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de
 los   justos, para preparar  al Señor un pueblo bien dispuesto. 
 Lucas 1:17 

Citemos ahora el versículo (el único) que usan incorrectamente las religiones occidentales que no pueden aceptar la ley de reencarnación porque naturalmente verían disminuido su poder moral y material sobre las consciencias de los hombres. Lo curioso es que al negar que Juan el Bautista fuera la reencarnación del espíritu de Elías, acaban por negar también las aseveraciones del mismo Divino Maestro, como se podrá ver claramente más adelante.

 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres Tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta?  
 Y respondío: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que 
 nos  enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el 
 desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. 
 Juan 1:21,23 

Y ciertamente, cuando le preguntan los doctores de la ley a Juan el Bautista si era Elías, éste contesta que efectivamente, no lo es: él es Juan, hijo de Zacarías y Elizabeth.
Pero ¿qué hubiera sucedido si la pregunta le es formulada correctamente? «¿Llevas en tí el espíritu de Elías?» La respuesta, por supuesto, hubiera sido otra, confirmando lo anunciado por el ángel a Zacarías.

Y todavía existe la otra posibilidad: de que como viene constatado en Eclesiastés, el recuerdo de vidas pasadas hubiera estado vedado también para Juan el Bautista, pero Jesús, siendo el Hijo del Hombre y el Verbo Encarnado, era conocedor de todas estas cosas ocultas al normal de los mortales.

De no haber llegado el espíritu de Elías a morar en la vida y cuerpo de Juan el Bautista, las profecías de Malaquías 4 y Lucas 1 no se hubieran cumplido y el Mesías, al no regresar Elías, ¡aún no hubiera llegado! Los teólogos cristianos le están dando, inadvertidamente, la razón a los teólogos ortodoxos judíos que continúan negando que Jesús haya sido el Mesías porque también continúan esperando a Elías.

Tan no es así y que sí se cumplieron las profecías que Juan mismo lo aclara cuando reconoce ser la voz de aquel que clama en el desierto para preparar los caminos del Señor. Si Juan el Bautista no hubiese llevado en sí el espíritu del profeta Elías, ¿por qué entonces Jesús de Nazaret, el Mesías esperado de Israel, y a quien reconocemos como el Cristo, afirmaría de una manera tan rotunda éso?

 Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.
 Mateo 11:14 
 Mas os digo que  Elías ya vino, y no le conocieron, sino que
 hicieron con él todo lo que quisieron 
 Mateo 17:12 
 Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron  todo lo que quisieron,
 como ésta   escrito de él. 
 Marcos 9:13 

Es aquí cuando los teólogos enmudecen. Y se meten en el brete de tachar de mentiroso, debido a su incorrecta interpretación, sea a Juan el Bautista ¡o al mismo Cristo! El hecho de que entre los judíos contemporáneos a Jesús existía ya la noción y el conocimiento aceptado de la ley de reencarnación del espíritu lo demuestra el siguiente versículo, totalmente innecesario si el caso contrario hubiese sido lo verdadero:

 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de
 los profetas.  
 Marcos 6:14,15 

Tan era normal la noción de la reencarnación entre el pueblo de Israel, que de otro modo no se podría explicar el que Jesús a veces fuera tomado como la reencarnación de alguno de los profetas. En Marcos 8:27, Jesús mismo es quien pregunta a Sus discípulos:

 "¿Quién dicen los hombres que soy yo?" Ellos respondieron: Unos,
 Juan el Bautista,   otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. 
 Marcos 8:27 

El consenso de opinión general pareciera haber sido en ese momento de que Él era la reencarnación ya sea, de Juan el Bautista o de alguno de los profetas del Antiguo Testamento. El hecho de que muchos opinaran así demuestra que la reencarnación era un concepto ampliamente difundido y aceptado en el Israel contemporáneo de Jesús…incluyendo por lo que se puede ver, al mismo Divio Maestro, quien no corrige ni enmienda esa noción.

Una lectura del siguiente versículo arroja aún más luz sobre el conocimiento que los discípulos tenían ya de la reencarnación.

 Al pasar Jesús vió a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron 
 sus discípulos,  diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres para 
 que haya nacido ciego?  
 Juan 9:1,2 

¿Qué sentido hubiese tenido que los discípulos de Jesús hubieran formulado esta pregunta si no supieran que se puede pecar antes de nacer, es decir, en una existencia anterior? ¿O es que alguien puede ser «castigado» por Dios -desde su nacimiento- antes de haber cometido pecado alguno?

La resurrección de la carne es la reencarnación del espíritu.

Una de las maneras de ocultar la ley de la reencarnación del espíritu, es a través de inclinar la interpretación de numerosos pasajes de la Biblia que tratan de aquello, para hacerles parecer que se refieren a la materialista noción de la resurreción de los cuerpos de los muertos. Jesús refuta esta interpretación materialista, y explica que la resurreción de la materia es del espíritu (los ángeles en el cielo).
Jesús y la reencarnación.

 Aquel día vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay
 resurreccion, y le   preguntaron,   diciendo: Maestro, Moisés
 dijo: Si alguno muriere sin hijos, su  hermano se casará con su
  mujer, y levantará descendencia a su hermano. Hubo, pues, entre
 nosotros siete hermanos;   el primero se casó, y murió; y no
 teniendo  descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma
 manera también el segundo,  y el tercero, hasta el séptimo. Y
 después de todos murió también la mujer. En la  resurrección, pues,
 ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la  tuvieron?
 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las  
 Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se
 casarán ni se darán  en casamiento, sino serán como los ángeles de
 Dios en el cielo. 

Y en el versículo siguiente -por si todavía hubiera duda- Jesús desestima por completo la grosera interpretación de la resurrección de cadáveres cuando afirma: Dios es Dios de vivos, no de muertos.

 Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿No habéis leído lo
 que os fue dicho   por  Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham,
 el Dios de Issac y el Dios de Jacob? Dios no  es Dios de muertos, sino
 de vivos. 
 Mateo 22:23,32 

En el siguiente pasaje del Evangelio de Mateo, Jesús explica cuál es la razón por la cual un espíritu no vuelve a tomar un cuerpo «ya usado».

 Nadie pone remiendo de paño nuevo en un vestido viejo; porque tal
 remiendo tira  del  vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino
 nuevo en odres viejos; de otra manera  los  odres se rompen, y el
 vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino  nuevo
 en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.  
 Mateo 9: 16,17 

Juan 3

En el Evangelio de Juan, el Divino Maestro habla de la resurrección no como el cuerpo de un hombre volviendo a la vida -de la carne- sino a través del nacimiento, la reencarnación del espíritu en un cuerpo nuevo.

 Respondió Jesús y le dijo: De cierto de cierto os digo, que el que
 no naciere de nuevo,   no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le
 dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer  siendo viejo?  ¿Puede acaso
 entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 
 Juan 3:3,4 

El versículo transcrito abajo ha sido interpretado por los teólogos cristianos, indebidamente, como referente al bautizo material.

Debemos aclarar que el cristianismo, al no aceptar los significados espirituales, continúa bautizando ritualmente a sus hijos con el bautismo de Juan, no con el bautismo sutil y espiritual del Mesías; después de todo, es más fácil ser literal con el bautismo de agua; la aplicación literal del bautizo de fuego resultaría en severos daños para el así bautizado.

Al responder Jesús a Nicodemo, le dice que no confunda lo material con lo espiritual, que es precisamente lo que los teólogos modernos -igual que Nicodemo- han hecho. La clave para una correcta interpretación está en el versículo de Lucas que hemos puesto inmediatamente después, donde Juan el Bautista (Elías) analiza por nosotros el significado del agua y el significado del fuego: arrepentimiento y espíritu, respectivamente.
De este modo sabemos que Dios concede una nueva vida a aquéllos espíritus que, debido al arrepentimiento, sabrán reconocer en cada nueva vida, una nueva oportunidad para enmendarse, pues ciertamente, quien no se enmienda no puede entrar al Reino. Y los espíritus que no se arrepienten de sus errores, permanecen en el valle espiritual en tinieblas sin reencarnar (véase I Pedro 3:18 al 20).

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que 
no naciere de agua y del   Espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne  es; y 
lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 
Juan 3;5,6 Yo a la verdad os bautizo en agua para 
arrepentimiento, pero el que viene tras de mí, cuyo calzado 
yo  no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os 
bautizará en Espíritu Santo y  fuego.  
Mateo 3:11 

A continuación, el Divino Maestro usa la metáfora del viento -la palabra griega significa tanto espíritu como viento- para hablar, una vez más, del espíritu que llega a posarse en el vientre de las madres, y que éstas ignoran de donde vino ese espíritu.

 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
 El viento sopla  de donde   quiere, y oyes su sonido; mas ni
 sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel   que es
 nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo  puede 
 hacerse esto?  Respondió Jesus y le dijo: ¿Eres tú maestro de
 Israel, y no sabes ésto?.  
 Juan 3:7-10 

Y el concepto de no saber de quién es o de donde viene el espíritu que anima a un nuevo ser humano al nacer, se encuentra también en esta afirmación que el Maestro le hace a Sus discípulos:

 Vosotros no sabéis de qué espíritu sois. Lucas 9:55 

Pablo y la reencarnación del espíritu.

En las Cartas o Epístolas de Pablo de Tarso, el llamado apóstol de los gentiles, éste se refiere con amplitud al concepto de la renovación del hombre («viejo hombre» le llama Pablo en Romanos 6:6) a través de el sacrificio de Jesús, el Cristo, así como a la resurrección de la carne en el tiempo final, idea de la doxología farisea que llegó al cristianismo precisamente por Pablo. Pero existe un pasaje sumamente «misterioso» -incluso Pablo describe lo que explica como un misterio- y que habla de algo diferente: la reencarnación.

En la primera Epístola a los Corintios, después de tratar acerca de la resurreción de la carne en el sentido literal, es decir, la resucitación de los muertos (1 Corintios 15:12-29), Pablo entra en un terreno insospechado a partir del versículo 35. Comienza por desechar la idea de que se reencarne en el mismo cuerpo anterior («lo que siembras -el cadáver- no es cuerpo que ha de salir») sino en un cuerpo diferente, según la voluntad de Dios.

 Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué
 cuerpo vendrán? Necio, lo que   tú siembras no se vivifica,
 si no muere antes. Y lo que siembras no es el  cuerpo que ha  
 de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano;
 pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su
 propio cuerpo. 
 1 Corintios 15: 35-38 

Por si fuera poco, Pablo continúa y aclara que, contrario a lo que creen algunas religiones orientales, el espíritu que antes habitó en un hombre no puede encarnar en otra criatura más que en otro ser humano y expone las razones para ello, reafirmando lo dicho por Jesús a este respecto. Ver el párrafo de los odres viejos.

 No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la
 de los hombres, otra carne la  de las bestias, otra la de
 los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales
 y  cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales,
 y otra la de los terrenales.  
 1 Corintios 15: 39,40 
 Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden
 heredar el reino de Dios,  ni  la corrupción hereda la incorrupción.
 1 Corintios 15:50 

Y el que transcribimos a continuación es el pasaje cumbre de las explicaciones de Pablo respecto a la resurrección de la carne entendida como la reencarnación del espíritu. Nótese la diferencia que Pablo pone entre los que duermen, los que mueren y los que son transformados. Hay teólogos que pretenden interpretar el «dormir» de que habla Pablo como la muerte, pero si así fuera ¿por qué entonces dice Pablo que algunos no dormirán, incluyéndose él? (Pablo fue degollado cerca del año 70 DC)

 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos
 seremos transformados,  en  un  momento, en un abrir y cerrar
 de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta,
 y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
  transformados.   
 1 Corintios 15: 51, 52 

Y Pablo termina su explicación parafraseando a Oseas, negando también él la ineexorabilidad de la muerte.

 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro,tu victoria?
 1 Corintios 15: 55 

Por cierto, en Efesios 1:4 viene claramente especificada la pre-existencia del espíritu, no sólo antes de esta vida sino antes de la creación material misma: Orígenes, Padre de la Iglesia, usaba precisamente este párrafo para demostrar la pre-existencia del espíritu previamente a la creación material.

 ...según nos escogió en él antes de la fundación del mundo para que
 fuésemos santos y  sin  mancha delante de él. 
 Efesios 1:4 

El Apóstol Pedro y los espíritus encarcelados.

Pedro (Cefas), el apóstol que atestiguara la transfiguración en el Monte Tabor, escribe sobre «los espíritus encarcelados» que quedaron retenidos después del Diluvio.

 Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por
 los injustos, para llevarnos  a  Dios, siendo a la verdad muerto en la carne,
 pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y   predicó a los
 espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una
 vez esperaba  la paciencia de Dios, en los días de Noé, mientras se preparaba
 el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. 

1 Pedro 3: 18-20

Ésto hace surgir de inmediato numerosas interrogantes.

– ¿Únicamente los espíritus de los grandes pecadores quedaban encarcelados?

– ¿Dónde estaba o qué era -o es- esa «cárcel»?

– Y los espíritus de los hombres que no eran grandes pecadores -Jacob, David, Salomón, los profetas, etc.- ¿dónde estaban mientras tanto?

Sabemos, por ejemplo, de un «lugar» metafórico al que Jesús llama «el seno de Abraham» y en la parábola de Lázaro y el rico avaro (Lucas 16:20-25) se puede inferir que al menos existen dos «lugares» o situaciones en las cuales los espíritus habitan, una vez desencarnados.

Y aquí es donde, en vista de los análisis anteriores, entra la última gran interrogante: ¿No será la reencarnación -el retorno al mundo en una nueva vida humana para corregir errores- la otra opción propuesta por el infinito amor de Dios, opción a la que Pablo califica de misterio y que sin embargo el Espíritu de Verdad nos vino a explicar en este Tercer Tiempo? Ver La Reencarnación del Espíritu.


SINOPSIS El debatido tema de la reencarnación del espíritu. Desde la controversia de Jerónimo en contra de Orígenes, Justiniano el emperador romano, por cuestiones políticas, ordenó condenar la reencarnación como herejía en total contraposición al Papa Virgilio que en aquel entonces se suponía gobernaba la Iglesia cristiana; el poder imperial y militar de Justiniano prevaleció encima del poder moral del Papa y a partir de entonces todas las religiones cristianas, hasta el día de hoy, católicas o no, no aceptan la doctrina de la reencarnación del espíritu.

 

No obstante ésto, reencarnar es la única opción que tiene el espíritu de los pecadores para su salvación. El Espíritu Santo en este Tercer Tiempo, entregó El Tercer Testamento, las revelaciones divinas que contienen la explicación de la reencarnación. Reencarnación del espíritu significa la resurrección de la carne pero visto desde lo espiritual. Reencarnaremos todos, y al que no crea en ello, no hay problema… ya creerá.

Tal y como sucede con las leyes inexorables, no es necesario saber de ellas o creer en ellas para de todas maneras estar sujetos a las mismas tal y como sucede con la ley de la gravedad: Antes de Newton, ésta actuaba, lo supiéramos o no. El tema de la reencarnación está contenido en la Biblia, aunque no con ese nombre.

La reencarnación es algo más que una idea exótica, extraña o sobrenatural, es el amor divino llevado a su máxima expresión. La Doctrina del Espíritu Santo nos habla de ello, porque la reencarnación es la oportunidad de corregir errores pasados así como completar tareas incabadas en una nueva vida… o cuantas de éstas fueran necesarias.

La Reencarnación en la Biblia – Parte I

Este artículo pertenece al tema de La Reencarnación en la Biblia. Parte 1 de 2

Aun cuando la palabra «reencarnación» no existe como tal en la Biblia -de hecho, esa palabra no existe en hebreo arcaico y el término usado en arameo ha sido traducido como «resurrección»-, el concepto sí se encuentra en los textos del Antiguo Testamento, y mucho más claramente en los del Nuevo Testamento.
Aunque en la era actual las religiones cristianas no aceptan la reencarnación, ésta era ampliamente aceptada por los contemporáneos de Jesús y Sus apóstoles; fue hasta el Concilio de Constantinopla en el año 553 de la era cristiana cuando la definición de la reencarnación como herejía, inducida en mucho por un folleto ordenado por el Emperador Justiniano declarando anatema este concepto. Para una mayor comprensión de los antecedentes sobre la postura del cristianismo acerca de la reencarnación, léase La Reencarnación y las Iglesias Cristianas.A continuación, vienen algunos de los párrafos relativos a la reencarnación en la Biblia, con un pequeño análisissobre lo que estos textos realmente significan.Hemos separado estos textos y su análisis en dos partes; la primera atañe al Primer Tiempo, los tiempos de la Ley y los Profetas comprendidos en el Antiguo (el Primer) Testamento. La segunda cubre desde la llegada de Juan el Bautista, el precursor, y las enseñanzas de Jesús, el Divino Maestro contenidas en los Evangelios, hasta los escritos de Pedro y Pablo, ésto es, el Nuevo (Segundo) Testamento.

El concepto de la reencarnación en la Biblia

Génesis 28: La Escala de Jacob.

Desde el libro de Génesis, que cubre el tiempo de los patriarcas, viene contenido el concepto de la reencarnación, del continuo ir y venir de los espíritus (ángeles de Dios) entre el valle espiritual y la tierra. Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham fuen quien tuvo un sueño donde se entrega al hombre esta revelación.

Algunos creen equivocadamente que este pasaje se refiere sencillamente a la potestad divina de enviar mensajeros para comunicarse con los hombres, pero si ésto fuera así, el orden sería al revés: primero descenderían y luego subirían.

Al especificarse que los espíritus primero suben y luego vuelven a descender, implica algo mucho más profundo; la muerte (subir) y la reencarnación (descender).

 Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en la tierra, y su extrem
 o  tocabaen el cielo;  y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por
 ella.  
Génesis 28:12 

El Libro de Job

Los libros sapienciales y proféticos de la Biblia están escritos en un lenguaje alegórico, con el uso abundante de metáforas (metáfora=empleo de una palabra con un sentido diferente al suyo y que identifican dos objetos distintos que guardan una relación de semejanza).

Así, en el Libro de Job vemos la alegoría del árbol cortado (muerto) que es renovado, y que el escritor bíblico usa para cuestionarse si ésto mismo no sucederá con el hombre. Nótese que cuando menciona «como planta nueva», la alegoría es mucho más cercana al concepto de reencarnación (en un cuerpo nuevo) que la resurrección como muchos la entienden (en el mismo cuerpo).

 Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; Retoñará aún,
 y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su 
 tronco fuere muerto en el polvo,  al percibir el agua reverdecerá y hará 
 copa como planta nueva. 
 Job 14:7-9  Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?  Todos los días de mi
 edad esperaré hasta que venga mi liberación. Entonces  llamarás y yo te
 responderé; tendrás afecto a lo que hiciste con tus manos. 
 Job 14:14,15 

 

El Libro de Salmos

Este libro atribuido a David, rey de Israel, contiene ciertos pasajes que se refieren a la vida después de la muerte y a la esperanza de que ésta sea derrotada. La numeración de los salmos corresponde a la versión bíblica de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera; las biblias católicas difieren en numeración aunque los textos son similares.

 Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea 
 corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay 
 plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre. 
 Salmo 16:10,11  
 Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida, para que
 no descendiese a la sepultura.
 Salmo 30:3,4 A ti, oh Jehová, clamaré,  y al Señor suplicaré. ¿Qué
 provecho hay en mi muerte cuando descienda  a la sepultura? ¿Te
 alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad? 
 Salmo 30:8  He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre
 los que que  esperan en su misericordia, para librar sus almas de
 la muerte, y  para darles vida en tiempo de hambre.
 Salmo 33:18,19 Pero Dios  redimirá mi vida del poder del Seol,
 porque él me tomará consigo. 
 Salmo 49:15 

Mas en este siguiente pasaje, el rey-profeta va más allá de la esperanza en una vida después de la muerte. Al referirse a un espíritu renovado, concuerda con Job 14:7-9 y con Job 14:14,15 y claramente habla de la reencarnación.del espíritu.

 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu 
 recto dentro de mí. No me eches de delante de tí, y no quites de
  mí tu santo Espíritu, Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu 
 noble me sustente. 
 Salmo 51:10,12 

Más adelante, el salmista le pregunta a Dios si podrá dar éste vida de nuevo.

 Así no nos apartaremos de ti; vida nos darás, e invocaremos tu  nombre.
 !Oh Jehová. Dios de los  ejércitos, restáuranos! Haz  resplandecer
 tu rostro, y seremos salvos. 
 Salmo 80:18,19 
 ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti? 
 Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia, y danos tu salvación. 
 Salmo 85:6,7 

El uso de la noción del cuerpo humano como vestimenta del espíritu se encuentra claramente en la siguiente metáfora:

 Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un vestido 
 los mudarás y serán mudados. 
 Salmo 102:26 

En el siguiente versículo, la referencia al valle espiritual en tinieblas es muy clara y aquí habría que concordarlo con 1 Pedro 3:18 al 20, donde se habla de lo mismo, aunque David habla aquí de la reencarnación en el pasado.

 Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte, aprisionados en
 aflicción y en hierros. Los sacó de las tinieblas y de la sombra 
 de muerte, y rompió sus prisiones. 
 Salmo 107:10,14 

El Libro de Eclesiastés

En la siguiente alegoría que se encuentra a través de diversos versículos del Libro de Eclesiastés, también llamado El Predicador y cuya autoría se le atribuye al rey Salomón, hijo de David, se puede descubrir una clara referencia a la continua reencarnación de los espíritus, al incesante ir y venir de la vida humana. Incluso se refiere al velo que hace que no recordemos vidas anteriores. Y una vez más, se refiere a la reencarnación llamándole restauración.

 Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de  donde
 los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. ¿Qué  es lo
 que fué? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo 
 mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de 
 que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que 
 nos han  precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de 
 lo que sucederá habrá memoria  en los que serán después. 
 Eclesiastés 1:7,9,11 
 Aquello que fué, ya es; y lo que ha de ser,  fue ya; y Dios restaura
 lo que pasó. 
 Eclesiastés 3:15 

El Libro de Isaías

Este libro, el cual para algunos teólogos es realmente obra de dos o quizás tres diferentes escritores escribiendo en diferentes épocas, contiene conceptos muy profundos acerca de la vida, la muerte…y la reencarnación. La primera referencia habla de que la muerte es evitable.

 Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda 
 lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de 
 toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. 
 Isaías  25:8 
 Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. !Despertad y cantad,
 moradores del polvo!  porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y 
 la tierra dará sus muertos. 
 Isaías 26:19 

El versículo que sigue pone muy en claro que la muerte no es creación divina sino humana; lo interesante es que niega la inexorabilidad de la muerte.

 Y será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el 
 Seol no será firme;  cuando pase el turbión del azote, seréis de él
 pisoteados. 
 Isaías 28:18 

Después, el escritor bíblico aclara que la «resurrección» será a través del nacimiento, cosa que Jesús reafirma en Juan 3.

 Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago 
engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios... ...Y veréis, y se 
 alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba;
 y la mano de Jehová para con sus siervos  será conocida, y se enojará 
 contra sus enemigos. 
 Isaías 66:,9,14 

El Libro de Jeremías

Este libro que unos atribuyen a Baruc, el escriba y otros al mismo Jeremías -de quien trata el libro- contiene el concepto básico, la razón fundamental de la ley de reencarnación espiritual: el perfeccionamiento del espíritu.

A través del uso de la metáfora de la vasija del alfarero, que representa las vidas humanas, se nos dice que éstas serán tantas como sean necesarias para lograr su objetivo: contener el espíritu en su jornada hacia la perfección.

 Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a 
 casa del alfarero,  y allí te haré oir mis palabras. Y descendí a 
 casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la 
 vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano;  y volvío 
 y la hizo otra vasija, según le parecío mejor hacerla. Entonces vino 
 a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como 
 este alfarero, oh casa  de Israel? dice Jehová. He aquí que como el 
 barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa 
 de Israel. 
 Jeremías 18:1,6 

Y el versículo siguiente es contundente para aquellos que dudan del poder divino, capaz de dotar de múltiples vestiduras al espíritu.

 He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea 
 dificíl para mí? 
 Jeremías 32:27 

El Libro de las Lamentaciones

En esta continuación de las ideas anteriores, el escritor destruye la idea de la condenación eterna, obstáculo, según algunos, para que sea posible la reencarnación.

 Porque el Señor no desecha para siempre;
 Lamentaciones 3:31 

Y al igual que en Eclesiastés, la idea de la renovación parece ser contínua y cíclica.

 Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días 
 como al principio. 
 Lamentaciones 5:21 

El Libro de Ezequiel

Este libro profético que ha sido objeto de detallados estudios y análisis por muchas razones, contiene detallados los elementos que son necesarias para la reencarnación del espíritu.

Es importante hacer notar que, hasta Aristóteles, los antiguos creían que las funciones mentales se efectuaban en el corazón; el conocimiento de que éstas se llevan a cabo en el cerebro es relativamente moderna. Por ello, cuando el profeta se refiere al corazón, de lo que está realmente hablando es de la mente.

Así vemos que al darse una nueva vida, viene con ella no sólo un nuevo espíritu sino una nueva mente. Esto va a ser de capital importancia cuando se analicen los pasajes acerca de la reencarnación de Elías en Juan el Bautista que viene descrita en el Nuevo Evangelio.

 Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos;
 y quitaré el corazón  de piedra de en medio de su carne, y les daré
 un corazón de carne. 
 Ezequiel 11:19
 Echad  de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado,
 y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa 
 de Israel?. 

Una vez más, vemos que la muerte del hombre no es creación divina.

 Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; 
 convertíos, pues, y viviréis.  Ezequiel 18:31,32 Os daré un corazón
 nuevo, y pondré espíritu nuevo  dentro  de vosotros; y quitaré de vuestra
 carne el corazón de piedra,  y os daré un corazón de  carne. Y pondré dentro
 de vosotros mi Espíritu,  y haré que andéis en mis estatutos, y
 guardéis mis preceptos, y los  pongáis por obra. 
 Ezequiel 36: 26,27 

A continuación, viene transcrito el pasaje del valle de los huesos secos, el que ha sido tomado por algunos teólogos en su sentido más literal. La clave del asunto está en la expresión «huesos secos», la cual se repite para no dejar duda de lo que se quiso significar con ello: el polvo de la tierra.

Cuando el profeta, siguiendo las órdenes de Dios, le habla a los «huesos secos» les dice precisamente que de ahí brotará de nuevo la carne para finalmente, ser dotada de espíritu; los antiguos ignoraban lo que ahora conocemos como «la cadena de la vida», expresión moderna que describe el ciclo de recuperación de la materia orgánica para dar vida a nueva vida material. Nada se desperdicia y todo, finalmente, vuelve a la vida; la materia a la materia, y el espíritu a animar cuerpos.

 La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y
 me  puso en medio  de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar
 cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobra la
 faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de  hombre,
 ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes Me dijo  entonces: 
Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra  de Jehová.
 Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar  espíritu
 en vosotros y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir  sobre 
vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y  viviréis;
 y sabréis que yo  soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado;  y hubo un
 ruido mientras yo profetizaba,  y he aquí un temblor; y los huesos se  juntaron 
cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí  tendones sobre ellos, y la  carne subió,
 y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había  en ellos  espíritu. Y me dijo:
 Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y dí al  espíritu: Así ha dicho 
Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y  sopla sobre  estos muertos,
 y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y  entró espíritu en ellos, y 
 vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército  grande en extremo. Me dijo luego:
 Hijo  de hombre, todos estos huesos son la  casa de Israel. He aquí, ellos dicen:
 Nuestros huesos  se secaron, y pareció  nuestra esperanza, y somos del todo destruídos. 
 Por tanto, profetiza  y diles:  Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros
 sepulcros, pueblo mío,  y os  haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la 
 tierra de Israel. Y  sabréis que yo soy  Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os
 saque de  vuestras sepulturas, pueblo mío. Y  pondré mi Espíritu en vosotros, y 
 viviréis  y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis  que yo Jehová hablé,
 y lo hice,  dice Jehová. 
 Ezequiel 37:1,14 

El Libro de Daniel

Este libro, incompleto en las versiones no católicas -en el canon católico se incluye el Libro II de Daniel- contiene la profecía del regreso de Daniel al final de los tiempos.

 Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al
 fin de los días. 
 Daniel 12:13 

El Libro de Oseas

En Oseas viene reafirmado el concepto de que Dios es enemigo de la muerte. Esto lo toma Pablo más adelante.

 De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré
 tu  muerte;  y seré tu destrucción, Oh Seol; la compasión será escondida de mi
 vista. 
 Oseas 13:14 

El Libro de Amós

En esta profecía, se encuentra la contundente afirmación de que tanto los espíritus confundidos -los de abajo, en el Seol, el «infierno» hebreo- como los espíritus de los obedientes -los que subieron al valle espiritual- están sujetos a la ley de reencarnación del espíritu.

 Aunque cavasen hasta el Seol, de allá los tomará mi mano; y aunque subieren hasta
 el cielo,  de allá los haré descender.
 Amos 9:2 

El Libro de Jonás

Una vez más encontramos en este libro el concepto del regreso a la vida. Nótese cómo el significado simbólico de «para siempre», al ser refutado en su forma literal en la línea siguiente, echa por tierra muchas interpretaciones que basan la creencia de un castigo eterno en incorrectas lecturas de los textos bíblicos.

 Y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno de Seol clamé,
  Y mi voz oíste. Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos
  sobre mí para siempre; Mas Tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío.
  Jonás 2:2,6 

La reencarnación y el Cristianismo: Por la voluntad del Emperador

Es difícil de creer pero quien proscribió el concepto de reencarnación del Cristianismo fue… ¡un emperador romano!

Y lo hizo por propósitos muy mundanos.

Verás: En el año 543 de la era presente, el Emperador Justiniano (considerado por los historiadores como el último emperador romano), convocó un sínodo en Constantinopla, con el único propósito de condenar las enseñanzas de Orígenes sobre la doctrina de la reencarnación aunque el pretexto fue otro: Deliberar sobre los «Tres Capítulos» de las iglesias disidentes (consideradas por Justiniano como rebeldes y heréticas) que no se encontraban bajo el poder directo de Roma. Orígenes era en ese entonces, el más respetado y amado Padre de la Iglesia cristiana original.

El Mandato Imperial contra el Papa

El concilio, conocido también como el Segundo Concilio Ecunémico fue presedido por el Eutiquio, aspirante al patriarcado de Constantinopla, obviamente sujeto a Justiniano, y contó con la presencia de 165 obispos.

Pero el Papa Virgilio, cuya presencia había sido requerida por el Emperador, se opuso fuertemente al concilio y se refugió en una iglesia en Constantinopla, temeroso de la ira vengativa del malvado Emperador. El Papa no estuvo presente en ninguna de las deliberaciones ni envió representante alguno y por lo tanto, jamás aceptó que la doctrina de la reencarnación fuera proscrita del credo cristiano.

El concilio, bajo el total control del Emperador y en la ausencia del Papa, elaboró una serie de anatemas; unos historiadores dicen que fueron 14 y otros que fueron 15, anatemas que fueron dirigidas intencionalmente en contra de las tres escuelas de pensamiento a las que calificaron como heréticas, cuyas creencias Justiniano veía como enemigas de sus intereses políticos y que tenían a Orígenes como su teólogo más respetado. Dichos documentos fueron conocidos, a partir de entonces como «Los Tres Capítulos».

Sólo estos documentos fueron presentados al Papa para su aprobación pero la reencarnación ni siquiera era mencionado en tales papeles.

Pero el poder de Justiniano fue más que suficiente para hacer que su decisión personal de proscribir la reencarnación del canon cristiano prevaleciera por encima de las creencias del mismo Papa.

Los sucesores de Virgilio, incluyendo a Gregorio el Grande (590-604), aunque se ocuparon de diversos asuntos que surgieron a partir del Quinto Concilio, no mencionaban en lo absoluto nada acerca de los conceptos de Orígenes relativos a la doctrina de la reencarnación.

Las Trampas de Un Político Astuto

Lo que Justiniano hizo, fue forzar la aceptación de su decisión personal a lo que parece ser meramente una sesión de obispos que nnunca fue realmente un concilio, ya que no contó ni con la presencia ni con la aprobación del Papa.

Como muchos políticos astutos, Justiniano se las ingenió para aparentar públicamente que contaba con el apoyo ecuménico para esa proscripción la que, repetimos, no estaba incluida en los papeles y acuerdos derivados de ese concilio.

Después de todo, ¿qué obispo podría haberse opuesto a él y rehusarse a seguir sus órdenes?

Es a partir de entonces que la noción de la reencarnación desapareció del pensamiento cristiano en Europa y muchos creen, todavía hasta el día de hoy, que la no aceptación de la reencarnación es un verdadero dogma inspirado.

Todo por la decisión de… un emperador romano.