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El Temor a la Muerte

En muchas ocasiones, hemos podido notar el temor que existe en el mundo con respecto a la muerte; pero, ¿de dónde nace ese temor? Después de platicar con muchas personas sobre el tema, nos hemos dado cuenta de que básicamente nace de la ignorancia, es decir, de la falta de conocimiento acerca de ella, y esta falta de conocimiento lleva a mucha gente a ver a la muerte como el final, como la consumación de todo, como el dejar de ser o de existir; para otros la muerte significa el paso hacia lo desconocido, el miedo al juicio y al momento de saldar cuentas; otros la ven como la pérdida de todos aquellos seres que aman; muchos se niegan a alejarse del mundo, de sus riquezas y placeres; a otros les llena de temor el pensar en que llegue la hora marcada, sin haber terminado aquello que debieron hacer en su vida; y otros más (los menos), la ven como el fin de los problemas o las pruebas, y ansían llegar a ella pensando que después de la muerte podrán descansar por siempre.

Para poder entender que todas estas ideas están equivocadas, es necesario antes que nada, comprender dos cosas fundamentales: Una, que todo cuanto existe en nuestro universo material está formado de energía, y la energía no muere, simplemente se transforma; y dos, que habiendo brotado nuestro espíritu de un Padre Infinito y Eterno, como El, también los hijos somos infinitamente eternos.

¡Suena bien!, ¿no?. Mas ¿qué quiere decir todo esto?, muy sencillo, quiere decir que la muerte no existe.

Nuestro Padre nos ha revelado:

«Os dije en aquel tiempo que no temieseis a la muerte, porque ésta no existe; en mi creación todo vive, crece y se perfecciona.

La muerte corporal es sólo el fin de una etapa que atraviesa el espíritu, para volver a su original estado y seguir después su camino de evolución.» Tercer Testamento. E 285:74

Habrá muchos que estén leyendo esta página, que pensarán en algún momento: -Si la muerte no existe, ¿cómo es que Dios en su Ley nos ha dicho: «No matarás»?-. ¡Buena pregunta! Y para responderla, volvemos como en muchas ocasiones a recordar que para comprender la palabra divina hay que elevar el pensamiento, y remontar el espíritu por encima de las ideas materiales para así alcanzar los cielos del conocimiento.

Entonces analicemos… Si la Ley fue creada para el espíritu, y el espíritu no muere, ¿a qué se refiere Dios cuando dice: «No matarás»? ¿Es acaso que existe otra forma de quitar la vida diferente a la que nosotros conocemos? En efecto, lo que nuestro Padre Eterno llama muerte, es a ese estado de postración, ese estado de aletargamiento en que cae el espíritu cuando no se le da el alimento que necesita para fortalecerse y manifestarse, la muerte para el espíritu es todo aquello que frena su desarrollo, su evolución.

El arma homicida, por ejemplo, es solamente el medio para manifestar lo que verdaderamente daña al espíritu, que es la falta de amor de aquellos que crean las armas o hacen uso de ellas. Existen otro tipo de armas que son sutiles, pero igualmente dañinas; nuestra lengua, por ejemplo, es un arma con la cual podemos matar si la utilizamos para dañar la reputación de nuestros hermanos; nuestros celos, nuestros odios, en fin, todas nuestras bajas pasiones, son aquellas armas que oscurecen al espíritu y lo confunden sumiéndolo en esa «muerte» aparente de la cual sólo podrá levantarse a través del bien, del amor, del desarrollo de los dones, del reconocimiento de las faltas cometidas y el firme propósito de enmendarlas.

Dice nuestro Padre:

«¿Cuándo llegaréis a alcanzar la paz del espíritu, si ni siquiera habéis conseguido obtener la paz del corazón? Yo os digo, que mientras la última arma homicida no haya sido destruida, no habrá paz entre los hombres.

Armas homicidas son todas aquellas con las cuales los hombres se quitan la vida, matan la moral, se privan de la libertad, se quitan la salud, se arrebatan la tranquilidad o se destruyen la fe.» Tercer Testamento. E 119:53

¿Cómo vencer entonces a la muerte? ¡Dando vida!. En la medida en que logremos el dominio de nuestras bajas pasiones, en que estudiemos, analicemos y vivamos las Enseñanzas divinas, en que nos preocupemos por el desarrollo de todos nuestros dones y pongamos en práctica «amarnos los unos a los otros», en esa medida iremos dando vida a nuestro espíritu y comprendiendo que lo que conocemos como muerte, no es mas que el final de una etapa para el espíritu y el principio de otra.

¡Que no constituya lo que llamamos muerte material una obsesión para nosotros! Más bien preocupémonos por vivir, por lograr una armonía entre nuestro espíritu y materia, por vivir bajo las Leyes de amor que Dios nos ha dictado, para que cuando llegue el momento de dejar nuestro cuerpo, lo hagamos con la alegría de saber que cumplimos con la misión que trajimos a esta vida, y que estamos listos para comenzar lo que viene; ya sea el reconocimiento de nuestras faltas y la oportunidad de repararlas, la aceptación de nuevas misiones, el conocimiento de nuevos espacios en donde nuestro espíritu siga su camino de evolución… en fin… ¡la vida sigue!

«Yo os dije en aquel tiempo, que nada en Mi obra se perdería; os dije
también que no se perdería ninguno de mis pequeños y además os revelé la
inmortalidad del espíritu diciéndoos : Yo soy la vida, quien crea en Mí, no
morirá jamás». Tercer Testamento. E 186:21 (Juan 11:26).