Para poder responder esta pregunta, necesitamos hacer primero un poco de historia que nos lleve a comprender a fondo de dónde surgió ese concepto de: «el lugar del castigo eterno».
Si analizamos el Antiguo Testamento, podemos darnos cuenta de que no existe en él una sola mención que haga referencia al infierno; en ese Primer Testamento, aparece la palabra Seol o Sheol, pero no tiene nada que ver con el concepto del infierno que surgió mucho tiempo después. En este concepto no está implícito ni el fuego ni la condenación eterna, sino simplemente refiere el lugar o la mansión de todos los muertos.
Dice Jacob en Génesis 37:35, cuando pensó que su hijo José había muerto: «…Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol…». Y en Isaías 38:10 Ezequías, rey de Judá dice: «…A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años». En el capítulo 14, versículos 9 y 11, Isaías dice contra del rey de Babilonia: «El Seol abajo se espantó de ti; despertó muertos que en tu venida salieron a recibirte…» «…Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán».
La palabra Sheol, viene de la voz hebrea «Shael» que quiere decir: examinarse o inquirir o interrogar, es decir, reflexionar. Lo cual quiere decir que el concepto que se tenía antiguamente sobre el seol, no era el del castigo eterno, sino simplemente el lugar donde los que morían entraban en reflexión o esperaban.
Existen también muchos otros versículos que nos muestran que no sólo se veía al Seol como el lugar de espera y reposo de los muertos, sino que había quienes pensaban que los vivos también podían llegar a él, como en el Salmo 16:9, 10 de David: «…Mi carne también reposará confiadamente, porque no dejarás mi alma en el Seol…»
O el versículo 16:30 de Números: «Se dice que los que pecaron y se levantaron contra Moisés, Dios los hizo descender vivos al Seol».
O el Salmo 55:15, donde versa: «Desciendan vivos al Seol, porque hay maldades en sus moradas».
Al ser traducida al griego la Septuaginta en Alejandría, entre los años 250 y 100 a.C., aparece por primera vez en lugar de la palabra Sheol, la palabra «Hades», que según la tradición helénica era el lugar de abajo, era el concepto de un hoyo o fosa, una tumba o un lugar debajo de la tierra.
Hades viene de «alpha» y «eido», que en esta concepción quieren decir: «nada» y «saber» o «conocer», por lo que el concepto es el de no saber nada, ignorar, estar en tinieblas. Es este el concepto más cercano que encontraron los Setenta para traducir al griego lo que la palabra Sheol significaba.
Ahora bien, al entrar el paganismo en Israel a través de los reyes idólatras, en el valle de Hinnom, llamado también Ge Hinnom, estos reyes paganos comenzaron a realizar sacrificios humanos, los cuales consistían en quemar en grandes hogueras a sus hijos
primogénitos en honor del dios Moloch (Levítico 18:21; 20:2-5; 2 Reyes 23:10). Estos actos inhumanos influyeron para darle al valle de Ge Hinnom, el contexto de lugar de lo terrible, de lo inmundo.
Con la llegada del Segundo Tiempo, en el Segundo Testamento aparece el concepto de la barranca para quemar las cosas impuras, y a similitud de Israel en el desierto, se adopta en Jerusalén la costumbre de usar ese lugar bajo donde se quemarán todos los desechos y la basura.
A estos lugares en recuerdo de los sacrificios humanos que se hicieron en el Valle de Ge Hinnom, se les llamó «Gehenna»; de esta manera, cuando se quería hablar del lugar que correspondía a todo lo impuro se hablaba de la Gehenna.
«…Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehenna…» Mateo 5:29
El análisis equivocado de frases como esta, hace que surja el concepto del fuego como forma de castigo a las faltas de los hombres.
«Fuego vine a meter a la tierra; ¿Y qué quiero si ya se ha encendido?…» Lucas 12:49.
«…Y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará…» Lucas 3:17.
«…Todo árbol que no dá buen fruto, es cortado y echado en el fuego». Mateo 7:19.
«…A otros salvad, arrebatándolos del fuego…» Judas 23.
¿Cuál es el verdadero significado del fuego en estos y en tantos otros pasajes del Primero y Segundo Testamentos? Para poder comprenderlo, debemos llegar a la naturaleza de las cosas: ¿Cuáles son las propiedades del fuego? ¿Qué es lo que sucede cuando sometemos alguna cosa a ese elemento? El fuego consume y purifica todo aquello que toca, mas, ¿ese fuego del que hablan las Escrituras actúa sobre la materia o sobre el espíritu? ¿Es verdad que es el fuego el que castiga los pecados humanos?
Veamos lo que nuestro Padre Celestial nos dice al respecto en el Tercer Testamento:
«Mas si creéis que lo que llamáis fuego eterno no es para el cuerpo sino para el espíritu, ese es otro grave error, porque en el reino espiritual no existen los elementos materiales, ni el fuego tiene acción sobre el espíritu.
Lo que es nacido de materia, materia es; lo que es nacido del espíritu, espíritu es». Tercer Testamento. Enseñanza 352:45, 46.
¿Qué simboliza entonces en las Escrituras la alegoría del fuego? ¿Es acaso que existe otro tipo de fuego diferente al que conocemos?
«Cuando la conciencia de un pecador logra apartar al espíritu de su materialismo y le señala todos sus errores, la comprensión de su ingratitud le hará arrepentirse y la vergüenza que sufra será tan intensa, que os parecerá débil junto a ella la falsa idea del fuego material como elemento purificador del espíritu.» Enseñanza 76:38 idem
«La conciencia es la luz de Dios, y esa luz es fuego de amor que consume toda impureza. He ahí el fuego en que se funde el nuevo espíritu, para levantarse otra vez lleno de luz». Enseñanza 76:39. Tercer Testamento
Cuando comprendemos todo esto de una manera espiritual, y llegamos al conocimiento de que el fuego del que hablan las escrituras es en realidad la Conciencia, esa voz de Dios que tarde o temprano será escuchada por todos actuando como un fuego purificador en el espíritu, llega a nosotros también la comprensión de aquellos versículos del Primer Testamento que dicen:
«¿No es Mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?…» Jeremías. 23:29
Bien, ya que hemos analizado de dónde surgió el concepto del fuego, ahora vayamos con el origen del concepto del «Infierno».
La palabra Infierno, viene de la voz latina «Infernus», que quiere decir «Inferior». Esta palabra apareció en las Escrituras cuando se hizo la versión latina llamada «Vulgata», en el siglo IV d.C. La traducción estuvo a cargo del conocido como San Jerónimo, el cual en compañía de sus colaboradores decidieron que la palabra «Infierno», era la que mejor reunía en uno sólo, todos los demás conceptos, esto es: Sheol, Hades, Gehenna, etc.
La Vulgata se impuso con el tiempo sobre las otras traducciones latinas, y en el año de 1546, el Concilio de Trento la proclamó como la versión oficial de la Iglesia católica.
Fue así como la unión de varios conceptos diferentes en uno sólo, crearon un concepto nuevo de lo que originalmente eran el Sheol, el Hades y la Gehenna; dejó de ser uno el lugar de descanso, de espera y reflexión de los «muertos», y el otro la barranca donde se quemaban la basura y las cosas inmundas, para convertirse todos juntos en «el infierno».
La verdad más importante que encontramos después de todo este análisis, es que: el símbolo del fuego en las Escrituras es el símbolo de la purificación y el arrepentimiento del espíritu al enfrentarse con su propia conciencia; que el infierno como tal, como un lugar de condenación eterna donde el fuego se encargará de castigar a los pecadores por los siglos de los siglos, no existe, porque lo que está sentenciado a condenación eterna es el pecado, mas no el pecador (Apocalipsis 19:10). Y esto, se ha sabido siempre:
«…Será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será fime…» Isaías 28:18.
«…Y Yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». Mateo 16:18.
Lo que nuestro Padre Celestial nos ha revelado sobre el infierno en este tiempo, son razónes contundentes que nos permiten darnos cuenta de nuestra equivocación y falta de análisis:
«¿No os he explicado que el atributo más grande de Dios es el amor? ¿No creéis entonces que un tormento eterno sería la negación absoluta del atributo divino, del amor eterno?» E. 164:34
«Yo no formé la muerte ni el infierno, porque al concebir mi Espíritu la idea de la Creación, sólo sentí amor y de mi seno sólo brotó vida; si la muerte y el infierno existieran, entonces tendrían que ser obras humanas por pequeñas, y ya sabéis que nada de lo humano es eterno.» E. 303:42
«¿Qué valor tendrían mi Ley y mi Doctrina si no fuesen capaces de salvar del error y del pecado a los espíritus? ¿Y qué objeto habría tenido mi presencia como hombre en el mundo, si iba a haber muchos que habrían de perderse para siempre en una expiación sin fin?» E. 352:48
«¿Cómo condenar al hombre al exterminio o al dolor eterno, cuando su pecado sólo es pasajero y es producto de su ignorancia? ¿Cómo condenar a un ser que en sí lleva mi propia naturaleza divina?» E. 297:10
¿Alguna vez te has puesto a pensar si será posible que exista un lugar donde pueda haber más dolor y destrucción que en nuestro propio planeta? ¿Será posible que exista otro espacio donde la muerte, la enfermedad, la pobreza y el desamor sean más palpables que en este nuestro «infierno terrenal»? Para qué tendría que tomarse Dios la molestia de crear un infierno, si nosotros hemos creado uno justo a la medida de nuestra falta de cumplimiento en las leyes divinas.
conciencia le muestra sus errores». Enseñanza 182:45. Tercer Testamento
Hay muchos que piensan, que con la muerte de la carne viene el descanso del espíritu, y muchos otros que piensan que al desencarnar, por las faltas cometidas tendrán que ir derechito al infierno, o a algún otro lugar para expiación de sus pecados. ¿Qué sucede cuando un espíritu desencarna teniendo estas ideas sobre el más allá?; ¿o cuando por rebeldía se confunde y no acepta que su oportunidad en esa materia ha terminado?. ¿Qué pasa cuando por llevar una vida sin control y llena de faltas a la Ley el espíritu desencarna de una manera violenta?; ¿o qué hay de aquellos que simplemente no saben que esperar?
En la película «What dreams may come» (Más allá de lo sueños), el autor hace una
proposición muy interesante al respecto basándose en los textos del Tercer Testamento en su versión inglesa, cuando describe que al desencarnar cada espíritu crea su propio infierno o su propio mundo de expiación según sus creencias o ataduras, según la luz o confusión que exista en él, según sus errores o aciertos. ¿Qué nos ha revelado nuestro Padre Eterno en este tiempo sobre todas estas dudas? Veamos:
«Lo que los hombres llaman gloria o infierno, no son lugares determinados, es la esencia de vuestras obras la cual recoge vuestro espíritu cuando llega al valle espiritual. Cada quién vive su infierno, habita su mundo de expiación o goza la beatitud que da la elevación y la armonía con el espíritu divino». Enseñanza. 11:56. Tercer Testamento.