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La Reencarnación del Espíritu
No basta a vuestro espíritu una sola materia en su existencia eterna, como tampoco es suficiente para vuestro cuerpo un solo vestido durante su vida en este mundo. En diferentes etapas habéis conocido la riqueza y la pobreza, la salud y todas las enfermedades que afligen a la Humanidad. Conocéis el egoísmo, la soberbia, la iniquidad y la falta de caridad y también el perdón y el amor, la nobleza y la generosidad. El misterio de la resurrección de la carne lo ha esclarecido la revelación de la reencarnación del espíritu. Hoy sabéis que la finalidad de esta ley de amor y de justicia es la de que el espíritu se perfeccione, de que no se pierda jamás, porque siempre encontrará una puerta abierta como oportunidad que le da el Padre para su salvación.
Mi juicio en cada espíritu, por medio de esta ley, es perfecto e inexorable. |
La reencarnación, desde el principio de la humanidad.
Cuando habitáis en la carne, vuestro espíritu viene a purificar manchas de vidas pasadas, y se ha hecho necesario revelaros todo esto para que podáis llevar con paciencia los sufrimientos de la Tierra.
Desde el principio de la Humanidad existe la reencarnación del espíritu como una ley de amor y justicia y una de las formas en las que el Padre ha demostrado su infinita clemencia.
La reencarnación no es sólo de este tiempo, lo es de todos los tiempos, mas tampoco penséis que es hasta ahora cuando os ha sido revelado este misterio.
Desde los primeros tiempos existió en el hombre la intuición sobre la reencarnación del espíritu; mas esta humanidad, buscando ciencias materiales y riquezas del mundo, se dejó dominar por las pasiones de la carne, endureciéndosele aquellas fibras con las que se percibe lo espiritual, convirtiéndose en sorda y ciega para todo lo que corresponde al espíritu.
¿De qué le sirve posar sus ojos en los libros que contienen la Ley y la Doctrina que os revelé en los tiempos pasados, si su mente no logra penetrar en su significado, ni su corazón percibe su esencia?
Recordad que la sensibilidad y la intuición espiritual están atrofiadas en los hombres, y que por eso las más de las veces, al buscar mi verdad en aquellos textos, caen en erróneas interpretaciones.
Ellos tienen la luz frente a sus ojos, pero en vez de penetrar al fondo de las lecciones, se detienen en las letras, o sea en la forma exterior, con lo que frecuentemente se confunden.
Mas ya estoy aquí para hacer luz en los misterios y en las tinieblas, así como para libraros de confusiones y de errores.
Parábola
«Encontrábase delante de Dios un espíritu lleno de luz, pureza e inocencia que dijo a su Señor: -Padre, decidme cuál es mi misión porque deseo serviros.
Y el Señor con dulzura le respondió: Esperad, voy a unir en el mundo a un hombre y a una mujer y de su unión nacerá un hijo en el cual encarnaréis, para que siendo hijo del hombre recojáis experiencia en las pruebas del mundo y sintáis de cerca la ternura de una madre y la caricia de un padre.
«Regocijóse el espíritu y esperó. Entre tanto, el Señor unió un varón a una mujer con lazos de amor y así les envió por el camino de la vida.
«Un nuevo ser germinó en el seno de la mujer y entonces Dios envió a aquel espíritu a encarnar en aquel cuerpo y al noveno mes contempló la luz del mundo. La madre sonreía de felicidad y el padre le contemplaba con orgullo.
Aquel hijo era la obra de ambos, era el fruto de su amor. La mujer se sintió fuerte y el hombre se sintió semejante en algo a su Creador. Los dos se dedicaron a cultivar aquel tierno corazón.
«El espíritu que animaba al hijo sonreía al contemplar la dulce mirada de su madre y la faz severa y a la vez cariñosa del padre.
«Pasó el tiempo y el padre en su lucha alejóse del nido de amor y tomando caminos torcidos se internó hasta perderse, dejando en los zarzales jirones de su vestidura, comiendo frutos venenosos y deshojando las flores que a su paso hallaba.
«Al sentirse enfermo y abatido recordó a los seres que había abandonado, intentó retornar en busca de ellos, mas las fuerzas le faltaron.
«Entonces, sacando fuerzas de flaqueza, arrastrándose y tropezando por el largo camino, llegó a las puertas del hogar, donde la esposa le recibió en sus brazos con lágrimas en los ojos: el hijo estaba enfermo y agonizaba.
«Al contemplar el padre a su hijo agonizante imploró a la caridad divina su alivio, mesó desesperado sus cabellos y blasfemó. Mas aquel espíritu desprendióse de su cuerpo y se fue al Más Allá.
«Los padres quedaron desolados, haciéndose mutuamente responsables de la desgracia que los afligía, él por haberse alejado, ella por no haberlo sabido retener.
«Cuando aquel espíritu llegó a la presencia del Creador le dijo: -Padre, ¿por qué me habéis apartado de los brazos de aquella dulce madre a quien mi ausencia ha dejado sollozante y desesperada?- A lo que el Señor respondió: Esperad, aguardad, que nuevamente volveréis al mismo seno, cuando aquellos hayan reconocido sus faltas y comprendido mi Ley.
«El hombre y la mujer continuaban unidos, solitarios, interiormente arrepentidos de sus faltas, cuando nuevamente fueron sorprendidos por el anuncio de un nuevo hijo. Dios hizo retornar al espíritu nuevamente en aquel seno diciéndole: Sed en aquel cuerpo que se prepara para la vida y recreaos de nuevo en aquel regazo.
«Los padres que daban por perdido al primogénito, no sabían que había vuelto a su seno, mas el vacío que el primero dejó lo llenó el segundo, volvió la alegría y la paz a aquel hogar, volvió a sonreír la madre y a recrearse el padre.
«Ahora el varón temía apartarse de los suyos y procuraba rodearles de amor, permaneciendo cerca de ellos.
«Pero el tiempo le hizo olvidar su pasada experiencia e inducido por los malos amigos, cayó en el vicio y en la tentación. La mujer le reclamaba y comenzó a repudiarle; el hogar fue convertido en un campo de batalla.
«Pronto el varón cayó vencido, enfermo y debilitado, mientras la mujer, dejando al hijo en la cuna, se levantaba en busca del pan para el inocente y del sustento para aquel compañero que no sabía amarla ni cuidarla.
«Ella sufría humillaciones y blasfemias, atravesaba por peligros y desafiaba los instintos de los hombres de mala fe. Y en esa forma llevaba el pan de cada día a los labios de los suyos.
«Dios tuvo caridad del espíritu inocente y antes de que abriera sus ojos a la razón, volvió a llamarle. Y cuando el espíritu fue ante su Señor, le dijo lleno de dolor: -Padre, nuevamente me habéis arrancado de los brazos de aquéllos a quienes amo, mirad cuán duro es mi destino; hoy os pido me dejéis ya sea en el seno de ellos o en el vuestro por siempre, mas no me hagáis ya caminar, estoy cansado.
«Cuando el varón volvió de su letargo, contempló un nuevo cuadro de dolor: la esposa lloraba sin consuelo a la cabecera del lecho donde yacía muerto el segundo hijo.
«Quiso el hombre arrancarse la existencia mas la esposa le detuvo diciéndole: -No atentéis contra vuestra vida, detened vuestra mano, mirad que nosotros mismos somos la causa de que Dios se lleve a nuestros hijos.
«El varón se serenó reconociendo que había luz en aquellas palabras. Un día y otro fueron trayendo la calma a aquellos corazones que recordaban con dolor a los hijos que partieron, que habían sido la alegría de aquel hogar que después se hundió en la desolación.
«El espíritu preguntó entonces a su Señor: -Padre, ¿nuevamente vais a enviarme a la Tierra?-
«-Nuevamente- le dijo el Señor, -y cuantas veces sea necesario, hasta pulimentar aquellos corazones.
«Cuando volvió a encarnar aquel espíritu, su cuerpo estaba enfermo porque su madre se encontraba enferma y su padre también. Desde su lecho de dolor, aquel espíritu se elevaba al Padre en demanda de alivio. Esta vez no había contemplado la luz del mundo, no había sonrisas en los labios de los padres, solamente llanto.
«La madre lloraba desde el amanecer hasta el anochecer junto a la cuna del infante, mientras el padre arrepentido sentía que a su corazón lo taladraba el dolor, al ver que el hijo había heredado sus propias lacras.
«Breve fue la estancia del espíritu en aquella carne enferma, retornando nuevamente a la presencia del Señor.
«Volvió la soledad entre los esposos, pero el dolor les había unido como nunca, sus corazones se amaban y se prometieron caminar unidos hasta el fin de la jornada. El varón cumplía con sus deberes, ella cuidaba a su esposo y ambos se sanaban de sus males.
«Creían difícil que Dios volviera a concederles un hijo más, y he ahí que cuando el Señor contempló que la salud corporal y espiritual florecía en aquellos seres, les envió aquel espíritu como un premio a la abnegación de la una y a la enmienda del otro, y del seno de la mujer brotó un cuerpecito fragante como un capullo, que inundó de felicidad y de paz aquel hogar.
«El varón y la mujer postrados y llorando de dicha, dieron gracias a su Señor, mientras aquel espíritu sufrido y obediente sonreía a través del hijo diciendo a Dios: -Señor, no me apartes más de mis padres, mira que hay paz en mi hogar, hay amor en sus corazones, hay calor en mi cuna, hay leche y miel en el seno de mi madre, hay pan en la mesa y en mi padre hay caricias y en sus manos herramientas de trabajo; bendícenos
«Y el Señor, con regocijo en su Espíritu, les bendijo y dejó unidos en un solo cuerpo, en un solo corazón y en una sola voluntad.»
La Reencarnación en la Biblia – Parte II
Juan el Bautista: El Dilema de los Teólogos Cristianos
- A pesar de la controversia y de los numerosos intentos por parte de las grandes religiones y sectas cristianas establecidas por negar las evidencias que atañen a la reencarnación del profeta Elías en Juan el Bautista, dichas evidencias son de tal magnitud que no pueden continuar siendo ocultadas…
La controversia comienza a partir de una profecía entregada por Malaquías durante el reinado de Darío, unos buenos 350 años antes del nacimiento de Jesús…y la profecía dice así:
He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres... Malaquías 4:5,6
Como desde hace tiempo ha sido ampliamente aceptado tanto por los teólogos judíos como por sus colegas cristianos, la profecía se refiere a que, previamente a la llegada del Mesías, habría de regresar Elías de Tesbe, el profeta que fuera arrebatado al cielo en un carro de fuego.
El problema aquí es que las religiones y sectas cristianas se niegan hoy, siguiendo las órdenes, no de un Papa sino las dadas por el Emperador romano Justiniano al Segundo Concilio de Constatinopla en el año 533 (ver Mandato Imperial) a aceptar que en Juan Bautista reencarnara el espíritu de Elías, basando su negación en un solo versículo:
Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres Tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú
el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que
demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo:
Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del
Señor, como dijo el profeta Isaías.
Juan 1:21,23
Esto parece ser contundente… y de hecho, así lo toman e interpretan los cristianos que no aceptan que pueda haber reencarnado Elías en Juan el Bautista, aunque curiosamente, omiten el explicar por qué Juan se autocalifica como «la voz de uno que clama en el desierto»… que es justamente la tarea que Elías habría de hacer. La explicación hacia esto viene más adelante en este documento.
Por el momento, comencemos revisando algunos puntos:
¿Por qué si Juan asegura no ser Elías, Jesús asevera exactamente lo contrario?
JUAN BAUTISTA DIJO: | JESUS DIJO: |
Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres Tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Juan 1:21-23 |
Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. Mateo 11:14 |
Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron,
sino que hicieron con él todo lo que quisieron
Mateo 17:12
Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que
quisieron, como ésta escrito de él.
Marcos 9:13
Número de citas con la refutación de que Juan el Bautista NO es Elías: 1 Número de citas donde Jesús afirma que Juan el Bautista SI fue Elías: 3
Y al rehusarse a aceptar que Elías pueda haber reencarnado en Juan el Bautista, los teólogos cristianos se meten directamente en un brete porque surgen de inmediato dos preguntas:
¿Miente alguno de los dos?
…porque si en un texto vinieran dos conceptos totalmente opuestos (e.g.: «la Tierra es redonda», «la Tierra NO es redonda») necesariamente uno de los dos es falso. El asunto sería, en este caso, dilucidar cuál de las dos afirmaciones es la correcta y verdadera… y cuál no lo es.
Si Elías nunca regresó (como anunciara Malaquías) ¿cómo pudo entonces haber sido Jesús el Mesías?
Resulta así, que si diéramos como buena la interpretación de que Elías NO fue Juan el Bautista, los teólogos judíos han tenido siempre la razón: Como Elías nunca llegó, tampoco lo hizo el Mesías… y por ello, lo continúan esperando.
Afortunadamente para nosotros, existen muchas cosas más que nos pueden ayudar a saber la verdad… y comprender que ni Juan el Bautista ni mucho menos Jesús dijeron mentira o inexactitud alguna…
Revisemos paso a paso todas las evidencias:
El Libro de Malaquías
Este libro, el último en el Antiguo Testamento, es sumamente importante porque contiene la profecía del regreso de Elías, que se llevará a cabo, como veremos de inmediato, con la reencarnación de el más grande profeta de Israel en Juan el Bautista. Nótese que las palabras del último párrafo son citadas textualmente en el pasaje de Mateo 3, cuando el ángel anuncia a Zacarías que en su hijo Juan (el Bautista) encarnaría el espíritu del profeta Elías.
He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible . Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres... Malaquías 4:5,6
A continuación, uno tras otro para su mejor comparación, las descripciones en el Libro 2 de Reyes de la personalidad de Elías tesbita y en el Evangelio de Mateo de la personalidad de Juan el Bautista.
Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y su comida era langostas y miel silvestre. Mateo 3:4 Y ellos le respondieron: Un varón que tenía vestido de pelo, y ceñia sus lomos con un cinturón de cuero. Entonces él dijo: Es Elías tesbita. 2 de Reyes 1:8
¿Simple coincidencia? Veamos. Cuando el mensajero de Dios se aparece ante Zacarías para anunciarle que su mujer va a tener un hijo en el cual encarnará un profeta, anuncia con total claridad que el espíritu que morará en esa criatura por nacer es nada menos que el de Elías, citando incluso a Malaquías:
E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver
los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de
los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Lucas 1:17
Citemos ahora el versículo (el único) que usan incorrectamente las religiones occidentales que no pueden aceptar la ley de reencarnación porque naturalmente verían disminuido su poder moral y material sobre las consciencias de los hombres. Lo curioso es que al negar que Juan el Bautista fuera la reencarnación del espíritu de Elías, acaban por negar también las aseveraciones del mismo Divino Maestro, como se podrá ver claramente más adelante.
Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres Tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondío: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Juan 1:21,23
Y ciertamente, cuando le preguntan los doctores de la ley a Juan el Bautista si era Elías, éste contesta que efectivamente, no lo es: él es Juan, hijo de Zacarías y Elizabeth.
Pero ¿qué hubiera sucedido si la pregunta le es formulada correctamente? «¿Llevas en tí el espíritu de Elías?» La respuesta, por supuesto, hubiera sido otra, confirmando lo anunciado por el ángel a Zacarías.
Y todavía existe la otra posibilidad: de que como viene constatado en Eclesiastés, el recuerdo de vidas pasadas hubiera estado vedado también para Juan el Bautista, pero Jesús, siendo el Hijo del Hombre y el Verbo Encarnado, era conocedor de todas estas cosas ocultas al normal de los mortales.
De no haber llegado el espíritu de Elías a morar en la vida y cuerpo de Juan el Bautista, las profecías de Malaquías 4 y Lucas 1 no se hubieran cumplido y el Mesías, al no regresar Elías, ¡aún no hubiera llegado! Los teólogos cristianos le están dando, inadvertidamente, la razón a los teólogos ortodoxos judíos que continúan negando que Jesús haya sido el Mesías porque también continúan esperando a Elías.
Tan no es así y que sí se cumplieron las profecías que Juan mismo lo aclara cuando reconoce ser la voz de aquel que clama en el desierto para preparar los caminos del Señor. Si Juan el Bautista no hubiese llevado en sí el espíritu del profeta Elías, ¿por qué entonces Jesús de Nazaret, el Mesías esperado de Israel, y a quien reconocemos como el Cristo, afirmaría de una manera tan rotunda éso?
Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. Mateo 11:14 Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron Mateo 17:12 Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como ésta escrito de él. Marcos 9:13
Es aquí cuando los teólogos enmudecen. Y se meten en el brete de tachar de mentiroso, debido a su incorrecta interpretación, sea a Juan el Bautista ¡o al mismo Cristo! El hecho de que entre los judíos contemporáneos a Jesús existía ya la noción y el conocimiento aceptado de la ley de reencarnación del espíritu lo demuestra el siguiente versículo, totalmente innecesario si el caso contrario hubiese sido lo verdadero:
Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas. Marcos 6:14,15
Tan era normal la noción de la reencarnación entre el pueblo de Israel, que de otro modo no se podría explicar el que Jesús a veces fuera tomado como la reencarnación de alguno de los profetas. En Marcos 8:27, Jesús mismo es quien pregunta a Sus discípulos:
"¿Quién dicen los hombres que soy yo?" Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista, otros, Elías; y otros, alguno de los profetas. Marcos 8:27
El consenso de opinión general pareciera haber sido en ese momento de que Él era la reencarnación ya sea, de Juan el Bautista o de alguno de los profetas del Antiguo Testamento. El hecho de que muchos opinaran así demuestra que la reencarnación era un concepto ampliamente difundido y aceptado en el Israel contemporáneo de Jesús…incluyendo por lo que se puede ver, al mismo Divio Maestro, quien no corrige ni enmienda esa noción.
Una lectura del siguiente versículo arroja aún más luz sobre el conocimiento que los discípulos tenían ya de la reencarnación.
Al pasar Jesús vió a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres para que haya nacido ciego? Juan 9:1,2
¿Qué sentido hubiese tenido que los discípulos de Jesús hubieran formulado esta pregunta si no supieran que se puede pecar antes de nacer, es decir, en una existencia anterior? ¿O es que alguien puede ser «castigado» por Dios -desde su nacimiento- antes de haber cometido pecado alguno?
La resurrección de la carne es la reencarnación del espíritu.
Una de las maneras de ocultar la ley de la reencarnación del espíritu, es a través de inclinar la interpretación de numerosos pasajes de la Biblia que tratan de aquello, para hacerles parecer que se refieren a la materialista noción de la resurreción de los cuerpos de los muertos. Jesús refuta esta interpretación materialista, y explica que la resurreción de la materia es del espíritu (los ángeles en el cielo).
Jesús y la reencarnación.
Aquel día vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurreccion, y le preguntaron, diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron? Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo.
Y en el versículo siguiente -por si todavía hubiera duda- Jesús desestima por completo la grosera interpretación de la resurrección de cadáveres cuando afirma: Dios es Dios de vivos, no de muertos.
Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿No habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Issac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Mateo 22:23,32
En el siguiente pasaje del Evangelio de Mateo, Jesús explica cuál es la razón por la cual un espíritu no vuelve a tomar un cuerpo «ya usado».
Nadie pone remiendo de paño nuevo en un vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente. Mateo 9: 16,17
Juan 3
En el Evangelio de Juan, el Divino Maestro habla de la resurrección no como el cuerpo de un hombre volviendo a la vida -de la carne- sino a través del nacimiento, la reencarnación del espíritu en un cuerpo nuevo.
Respondió Jesús y le dijo: De cierto de cierto os digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Juan 3:3,4
El versículo transcrito abajo ha sido interpretado por los teólogos cristianos, indebidamente, como referente al bautizo material.
Debemos aclarar que el cristianismo, al no aceptar los significados espirituales, continúa bautizando ritualmente a sus hijos con el bautismo de Juan, no con el bautismo sutil y espiritual del Mesías; después de todo, es más fácil ser literal con el bautismo de agua; la aplicación literal del bautizo de fuego resultaría en severos daños para el así bautizado.
Al responder Jesús a Nicodemo, le dice que no confunda lo material con lo espiritual, que es precisamente lo que los teólogos modernos -igual que Nicodemo- han hecho. La clave para una correcta interpretación está en el versículo de Lucas que hemos puesto inmediatamente después, donde Juan el Bautista (Elías) analiza por nosotros el significado del agua y el significado del fuego: arrepentimiento y espíritu, respectivamente.
De este modo sabemos que Dios concede una nueva vida a aquéllos espíritus que, debido al arrepentimiento, sabrán reconocer en cada nueva vida, una nueva oportunidad para enmendarse, pues ciertamente, quien no se enmienda no puede entrar al Reino. Y los espíritus que no se arrepienten de sus errores, permanecen en el valle espiritual en tinieblas sin reencarnar (véase I Pedro 3:18 al 20).
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. Juan 3;5,6 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento, pero el que viene tras de mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Mateo 3:11
A continuación, el Divino Maestro usa la metáfora del viento -la palabra griega significa tanto espíritu como viento- para hablar, una vez más, del espíritu que llega a posarse en el vientre de las madres, y que éstas ignoran de donde vino ese espíritu.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesus y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes ésto?. Juan 3:7-10
Y el concepto de no saber de quién es o de donde viene el espíritu que anima a un nuevo ser humano al nacer, se encuentra también en esta afirmación que el Maestro le hace a Sus discípulos:
Vosotros no sabéis de qué espíritu sois. Lucas 9:55
Pablo y la reencarnación del espíritu.
En las Cartas o Epístolas de Pablo de Tarso, el llamado apóstol de los gentiles, éste se refiere con amplitud al concepto de la renovación del hombre («viejo hombre» le llama Pablo en Romanos 6:6) a través de el sacrificio de Jesús, el Cristo, así como a la resurrección de la carne en el tiempo final, idea de la doxología farisea que llegó al cristianismo precisamente por Pablo. Pero existe un pasaje sumamente «misterioso» -incluso Pablo describe lo que explica como un misterio- y que habla de algo diferente: la reencarnación.
En la primera Epístola a los Corintios, después de tratar acerca de la resurreción de la carne en el sentido literal, es decir, la resucitación de los muertos (1 Corintios 15:12-29), Pablo entra en un terreno insospechado a partir del versículo 35. Comienza por desechar la idea de que se reencarne en el mismo cuerpo anterior («lo que siembras -el cadáver- no es cuerpo que ha de salir») sino en un cuerpo diferente, según la voluntad de Dios.
Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo. 1 Corintios 15: 35-38
Por si fuera poco, Pablo continúa y aclara que, contrario a lo que creen algunas religiones orientales, el espíritu que antes habitó en un hombre no puede encarnar en otra criatura más que en otro ser humano y expone las razones para ello, reafirmando lo dicho por Jesús a este respecto. Ver el párrafo de los odres viejos.
No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves. Y hay cuerpos celestiales y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los celestiales, y otra la de los terrenales. 1 Corintios 15: 39,40
Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. 1 Corintios 15:50
Y el que transcribimos a continuación es el pasaje cumbre de las explicaciones de Pablo respecto a la resurrección de la carne entendida como la reencarnación del espíritu. Nótese la diferencia que Pablo pone entre los que duermen, los que mueren y los que son transformados. Hay teólogos que pretenden interpretar el «dormir» de que habla Pablo como la muerte, pero si así fuera ¿por qué entonces dice Pablo que algunos no dormirán, incluyéndose él? (Pablo fue degollado cerca del año 70 DC)
He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 1 Corintios 15: 51, 52
Y Pablo termina su explicación parafraseando a Oseas, negando también él la ineexorabilidad de la muerte.
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro,tu victoria? 1 Corintios 15: 55
Por cierto, en Efesios 1:4 viene claramente especificada la pre-existencia del espíritu, no sólo antes de esta vida sino antes de la creación material misma: Orígenes, Padre de la Iglesia, usaba precisamente este párrafo para demostrar la pre-existencia del espíritu previamente a la creación material.
...según nos escogió en él antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. Efesios 1:4
El Apóstol Pedro y los espíritus encarcelados.
Pedro (Cefas), el apóstol que atestiguara la transfiguración en el Monte Tabor, escribe sobre «los espíritus encarcelados» que quedaron retenidos después del Diluvio.
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios, en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. 1 Pedro 3: 18-20
Ésto hace surgir de inmediato numerosas interrogantes.
– ¿Únicamente los espíritus de los grandes pecadores quedaban encarcelados?
– ¿Dónde estaba o qué era -o es- esa «cárcel»?
– Y los espíritus de los hombres que no eran grandes pecadores -Jacob, David, Salomón, los profetas, etc.- ¿dónde estaban mientras tanto?
Sabemos, por ejemplo, de un «lugar» metafórico al que Jesús llama «el seno de Abraham» y en la parábola de Lázaro y el rico avaro (Lucas 16:20-25) se puede inferir que al menos existen dos «lugares» o situaciones en las cuales los espíritus habitan, una vez desencarnados.
Y aquí es donde, en vista de los análisis anteriores, entra la última gran interrogante: ¿No será la reencarnación -el retorno al mundo en una nueva vida humana para corregir errores- la otra opción propuesta por el infinito amor de Dios, opción a la que Pablo califica de misterio y que sin embargo el Espíritu de Verdad nos vino a explicar en este Tercer Tiempo? Ver La Reencarnación del Espíritu.
SINOPSIS El debatido tema de la reencarnación del espíritu. Desde la controversia de Jerónimo en contra de Orígenes, Justiniano el emperador romano, por cuestiones políticas, ordenó condenar la reencarnación como herejía en total contraposición al Papa Virgilio que en aquel entonces se suponía gobernaba la Iglesia cristiana; el poder imperial y militar de Justiniano prevaleció encima del poder moral del Papa y a partir de entonces todas las religiones cristianas, hasta el día de hoy, católicas o no, no aceptan la doctrina de la reencarnación del espíritu.
No obstante ésto, reencarnar es la única opción que tiene el espíritu de los pecadores para su salvación. El Espíritu Santo en este Tercer Tiempo, entregó El Tercer Testamento, las revelaciones divinas que contienen la explicación de la reencarnación. Reencarnación del espíritu significa la resurrección de la carne pero visto desde lo espiritual. Reencarnaremos todos, y al que no crea en ello, no hay problema… ya creerá.
Tal y como sucede con las leyes inexorables, no es necesario saber de ellas o creer en ellas para de todas maneras estar sujetos a las mismas tal y como sucede con la ley de la gravedad: Antes de Newton, ésta actuaba, lo supiéramos o no. El tema de la reencarnación está contenido en la Biblia, aunque no con ese nombre.
La reencarnación es algo más que una idea exótica, extraña o sobrenatural, es el amor divino llevado a su máxima expresión. La Doctrina del Espíritu Santo nos habla de ello, porque la reencarnación es la oportunidad de corregir errores pasados así como completar tareas incabadas en una nueva vida… o cuantas de éstas fueran necesarias.
La Reencarnación en la Biblia – Parte I
Aun cuando la palabra «reencarnación» no existe como tal en la Biblia -de hecho, esa palabra no existe en hebreo arcaico y el término usado en arameo ha sido traducido como «resurrección»-, el concepto sí se encuentra en los textos del Antiguo Testamento, y mucho más claramente en los del Nuevo Testamento. Aunque en la era actual las religiones cristianas no aceptan la reencarnación, ésta era ampliamente aceptada por los contemporáneos de Jesús y Sus apóstoles; fue hasta el Concilio de Constantinopla en el año 553 de la era cristiana cuando la definición de la reencarnación como herejía, inducida en mucho por un folleto ordenado por el Emperador Justiniano declarando anatema este concepto. Para una mayor comprensión de los antecedentes sobre la postura del cristianismo acerca de la reencarnación, léase La Reencarnación y las Iglesias Cristianas.A continuación, vienen algunos de los párrafos relativos a la reencarnación en la Biblia, con un pequeño análisissobre lo que estos textos realmente significan.Hemos separado estos textos y su análisis en dos partes; la primera atañe al Primer Tiempo, los tiempos de la Ley y los Profetas comprendidos en el Antiguo (el Primer) Testamento. La segunda cubre desde la llegada de Juan el Bautista, el precursor, y las enseñanzas de Jesús, el Divino Maestro contenidas en los Evangelios, hasta los escritos de Pedro y Pablo, ésto es, el Nuevo (Segundo) Testamento. |
El concepto de la reencarnación en la Biblia
Génesis 28: La Escala de Jacob.
Desde el libro de Génesis, que cubre el tiempo de los patriarcas, viene contenido el concepto de la reencarnación, del continuo ir y venir de los espíritus (ángeles de Dios) entre el valle espiritual y la tierra. Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham fuen quien tuvo un sueño donde se entrega al hombre esta revelación.
Algunos creen equivocadamente que este pasaje se refiere sencillamente a la potestad divina de enviar mensajeros para comunicarse con los hombres, pero si ésto fuera así, el orden sería al revés: primero descenderían y luego subirían.
Al especificarse que los espíritus primero suben y luego vuelven a descender, implica algo mucho más profundo; la muerte (subir) y la reencarnación (descender).
Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en la tierra, y su extrem o tocabaen el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Génesis 28:12
El Libro de Job
Los libros sapienciales y proféticos de la Biblia están escritos en un lenguaje alegórico, con el uso abundante de metáforas (metáfora=empleo de una palabra con un sentido diferente al suyo y que identifican dos objetos distintos que guardan una relación de semejanza).
Así, en el Libro de Job vemos la alegoría del árbol cortado (muerto) que es renovado, y que el escritor bíblico usa para cuestionarse si ésto mismo no sucederá con el hombre. Nótese que cuando menciona «como planta nueva», la alegoría es mucho más cercana al concepto de reencarnación (en un cuerpo nuevo) que la resurrección como muchos la entienden (en el mismo cuerpo).
Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; Retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá y hará copa como planta nueva. Job 14:7-9 Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás y yo te responderé; tendrás afecto a lo que hiciste con tus manos. Job 14:14,15
El Libro de Salmos
Este libro atribuido a David, rey de Israel, contiene ciertos pasajes que se refieren a la vida después de la muerte y a la esperanza de que ésta sea derrotada. La numeración de los salmos corresponde a la versión bíblica de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera; las biblias católicas difieren en numeración aunque los textos son similares.
Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre. Salmo 16:10,11 Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura. Salmo 30:3,4 A ti, oh Jehová, clamaré, y al Señor suplicaré. ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad? Salmo 30:8 He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen, sobre los que que esperan en su misericordia, para librar sus almas de la muerte, y para darles vida en tiempo de hambre. Salmo 33:18,19 Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo. Salmo 49:15
Mas en este siguiente pasaje, el rey-profeta va más allá de la esperanza en una vida después de la muerte. Al referirse a un espíritu renovado, concuerda con Job 14:7-9 y con Job 14:14,15 y claramente habla de la reencarnación.del espíritu.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de tí, y no quites de mí tu santo Espíritu, Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. Salmo 51:10,12
Más adelante, el salmista le pregunta a Dios si podrá dar éste vida de nuevo.
Así no nos apartaremos de ti; vida nos darás, e invocaremos tu nombre. !Oh Jehová. Dios de los ejércitos, restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos. Salmo 80:18,19 ¿No volverás a darnos vida, para que tu pueblo se regocije en ti? Muéstranos, oh Jehová, tu misericordia, y danos tu salvación. Salmo 85:6,7
El uso de la noción del cuerpo humano como vestimenta del espíritu se encuentra claramente en la siguiente metáfora:
Y todos ellos como una vestidura se envejecerán; Como un vestido los mudarás y serán mudados. Salmo 102:26
En el siguiente versículo, la referencia al valle espiritual en tinieblas es muy clara y aquí habría que concordarlo con 1 Pedro 3:18 al 20, donde se habla de lo mismo, aunque David habla aquí de la reencarnación en el pasado.
Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte, aprisionados en aflicción y en hierros. Los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus prisiones. Salmo 107:10,14
El Libro de Eclesiastés
En la siguiente alegoría que se encuentra a través de diversos versículos del Libro de Eclesiastés, también llamado El Predicador y cuya autoría se le atribuye al rey Salomón, hijo de David, se puede descubrir una clara referencia a la continua reencarnación de los espíritus, al incesante ir y venir de la vida humana. Incluso se refiere al velo que hace que no recordemos vidas anteriores. Y una vez más, se refiere a la reencarnación llamándole restauración.
Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo. ¿Qué es lo que fué? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después. Eclesiastés 1:7,9,11 Aquello que fué, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó. Eclesiastés 3:15
El Libro de Isaías
Este libro, el cual para algunos teólogos es realmente obra de dos o quizás tres diferentes escritores escribiendo en diferentes épocas, contiene conceptos muy profundos acerca de la vida, la muerte…y la reencarnación. La primera referencia habla de que la muerte es evitable.
Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho. Isaías 25:8 Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. !Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. Isaías 26:19
El versículo que sigue pone muy en claro que la muerte no es creación divina sino humana; lo interesante es que niega la inexorabilidad de la muerte.
Y será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será firme; cuando pase el turbión del azote, seréis de él pisoteados. Isaías 28:18
Después, el escritor bíblico aclara que la «resurrección» será a través del nacimiento, cosa que Jesús reafirma en Juan 3.
Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios... ...Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus enemigos. Isaías 66:,9,14
El Libro de Jeremías
Este libro que unos atribuyen a Baruc, el escriba y otros al mismo Jeremías -de quien trata el libro- contiene el concepto básico, la razón fundamental de la ley de reencarnación espiritual: el perfeccionamiento del espíritu.
A través del uso de la metáfora de la vasija del alfarero, que representa las vidas humanas, se nos dice que éstas serán tantas como sean necesarias para lograr su objetivo: contener el espíritu en su jornada hacia la perfección.
Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oir mis palabras. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvío y la hizo otra vasija, según le parecío mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. Jeremías 18:1,6
Y el versículo siguiente es contundente para aquellos que dudan del poder divino, capaz de dotar de múltiples vestiduras al espíritu.
He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea dificíl para mí? Jeremías 32:27
El Libro de las Lamentaciones
En esta continuación de las ideas anteriores, el escritor destruye la idea de la condenación eterna, obstáculo, según algunos, para que sea posible la reencarnación.
Porque el Señor no desecha para siempre; Lamentaciones 3:31
Y al igual que en Eclesiastés, la idea de la renovación parece ser contínua y cíclica.
Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio. Lamentaciones 5:21
El Libro de Ezequiel
Este libro profético que ha sido objeto de detallados estudios y análisis por muchas razones, contiene detallados los elementos que son necesarias para la reencarnación del espíritu.
Es importante hacer notar que, hasta Aristóteles, los antiguos creían que las funciones mentales se efectuaban en el corazón; el conocimiento de que éstas se llevan a cabo en el cerebro es relativamente moderna. Por ello, cuando el profeta se refiere al corazón, de lo que está realmente hablando es de la mente.
Así vemos que al darse una nueva vida, viene con ella no sólo un nuevo espíritu sino una nueva mente. Esto va a ser de capital importancia cuando se analicen los pasajes acerca de la reencarnación de Elías en Juan el Bautista que viene descrita en el Nuevo Evangelio.
Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne. Ezequiel 11:19 Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel?.
Una vez más, vemos que la muerte del hombre no es creación divina.
Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis. Ezequiel 18:31,32 Os daré un corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Ezequiel 36: 26,27
A continuación, viene transcrito el pasaje del valle de los huesos secos, el que ha sido tomado por algunos teólogos en su sentido más literal. La clave del asunto está en la expresión «huesos secos», la cual se repite para no dejar duda de lo que se quiso significar con ello: el polvo de la tierra.
Cuando el profeta, siguiendo las órdenes de Dios, le habla a los «huesos secos» les dice precisamente que de ahí brotará de nuevo la carne para finalmente, ser dotada de espíritu; los antiguos ignoraban lo que ahora conocemos como «la cadena de la vida», expresión moderna que describe el ciclo de recuperación de la materia orgánica para dar vida a nueva vida material. Nada se desperdicia y todo, finalmente, vuelve a la vida; la materia a la materia, y el espíritu a animar cuerpos.
La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobra la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y dí al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pareció nuestra esperanza, y somos del todo destruídos. Por tanto, profetiza y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová. Ezequiel 37:1,14
El Libro de Daniel
Este libro, incompleto en las versiones no católicas -en el canon católico se incluye el Libro II de Daniel- contiene la profecía del regreso de Daniel al final de los tiempos.
Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días. Daniel 12:13
El Libro de Oseas
En Oseas viene reafirmado el concepto de que Dios es enemigo de la muerte. Esto lo toma Pablo más adelante.
De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, Oh Seol; la compasión será escondida de mi vista. Oseas 13:14
El Libro de Amós
En esta profecía, se encuentra la contundente afirmación de que tanto los espíritus confundidos -los de abajo, en el Seol, el «infierno» hebreo- como los espíritus de los obedientes -los que subieron al valle espiritual- están sujetos a la ley de reencarnación del espíritu.
Aunque cavasen hasta el Seol, de allá los tomará mi mano; y aunque subieren hasta el cielo, de allá los haré descender. Amos 9:2
El Libro de Jonás
Una vez más encontramos en este libro el concepto del regreso a la vida. Nótese cómo el significado simbólico de «para siempre», al ser refutado en su forma literal en la línea siguiente, echa por tierra muchas interpretaciones que basan la creencia de un castigo eterno en incorrectas lecturas de los textos bíblicos.
Y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno de Seol clamé, Y mi voz oíste. Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas Tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. Jonás 2:2,6
Referencias Bíblicas de la Reencarnación
Existe un episodio en particular acerca de las curaciones milagrosas de Cristo que apunta hacia la reencarnación: «Al pasar Jesús, vió a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: ‘Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?’ Respondió Jesús: ‘No es que pecó éste ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.» (Juan 9:1) Los discípulos le preguntan al Señor si ese hombre por sí mismo pudo haber cometido un pecado que lo llevó a su ceguera.
Dado el hecho de que ese hombre era ciego desde su nacimiento, nos enfrentamos aquí a una pregunta provocadora. ¿Cuándo pudo haber sucedido que hiciera tales transgresiones como para acarrearle como consecuencia la ceguera desde nacimiento? La única respuesta concebible se encuentra en algún tipo de estado prenatal.
El simple hecho de que los discípulos hicieran la pregunta presupone la creencia en una existencia antes del nacimiento.
Debe hacerse notar que Cristo no dice nada para corregir o contradecir esta suposición.
He aquí un argumento incontrovertible en apoyo de la doctrina de la preexistencia del ser humano.
Sumamente elocuente respecto a la reencarnación es el episodio en el cual Jesús personal e indiscutiblemente identifica a Juan el Bautista como Elías. «Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir». (Mateo 11:13-14) «Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ‘Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?’ Respondiendo Jesús les dijo: ‘A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas.
Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.’ Entonces los discípulos entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.» (Mateo 17:10-13)
He ahí entonces de nuevo una específica declaración de pre-existencia. A pesar del edicto del Emperador Justiniano y la contra reacción hacia Orígenes, existen firmes y explícitos testimonios de pre-existencia del espíritu tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Ciertamente y a pesar de la prohibición en contra de Orígenes, los teólogos cristianos contemporáneos reconocen la pre-existencia como uno de los elementos de la teología judeocristiana.
Ahora que, respecto al episodio citado de Juan el Bautista-Elías, queda muy poco margen para cuestionar las razones de la declaración de Jesús. Al identificar claramente al Bautista como Elías, Jesús se identifica a sí mismo como el Mesías.
Esto era necesario porque al haber en la narrativa de los Evangelios las señales específicas que habrían de preceder la llegada del Mesías, al negar que Juan el Bautista no era Elías, de hecho se negaba que Jesús pudiera haber sido el Mesías. ·He aquí yo os envío el profeta Elías, antes de que venga el día de Jehová, grande y terrible». (Malaquías 4:5) Esta es una de muchas promesas mesiánicas que se hallan en el Antiguo Testamento.
Una de las señales de que el verdadero mesías había llegado, de acuerdo con este pasaje de Malaquías, es que él sería precedido por un precursor, por Elías.
Jesús a veces era tomado como la reencarnación de alguno de los profetas. En Marcos 8:27, Jesús pregunta: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» La connotación es aquí clarísima porque el consenso de opinión que se deduce de esta pregunta pareciera haber sido de que Él bien podría ser la reencarnación ya sea, de Juan el Bautista o de alguno de los profetas del Antiguo Testamento.
El hecho de que muchos opinaran así demuestra que la reencarnación era un concepto ampliamente difundido y aceptado en el Israel contemporáneo de Jesús. Si ésto no fuera así, ¿qué sentido habría tenido entonces la pregunta de Jesús?
Y los reencarnacionistas pueden encontrar apoyo en las escrituras para la pre-existencia personal desencarnada. Orígenes tomó Efesios 1:4 como prueba para este aserto: «Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.» Jerónimo, tan incómodo como Justiniano acerca de la pre-existencia, interpreta este pasaje dándole el significado de nuestra pre-existencia no en forma desencarnada sino simplemente en la mente de Dios (Contra Rufino 1:22) y propone que por cadena de pensamientos Dios escogió a los elegidos antes de la creación del mundo.
La distinción entre una y otra forma de pre-existencia es demasiado indefinida, porque la tesis de Jeróninmo precisa de que distingamos entre lo que existe como espíritu y como lo que existe como idea.
Pero aun cuando esta forzada interpretación intente desviar el debate hacia zonas muy ambiguas, permanece el hecho del pasaje de Pablo como una clara indicación y testimonio de las escrituras hacia el concepto de pre-existencia del espíritu, sin el cual no podría explicarse la reencarnación.
La Doctrina de Orígenes
Revisando la secuencia de la creación desde su comienzo hasta su conclusión, se puede sumarizar el sistema de Orígenes de la siguiente manera: Originalmente todos los seres existieron como mente pura en un nivel ideacional o de pensamiento. Los seres humanos, los ángeles y los cuerpos celestiales carecían de existencia encarnada y sus propios seres eran sólo ideas.
Este era un punto de vista natural para alguien como Orígenes, versado tanto en el pensamiento cristiano como en el platónico.
Al no haber descripción alguna en las escrituras acerca de lo que precedió a la creación, parecía a Orígenes perfectamente natural recurrir a Platón para sus respuestas.
Dios, para el pensamiento platónico, es inteligencia pura y todas las cosas eran en Dios antes de la creación, una suposición no contradecida por las escrituras.
Entonces, al principar el proceso de la caída, seres individuales (espíritus) se aburrieron de su unión con Dios y escogieron desertar al enfriarse su ardor por lo divino.
A medida que la mente de estos espíritus se tornó fría hacia Dios, dió ésta el primer paso en su caída convirtiéndose en alma. Y el alma, ya apartada de su estado original, continuó en su deserción y caída hasta llegar al punto de tomar un cuerpo. Éste, de acuerdo con las ideas platónicas, es una degradación, ya que la manifestación más alta se da en el nivel espiritual y mental y la más baja en el nivel físico o material.
Esta noción de la caída del hombre no significa que Orígenes rechazara el Génesis, tan sólo significa que él estaba en favor de una interpretación alegórica de éste no literal; de este modo, no era necesario buscar un lugar físico para el Edén, sino que éste es un suceso cósmico y metafísico en el cual una idea pura y desencarnada se limitó en una materia física.
Lo que era esencial para el Cristianismo, según la percepción de Orígenes, es que la caída fue voluntaria y resultara en un grado de distanciamiento con Dios.
Donde hay una caída debe continuar el drama de la reconciliación.
El amor es una de las cualidades divinas, como el mismo Orígenes reconocía basándose en el Evangelio de Juan, y por ello es lógico y natural que Dios tome interés por la redención de Sus criaturas.
Para Orígenes esto significaba que después del drama de la encarnación, el alma de nuevo asume su identidad como mente espiritual y recupera su celo por lo divino.
Y para acelerar este proceso de evolución fue que en el tiempo debido Dios envió a Su Cristo.
El Cristo de Orígenes, como el de Juan, era el Verbo Encarnado, pues fue el único ser que no se enfrió en su celo hacia Dios, y por ello llegó tanto como mediador así como la imagen encarnada de la bondad de Dios.
Al permitir que la sabiduría y luz de Dios brille en la vida del hombre a través de la inspiración de Jesús el Cristo, el alma individual es capaz de recobrar rápidamente su celo hacia Dios, dejando atrás la carga del cuerpo y conquistando la completa reconciliación con Dios.
De hecho, asegura Orígenes, para desmayo de sus detractores y críticos, el poder y alcance del amor de Dios es tan grande que eventualmente todas las cosas regresarán al seno divino, Satánas y sus legiones incluidos.
Tomando en cuenta que la tenencia de un cuerpo dado por el alma es tan sólo uno de muchos episodios en su jornada de regreso a Dios, la doctrina de la reencarnación está implícita en ello.
Y hablando de la resurreción del cuerpo, Orígenes desató una tormenta de controversia al insistir de que el cuerpo físico es desechado y regresa al polvo de donde salió, algo ya indiscutible en la actualidad a la vista de los conocimientos modernos, mientras que la resurrección se lleva a cabo en un cuerpo espiritual, ideal y metafísico.
Esto, por supuesto, es totalmente creíble para los reencarnacionistas, puesto que un cuerpo así puede ser, ya sea la suma y el clímax de todos los cuerpos físicos que vinieron antes o no guardar ningún parecido con los muchos cuerpos físicos.
Llegará el tiempo en que la gran deserción a Dios que dió inicio a la creación física toque a su fin.
Todas las cosas, espíritus, cuerpos celestiales y almas humanas, serán tan puras y ardientes en su amor a Dios que la existencia física no será necesaria ya más. La cohesión entera de la creación física se derrumbará, pues la materia será superflua.
Entonces, para citar uno de los pasajes favoritos de Pablo citado por Orígenes, todas las cosas serán sujetas a Dios y para que Dios sea «todo en todos» ( 1 Cor 15:28 ). Esta restauración de todas las cosas propuesta por Orígenes ofendió a muchos en siglos posteriores. Pareció muy sensato a Orígenes el que todo aquéllo que desertó de Dios deba finalmente regresar a Él.
Como triunfalmente afirmara al final de su «De los Primeros Principios», los hombres son los «hermanos de sangre» del mismo Dios y no pueden permanecer apartados para siempre.
La Controversia
Durante el periodo de 250 a 553 de la Era Cristiana una controversia se inflamó, al menos intermitentemente, alrededor del nombre de Orígenes, y es a partir de esta controversia cuando emergen las más importantes objeciones que el Cristianismo ortodoxo eleva en contra de la reencarnación.
Orígenes de Alejandría, uno de los más grandes y sistemáticos teólogos de la Cristiandad, creía en la reencarnación.
Orígenes fue un hombre creyente en la autoridad de las escrituras, un azote de los enemigos de la iglesia y un mártir de la fe.
Él fue el maestro espiritual de una gran y agradecida posteridad y aun así, sus enseñanzas fueron declaradas como herejías en 553. Los debates y controversias que se encendieron debido a sus enseñanzas son, de hecho, los que forman el precedente del tema de la reencarnación en la iglesia.
El juicio en contra de Orígenes fue creciendo a trancos y comienza aproximadamente por el año 300, cincuenta años después de su muerte, y llega hasta el año 553. Dentro de sus críticos se encuentran escritores de gran preeminencia así como algunos eclesiásticos más bien mediocres y oscuros. Dentro de aquéllos se incluyen Metodio de Olimpo, Epifamio de Salónica, Teófilo Obispo de Jerusalén y el mismo Emperador Justiniano.
El primero de ellos, Metodio de Olimpo, era un obispo en Grecia y murió como mártir en el año 311. Él y Pedro de Alejandría, cuyos trabajos están perdidos casi por completo, representan la primera oleada de anti-origenismo.
Su preocupación principal era la preexistencia de las «almas» y los conceptos de Origenes respecto a la resurreción de los muertos, piedra angular de las creencias actuales del Cristianismo. Otra corriente de pensamiento aún más poderosa en contra de Orígenes floreció casi un siglo después.
Y quienes fueron sus voceros principales fueron Epifanio de Salónica, Teófilo de Alejandría y Jerónimo. Desde el año 395 hasta el 403 Orígenes fue el centro de un encendido debate al interior de la Cristiandad. Estos tres eclesiásticos aplicaron mucha energía y pensamiento a buscar objeciones y cuestionamientos hacia la doctrina de Orígenes.
Y en 535, de nuevo la controversia se avivó y al calor de ella el Emperador Justiniano, por razones más polìticas que espirituales, publicó un folleto en contra de Orígenes en 543, proponiendo nueve anatemas en contra de ·De Los Primeros Principios», la mayor obra de Orígenes.
Orígenes fue finalmente condenado en el Segundo Concilio de Constantinopla en 553, cuando fueron levantados quince anatemas en contra de él.
Pero los críticos de Orígenes lo atacaron en puntos individuales, y así no llegaron a formular una teología sistemática en oposición a las ideas de éste, organizadas en un sistema de pensamiento totalmente coherente.
Sin embargo se pueden detectar cinco puntos capitales individuales que el Cristianimo ha elevado en contra de la reencarnación.
1. Parece minimizar el concepto de salvación tan caro a los cristianos.
2. Entra en conflicto con la resurrección del cuerpo.
3. Crea una separación no natural entre cuerpo y «alma».
4. Se apoya en un uso demasiado especulativo de las escrituras cristianas.
5. No hay recuerdos de vidas pasadas.
Cualquier discusión sobre estos puntos sería más clara si se da un vistazo preliminar al sistema de Orígenes para estudiar este concepto.
Aunque es imposible hacer justicia en unas cuantas páginas a un pensador tan sutil y profundo como Orígenes, algunos aspectos definitorios de su pensamiento pueden ser sumarizados.
La reencarnación y el Cristianismo: Por la voluntad del Emperador
Es difícil de creer pero quien proscribió el concepto de reencarnación del Cristianismo fue… ¡un emperador romano!
Y lo hizo por propósitos muy mundanos.
Verás: En el año 543 de la era presente, el Emperador Justiniano (considerado por los historiadores como el último emperador romano), convocó un sínodo en Constantinopla, con el único propósito de condenar las enseñanzas de Orígenes sobre la doctrina de la reencarnación aunque el pretexto fue otro: Deliberar sobre los «Tres Capítulos» de las iglesias disidentes (consideradas por Justiniano como rebeldes y heréticas) que no se encontraban bajo el poder directo de Roma. Orígenes era en ese entonces, el más respetado y amado Padre de la Iglesia cristiana original.
El Mandato Imperial contra el Papa
El concilio, conocido también como el Segundo Concilio Ecunémico fue presedido por el Eutiquio, aspirante al patriarcado de Constantinopla, obviamente sujeto a Justiniano, y contó con la presencia de 165 obispos.
Pero el Papa Virgilio, cuya presencia había sido requerida por el Emperador, se opuso fuertemente al concilio y se refugió en una iglesia en Constantinopla, temeroso de la ira vengativa del malvado Emperador. El Papa no estuvo presente en ninguna de las deliberaciones ni envió representante alguno y por lo tanto, jamás aceptó que la doctrina de la reencarnación fuera proscrita del credo cristiano.
El concilio, bajo el total control del Emperador y en la ausencia del Papa, elaboró una serie de anatemas; unos historiadores dicen que fueron 14 y otros que fueron 15, anatemas que fueron dirigidas intencionalmente en contra de las tres escuelas de pensamiento a las que calificaron como heréticas, cuyas creencias Justiniano veía como enemigas de sus intereses políticos y que tenían a Orígenes como su teólogo más respetado. Dichos documentos fueron conocidos, a partir de entonces como «Los Tres Capítulos».
Sólo estos documentos fueron presentados al Papa para su aprobación pero la reencarnación ni siquiera era mencionado en tales papeles.
Pero el poder de Justiniano fue más que suficiente para hacer que su decisión personal de proscribir la reencarnación del canon cristiano prevaleciera por encima de las creencias del mismo Papa.
Los sucesores de Virgilio, incluyendo a Gregorio el Grande (590-604), aunque se ocuparon de diversos asuntos que surgieron a partir del Quinto Concilio, no mencionaban en lo absoluto nada acerca de los conceptos de Orígenes relativos a la doctrina de la reencarnación.
Las Trampas de Un Político Astuto
Lo que Justiniano hizo, fue forzar la aceptación de su decisión personal a lo que parece ser meramente una sesión de obispos que nnunca fue realmente un concilio, ya que no contó ni con la presencia ni con la aprobación del Papa.
Como muchos políticos astutos, Justiniano se las ingenió para aparentar públicamente que contaba con el apoyo ecuménico para esa proscripción la que, repetimos, no estaba incluida en los papeles y acuerdos derivados de ese concilio.
Después de todo, ¿qué obispo podría haberse opuesto a él y rehusarse a seguir sus órdenes?
Es a partir de entonces que la noción de la reencarnación desapareció del pensamiento cristiano en Europa y muchos creen, todavía hasta el día de hoy, que la no aceptación de la reencarnación es un verdadero dogma inspirado.
Todo por la decisión de… un emperador romano.