El Libre Albedrío
En este mundo muchos solemos comfundir el libre albedrío con la libertad. Pero ¿es cierto que libre albedrío equivale a libertad?
Veamos. Para comenzar, el libre albedrío es una prueba a la que el Padre somete al espíritu del hijo.
«El libre albedrío y la influencia de la materia son las pruebas a las que está sujeto vuestro espíritu.» Nos dice el Señor en Su enseñanza de este tiempo.
¿Cuál es el sentido de que Dios nos haya dado el libre albedrío? Ciertamente no para que lo usáramos de tal manera que cayéramos esclavos, sino por el contrario, para hacernos dueños de nosotros mismos.
-«Si he dado al espíritu libre albedrío, es para que posea voluntad propia y por esto se sienta dueño de su vida, de sus actos y semejante a Mí.» -nos dice el Padre.
No podemos ser semejantes a Dios si somos esclavos, si no somos dueños de nuestra vida, dueños de nuestras acciones…pero sabemos que la verdadera semejanza con Dios está en el espíritu, no en la materia. Y así nos lo explica claramente el Señor cuando nos dice:
-«En vuestro espíritu hay inteligencia, hay sensibilidad, hay gracia; manifestad entonces estos atributos a través de la materia que el Señor os ha confiado, no digáis que vuestra materia es imperfecta, reacia o incomprensiva, que no sabe oír la voz de la conciencia y sólo quiere guiarse por el libre albedrío; no, vosotros sois el espíritu y la guía, y debéis cuidar a la materia y prepararla para que sea instrumento dócil del espíritu, portavoz amable de los sentimientos y dones espirituales que hay en cada uno de vosotros.»
Este concepto lo ha repetido el Señor muchas veces en múltiples enseñanzas, el concepto de que es la conciencia en el espíritu quien debe guiar al hombre y la mujer en su trayecto en esta vida. No es la materia a la que se le ha dado tal responsabilidad.
Al morir la materia queda en la Tierra; es el espíritu quien tendrá que presentarse ante el Señor y dar cuenta de sus acciones, de sus hechos.
Cuando el espíritu ha caído derrotado, esclavizado por la materia, ese espíritu pierde totalmente su libertad, no solo espiritual sino incluso la moral, porque se rehusa a escuchar la voz de la conciencia, y ¿qué otra cosa puede dictar la conciencia que el cumplimiento de la Ley divina?
Nos dice el Señor: -«Como sobre todos los dones, sobre el libre albedrío puse también la conciencia para que esta, al iluminaros, os guiara en el desarrollo de dichos dones para llevaros a la perfección.»-
«El uso indiscriminado del libre albedrío en vez de acercaros a la libertad os aleja de ella.»
«Por el mal uso del libre albedrío los hombres han caído víctimas de los vicios; por el abuso del libre albedrío han caído en los pecados más abyectos; pues bien, por virtud de ese mismo libre albedrío, solo que ahora iluminado bajo la luz de la conciencia, habrán de desandar, paso a paso, ese camino ancho y florido que los ha conducido hacia el abismo»
Para terminar, quisiera invitarles a reflexionar sobre esta contundente frase de una de las cátedras del Divino Maestro, que en su brevedad encierra toda una enseñanza cuyo
seguimiento nos traería felicidad a hombres y mujeres aún aquí en esta Tierra:
-«Someted vuestro libre albedrío a mi Ley y vuestra conciencia, y no os sentiréis esclavos sino verdaderamente libres.»
Hablemos de los Suicidas
Es importante empezar el análisis de este tema, entendiendo que no solamente aquellos que deciden quitarse la vida de una manera violenta en un momento de turbación, son
suicidas.
Suicidas son también aquellos que van terminado con su vida lentamente a causa de un vicio; o aquellos que en lugar de vivir en paz y armonía con el resto de los mortales deciden trasgredir las leyes provocando la violencia a su paso; suicidas son también los que teniendo los medios no cuidan la salud de su cuerpo, o aquellos que en la búsqueda de emociones fuertes exponen su vida constantemente al peligro.
Son suicidas aquellos que sin respeto rompen las leyes de la Naturaleza, o los que promueven las guerras y las armas. Aquellos que disfrutan de los excesos y los que envueltos en un torbellino de materialidad, se dejan arrastrar por las tensiones, las prisas y problemas, también son suicidas.
En el Tercer Testamento, en un párrafo correspondiente al Álbum de la Sabiduría, nuestro Padre nos ha dicho:
¿Quién puede decir que ha llegado en espíritu a Mí, en el preciso instante en que el reloj de la eternidad le hizo el llamado? Nadie, porque muchas veces abreviáis vuestra existencia envejeciendo prematuramente, consumidos a veces por causas que no son dignas de una de vuestras lágrimas o de una sola de vuestras canas». Enseñanza 52:41
Mas, ¿de dónde viene ese afán del hombre de vivir en el peligro constante? ¿Qué es lo que hace que algunos no se dén cuenta de la maravillosa oportunidad que es la vida? ¿Qué lleva a algunos seres a perpetrar en sí mismos el fin de su existencia?.
Los que atentan contra su propia vida, o contra la vida de los demás, son aquellos que no viven en la espiritualidad, aquellos que carecen de fe verdadera, del reconocimiento de las Leyes divinas, aquellos que no han penetrado en la justicia que encierra la Ley de restitución y el amor que motiva a la maravillosa Ley de reencarnación.
El desconocimiento de todas estas verdades, hace que a veces los hombres no se percaten del vació de su existencia.
Dice nuestro Padre Celestial:
Cuando alguien llega a pensar así, es porque está evitando que la luz brille en su espíritu.
Cree que es inútil la vida porque no ha logrado obtener que en ella se realizaran todos sus deseos, porque quisiera haber obtenido todo conforme a sus pensamientos.
Cree que también él es inútil, y eso se debe a que no ha conocido el sentido de Mi palabra, porque no la ha analizado» Enseñanza 166:37
«¡Cuántos hacen insufrible su vida por falta de fe espiritual, porque piensan que el mundo físico es el único que existe y dudan de que haya espíritu, porque para ellos nada puede comprobarlo! Estas y otras tristes reflexiones los llevan a la desesperación y aun a la muerte». Enseñanza 186:42
«Nunca os sintáis solos ni atentéis contra vuestra vida, porque vuestros días también están contados por el Padre». Enseñanza 147:18
¿Qué sucede con aquellos que deciden cortar el hilo de su existencia? Hace ya varios años, siendo aun adolescente, viví una experiencia muy dolorosa que me llevó a querer
saber más a cerca de todo esto.
A los diecisiete años, mi amigo Miguel Angel se quitó la vida sin que pudiera comprender en aquél momento lo que había sucedido. Lo único que sabía es que estaba pasando por un momento difícil: Su padre había descubierto que había reprobado varias materias, a su mamá le habían hablado para avisarle que él junto con otros amigos se habían robado una grabadora de una tienda de aparatos eléctricos, y en esos mismos días había terminado con Laura, su novia desde la secundaria. Ese día, cuando vi que había faltado a la escuela, terminando las clases fui a su casa para saber por qué no había asistido; cuando llegué vi patrullas y mucha gente que entraba y salía; en el jardín estaba el cuerpo sin vida de Miguel Angel tapado con una sábana. Se había pegado un tiro en la sien con la pistola de su papá. De pronto se acercó a mí Andy, su hermano mayor y llorando me dijo: «Si hubiera estado alguien con él, no se hubiera suicidado».
Esto no me sirvió de ningún consuelo, sino que por el contrario, me hizo percatarme de la terrible soledad y del vacío interior que debe haber sentido en ese momento, en que seguramente buscó respuestas sin encontrarlas. Desde entonces una de las cosas que más desee en mi vida fue encontrar las respuestas por él; cuando de pronto apareció ante mis ojos esta maravillosa verdad que es la palabra divina.
A través de ella he encontrado todas las respuestas que buscaba, y muchas veces, al principio, mientras analizaba e iba comprendiendo cosas, recordaba a Miguel Angel, y pensaba: «Si él hubiera conocido toda esta luz, no se hubiera suicidado» Después, conforme han ido pasando los años y este conocimiento se ha hecho más grande y claro en mí, he comprendido que aquella verdad que no encontró en ese momento ya es suya, porque el espíritu no muere y la vida sigue, y las experiencias son infinitas y las oportunidades también, y el amor de nuestro Padre es absoluto.
Son tantas las cosas que pueden atravesar la mente de un suicida en el momento crucial: El miedo a enfrentar los problemas, el cansancio para seguir adelante, el no entender el por qué de las pruebas, el sentirse decepcionado de uno mismo, el no encontrar soluciones, la falta de fe, el no estar consciente de la existencia de algo más; en fin, puede haber tantas razones, pero creo que una de las razones más importantes que encuentra el suicida para quitarse la existencia, es que piensa que en el momento en que corte «el hilo de la vida», dejará de sentir dolor, las pruebas se acabarán o simplemente será el final.
Triste equivocación; porque el espíritu no muere, el espíritu al igual que nuestro creador es inmortal. ¿Qué sucede entonces con aquellos que se han quitado la vida? Nuestro Padre nos explica:
«El espíritu que retorna de la Tierra al valle espiritual, trayendo impresa en sí mismo la fatiga de la carne y llega buscando el Más Allá como un lecho dónde reposar, dónde hundirse en el olvido para borrar las huellas de la lucha, ese tendrá que llegar a sentirse el ser más desdichado, y no encontrará paz ni felicidad hasta que despierte de su letargo, hasta que salga de su error y se levante a la vida espiritual que es, como ya os he dicho antes, el amor, el trabajo, la continua lucha en el sendero que conduce a la perfección». Tercer Testamento. Enseñanza 317:14
«Todos vosotros habéis venido a una nueva encarnación, y es tan grande el dolor que apuráis, que me pedís ponga fin a vuestra existencia, mas Yo os pregunto: ¿No sabéis que no podéis dejar de existir, y que si hoy padecéis en la Tierra, al pasar vuestro espíritu al valle espiritual, seguirá viviendo bajo la misma prueba hasta saldar sus deudas y aprender la lección?». Enseñanza 103:15
«Muchos de vosotros queréis morir porque os encontráis cansados y sin ideales en la Tierra. Ciertamente que la muerte del cuerpo es el renacimiento para el espíritu, pero el cuerpo que ocupáis os sirve para purificaros». Enseñanza 146:32
¿De qué purificación nos habla nuestro Padre? De aquella que en absoluta justicia nos toca vivir, para reparar y restituir todos aquellos errores que el espíritu ha ido acumulando en sus diferentes reencarnaciones, las cuales son la oportunidad perfecta que en su infinito amor, Dios le ha dado a los hombres para poder aprender, evolucionar y restituir sus faltas.
Es por eso, que cada existencia del espíritu en una materia, es una oportunidad única para saldar cuentas, la cual no debe ser desprdiciada. Cuando el hombre desconoce estas cosas se acobarda, se ofusca y pierde la calma; no se siente con fuerzas para apura el dolor. Mas cuando el espíritu está consciente de esa nueva oportunidad, encuentra en el amor a su Señor la fuerza y la fe que necesita para pasar la prueba.
«…El hombre muere sin remedio; y al morir, ¿a dónde va? Si un hombre muere, ¿volverá a vivir? Yo esperaría todo el tiempo que durara mi servicio hasta que viniera el alivio de mis penas. Job 14:10-14
«Cumplid vuestro destino; no queráis retornar a Mí sin antes haber recorrido el camino que os señalé, porque tendríais el dolor de contemplar manchas en vuestro espíritu que él no alcanzó a lavar, porque no llegó hasta el fin de su restitución.
Las reencarnaciones han pasado sobre vosotros y muchos no habéis estimado la gracia infinita y el amor que en ellas os ha concedido el Padre. Mirad que mientras mayor sea el número de oportunidades, mayor será vuestra responsabilidad y si estas oportunidades no son aprovechadas, ese es el fardo cuyo peso insoportable muchos seres no se explican y sólo mi Doctrina os puede Revelar». Enseñanza 67:46
«Algunos moraban en tinieblas y sombra de muerte, aprisionados en aflicción y en hierros. Los sacó de las tinieblas y de las sombras de muerte, y rompió sus prisiones». Salmo 107:10,14
Mucho se ha creído que aquellos que atentan contra su propia vida no tienen perdón divino. ¿Será verdad que no tienen derecho a una nueva oportunidad? Si el amor divino no tiene límites, ¿habrá alguien que no pueda ser salvado? Como siempre, llega a nosotros para aclarar nuestras dudas, la palabra divina:
«En este Tercer Tiempo, he salido de la tumba del olvido en que la humanidad me ha tenido para resucitarla, porque Yo soy la vida. Nadie puede morir, aun aquél que se arranca la existencia por su propia mano, escuchará que su conciencia le reclamará su falta de fe». Enseñanza 52:63
Hermanos: El conocimiento que día a día la palabra divina imprime en nosotros, debe ayudarnos a sensibilizar nuestro espíritu, a estar alerta y velando, para poder ayudar a aquellos que necesitan de nosotros, de una palabra de consuelo, o de un consejo que logre quitar de su mente aquellas ideas que en un momento de desesperación y de confusión profunda, pueden convertir a un ser humano en un suicida.
Cuidemos también nuestra propia existencia, y demos tanto a nuestro espíritu como a nuestra materia el alimento que necesitan y los medios apropiados para lograr llegar al término de esta existencia, cuando la voluntad de nuestro Padre Celestial haya marcado la hora.
enfermos tan sólo por no amar a nadie.
El bálsamo que a muchos ha salvado, ha sido el amor y el don divino que resucita a la vida verdadera, que redime y que salva, es también el amor». Enseñanza 166:41
«Cuando esta revelación divina sea debidamente interpretada por todos, dejará de haber suicidios y homicidios, nadie se quitará la vida y menos lo hará con la de su semejante, el hombre tendrá amplio conocimiento de todos sus actos». Tercer Testamento. Enseñanza 316:23
¿Existe el Infierno?
Para poder responder esta pregunta, necesitamos hacer primero un poco de historia que nos lleve a comprender a fondo de dónde surgió ese concepto de: «el lugar del castigo eterno».
Si analizamos el Antiguo Testamento, podemos darnos cuenta de que no existe en él una sola mención que haga referencia al infierno; en ese Primer Testamento, aparece la palabra Seol o Sheol, pero no tiene nada que ver con el concepto del infierno que surgió mucho tiempo después. En este concepto no está implícito ni el fuego ni la condenación eterna, sino simplemente refiere el lugar o la mansión de todos los muertos.
Dice Jacob en Génesis 37:35, cuando pensó que su hijo José había muerto: «…Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol…». Y en Isaías 38:10 Ezequías, rey de Judá dice: «…A la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años». En el capítulo 14, versículos 9 y 11, Isaías dice contra del rey de Babilonia: «El Seol abajo se espantó de ti; despertó muertos que en tu venida salieron a recibirte…» «…Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos serán tu cama, y gusanos te cubrirán».
La palabra Sheol, viene de la voz hebrea «Shael» que quiere decir: examinarse o inquirir o interrogar, es decir, reflexionar. Lo cual quiere decir que el concepto que se tenía antiguamente sobre el seol, no era el del castigo eterno, sino simplemente el lugar donde los que morían entraban en reflexión o esperaban.
Existen también muchos otros versículos que nos muestran que no sólo se veía al Seol como el lugar de espera y reposo de los muertos, sino que había quienes pensaban que los vivos también podían llegar a él, como en el Salmo 16:9, 10 de David: «…Mi carne también reposará confiadamente, porque no dejarás mi alma en el Seol…»
O el versículo 16:30 de Números: «Se dice que los que pecaron y se levantaron contra Moisés, Dios los hizo descender vivos al Seol».
O el Salmo 55:15, donde versa: «Desciendan vivos al Seol, porque hay maldades en sus moradas».
Al ser traducida al griego la Septuaginta en Alejandría, entre los años 250 y 100 a.C., aparece por primera vez en lugar de la palabra Sheol, la palabra «Hades», que según la tradición helénica era el lugar de abajo, era el concepto de un hoyo o fosa, una tumba o un lugar debajo de la tierra.
Hades viene de «alpha» y «eido», que en esta concepción quieren decir: «nada» y «saber» o «conocer», por lo que el concepto es el de no saber nada, ignorar, estar en tinieblas. Es este el concepto más cercano que encontraron los Setenta para traducir al griego lo que la palabra Sheol significaba.
Ahora bien, al entrar el paganismo en Israel a través de los reyes idólatras, en el valle de Hinnom, llamado también Ge Hinnom, estos reyes paganos comenzaron a realizar sacrificios humanos, los cuales consistían en quemar en grandes hogueras a sus hijos
primogénitos en honor del dios Moloch (Levítico 18:21; 20:2-5; 2 Reyes 23:10). Estos actos inhumanos influyeron para darle al valle de Ge Hinnom, el contexto de lugar de lo terrible, de lo inmundo.
Con la llegada del Segundo Tiempo, en el Segundo Testamento aparece el concepto de la barranca para quemar las cosas impuras, y a similitud de Israel en el desierto, se adopta en Jerusalén la costumbre de usar ese lugar bajo donde se quemarán todos los desechos y la basura.
A estos lugares en recuerdo de los sacrificios humanos que se hicieron en el Valle de Ge Hinnom, se les llamó «Gehenna»; de esta manera, cuando se quería hablar del lugar que correspondía a todo lo impuro se hablaba de la Gehenna.
«…Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehenna…» Mateo 5:29
El análisis equivocado de frases como esta, hace que surja el concepto del fuego como forma de castigo a las faltas de los hombres.
«Fuego vine a meter a la tierra; ¿Y qué quiero si ya se ha encendido?…» Lucas 12:49.
«…Y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará…» Lucas 3:17.
«…Todo árbol que no dá buen fruto, es cortado y echado en el fuego». Mateo 7:19.
«…A otros salvad, arrebatándolos del fuego…» Judas 23.
¿Cuál es el verdadero significado del fuego en estos y en tantos otros pasajes del Primero y Segundo Testamentos? Para poder comprenderlo, debemos llegar a la naturaleza de las cosas: ¿Cuáles son las propiedades del fuego? ¿Qué es lo que sucede cuando sometemos alguna cosa a ese elemento? El fuego consume y purifica todo aquello que toca, mas, ¿ese fuego del que hablan las Escrituras actúa sobre la materia o sobre el espíritu? ¿Es verdad que es el fuego el que castiga los pecados humanos?
Veamos lo que nuestro Padre Celestial nos dice al respecto en el Tercer Testamento:
«Mas si creéis que lo que llamáis fuego eterno no es para el cuerpo sino para el espíritu, ese es otro grave error, porque en el reino espiritual no existen los elementos materiales, ni el fuego tiene acción sobre el espíritu.
Lo que es nacido de materia, materia es; lo que es nacido del espíritu, espíritu es». Tercer Testamento. Enseñanza 352:45, 46.
¿Qué simboliza entonces en las Escrituras la alegoría del fuego? ¿Es acaso que existe otro tipo de fuego diferente al que conocemos?
«Cuando la conciencia de un pecador logra apartar al espíritu de su materialismo y le señala todos sus errores, la comprensión de su ingratitud le hará arrepentirse y la vergüenza que sufra será tan intensa, que os parecerá débil junto a ella la falsa idea del fuego material como elemento purificador del espíritu.» Enseñanza 76:38 idem
«La conciencia es la luz de Dios, y esa luz es fuego de amor que consume toda impureza. He ahí el fuego en que se funde el nuevo espíritu, para levantarse otra vez lleno de luz». Enseñanza 76:39. Tercer Testamento
Cuando comprendemos todo esto de una manera espiritual, y llegamos al conocimiento de que el fuego del que hablan las escrituras es en realidad la Conciencia, esa voz de Dios que tarde o temprano será escuchada por todos actuando como un fuego purificador en el espíritu, llega a nosotros también la comprensión de aquellos versículos del Primer Testamento que dicen:
«¿No es Mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?…» Jeremías. 23:29
Bien, ya que hemos analizado de dónde surgió el concepto del fuego, ahora vayamos con el origen del concepto del «Infierno».
La palabra Infierno, viene de la voz latina «Infernus», que quiere decir «Inferior». Esta palabra apareció en las Escrituras cuando se hizo la versión latina llamada «Vulgata», en el siglo IV d.C. La traducción estuvo a cargo del conocido como San Jerónimo, el cual en compañía de sus colaboradores decidieron que la palabra «Infierno», era la que mejor reunía en uno sólo, todos los demás conceptos, esto es: Sheol, Hades, Gehenna, etc.
La Vulgata se impuso con el tiempo sobre las otras traducciones latinas, y en el año de 1546, el Concilio de Trento la proclamó como la versión oficial de la Iglesia católica.
Fue así como la unión de varios conceptos diferentes en uno sólo, crearon un concepto nuevo de lo que originalmente eran el Sheol, el Hades y la Gehenna; dejó de ser uno el lugar de descanso, de espera y reflexión de los «muertos», y el otro la barranca donde se quemaban la basura y las cosas inmundas, para convertirse todos juntos en «el infierno».
La verdad más importante que encontramos después de todo este análisis, es que: el símbolo del fuego en las Escrituras es el símbolo de la purificación y el arrepentimiento del espíritu al enfrentarse con su propia conciencia; que el infierno como tal, como un lugar de condenación eterna donde el fuego se encargará de castigar a los pecadores por los siglos de los siglos, no existe, porque lo que está sentenciado a condenación eterna es el pecado, mas no el pecador (Apocalipsis 19:10). Y esto, se ha sabido siempre:
«…Será anulado vuestro pacto con la muerte, y vuestro convenio con el Seol no será fime…» Isaías 28:18.
«…Y Yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré Yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella». Mateo 16:18.
Lo que nuestro Padre Celestial nos ha revelado sobre el infierno en este tiempo, son razónes contundentes que nos permiten darnos cuenta de nuestra equivocación y falta de análisis:
«¿No os he explicado que el atributo más grande de Dios es el amor? ¿No creéis entonces que un tormento eterno sería la negación absoluta del atributo divino, del amor eterno?» E. 164:34
«Yo no formé la muerte ni el infierno, porque al concebir mi Espíritu la idea de la Creación, sólo sentí amor y de mi seno sólo brotó vida; si la muerte y el infierno existieran, entonces tendrían que ser obras humanas por pequeñas, y ya sabéis que nada de lo humano es eterno.» E. 303:42
«¿Qué valor tendrían mi Ley y mi Doctrina si no fuesen capaces de salvar del error y del pecado a los espíritus? ¿Y qué objeto habría tenido mi presencia como hombre en el mundo, si iba a haber muchos que habrían de perderse para siempre en una expiación sin fin?» E. 352:48
«¿Cómo condenar al hombre al exterminio o al dolor eterno, cuando su pecado sólo es pasajero y es producto de su ignorancia? ¿Cómo condenar a un ser que en sí lleva mi propia naturaleza divina?» E. 297:10
¿Alguna vez te has puesto a pensar si será posible que exista un lugar donde pueda haber más dolor y destrucción que en nuestro propio planeta? ¿Será posible que exista otro espacio donde la muerte, la enfermedad, la pobreza y el desamor sean más palpables que en este nuestro «infierno terrenal»? Para qué tendría que tomarse Dios la molestia de crear un infierno, si nosotros hemos creado uno justo a la medida de nuestra falta de cumplimiento en las leyes divinas.
conciencia le muestra sus errores». Enseñanza 182:45. Tercer Testamento
Hay muchos que piensan, que con la muerte de la carne viene el descanso del espíritu, y muchos otros que piensan que al desencarnar, por las faltas cometidas tendrán que ir derechito al infierno, o a algún otro lugar para expiación de sus pecados. ¿Qué sucede cuando un espíritu desencarna teniendo estas ideas sobre el más allá?; ¿o cuando por rebeldía se confunde y no acepta que su oportunidad en esa materia ha terminado?. ¿Qué pasa cuando por llevar una vida sin control y llena de faltas a la Ley el espíritu desencarna de una manera violenta?; ¿o qué hay de aquellos que simplemente no saben que esperar?
En la película «What dreams may come» (Más allá de lo sueños), el autor hace una
proposición muy interesante al respecto basándose en los textos del Tercer Testamento en su versión inglesa, cuando describe que al desencarnar cada espíritu crea su propio infierno o su propio mundo de expiación según sus creencias o ataduras, según la luz o confusión que exista en él, según sus errores o aciertos. ¿Qué nos ha revelado nuestro Padre Eterno en este tiempo sobre todas estas dudas? Veamos:
«Lo que los hombres llaman gloria o infierno, no son lugares determinados, es la esencia de vuestras obras la cual recoge vuestro espíritu cuando llega al valle espiritual. Cada quién vive su infierno, habita su mundo de expiación o goza la beatitud que da la elevación y la armonía con el espíritu divino». Enseñanza. 11:56. Tercer Testamento.
El Perdón
En los años 70´s, con la película Love Story, la actriz Ali McGraw puso de moda una frase que decía: «Amor, es nunca tener que pedir perdón».
Y realmente, si el amor que manifestamos los seres que poblamos este planeta fuera verdadero, jamás tendríamos que pedir perdón; pero como aún no hemos comprendido el verdadero significado de «amaos los unos a los otros», vivimos en un mundo en donde constantemente tendríamos que estar pidiendo perdón, y digo tendríamos, porque lamentablemente el ser humano en la mayoría de los casos, cuando comete una falta no quiere reconocerla, y si lo hace, se niega a la «humillación» de pedir perdón.
De la misma manera, aquél que ha sido ofendido o agraviado, en muchas ocasiones se niega a otorgar el perdón.
Y surge la pregunta ¿Qué es más difícil, pedir perdón o perdonar?¿Qué es lo que nos lleva en un caso y en otro a no poner en práctica el más grande ejemplo de amor y humildad que ha recibido la Humanidad a través del Divino Maestro? Aquél que estando en la cruz y después de haber sido burlado y escarnecido, elevando una oración a los cielos dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen?». Una vez más, como siempre en nuestra historia, lo que nos sigue perdiendo es nuestra falta de amor y nuestra enorme soberbia.
¿Es que acaso no nos hemos cansado de ver repetirse una y otra vez a nuestro alrededor las consecuencias de la falta de perdón? ¿No hemos visto pueblos enteros que han sido exterminados por sus mismos habitantes a causa de rencillas familiares que nunca fueron perdonadas y que han ido pasando de generación en generación como una enfermedad hereditaria entre padres e hijos? ¿No estamos viendo actualmente naciones enteras que se han convertido en infiernos de odio y destrucción por la falta de perdón?
Es triste ver que después de tantos siglos, la Humanidad aún no ha comprendido que al final, el que sobrevive no es el soberbio, sino el humilde.
En este mundo en el que a la nobleza y la humildad se les llama servilismo, estupidez o cobardía, la historia no ha dejado de darnos testimonio de que en su memoria, los más grandes, los más escritos y recordados, los más seguidos, han sido aquellos que han dejado en la Tierra un ejemplo de bondad, de perdón, de sencillez y de humildad; porque la verdadera fuerza está en el amor, en comprender que aquél que reconoce una falta no se está humillando ante los ojos del mundo, sino por el contrario, está siendo grande ante los ojos de Dios.
Mas no debemos ver al perdón como un acto místico, como algo que requiere de nosotros un esfuerzo sobrehumano, debemos verlo como un acto natural, porque habiendo brotado nuestro espíritu del perdón infinito que es la Divinidad, en nosotros el perdón debe ser parte de nuestra naturaleza.
Preguntó Pedro al Divino Maestro en el Segundo Tiempo: «Señor, cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿hasta siete?» Y el Divino Maestro respondió: «No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete» (Mateo 18:21; Lucas 17:3-4).
¿Qué quiso decir el Señor con su respuesta? Muy sencillo, quiso decir que para el perdón no hay límite, que habremos de perdonar siempre y cuantas veces sea necesario.
Cada uno de nosotros ha sido perdonado por nuestro Padre las veces que lo hemos necesitado, a través de nuestra larga existencia como espíritus, sin importar el calibre de la falta, sin importar la reincidencia en el pecado.
Nuestro perdón ha sido infinito, como infinito es el amor de nuestro Padre.
Pensar en que existen faltas tan terribles que no alcanzan o merecen el perdón divino, es creer en un dios pequeño y limitado, cuyo amor no es lo suficientemente grande ni poderoso para salvar a aquél que ha pecado, y eso es imposible.
La prueba más palpable del perdón divino, la más grande de todas, es la maravillosa Ley de la reencarnación, la cual da al espíritu la oportunidad de regresar cuantas veces sea necesario, para que pueda saldar y restituir todo el fardo de faltas que ha ido acumulando en su azarosa existencia, y así ir avanzando en el camino de su evolución y regeneración espiritual.
Esto último es importarte tenerlo muy claro, porque no dudamos que haya muchos que al leer esta página piensen que si verdaderamente Dios lo perdona todo, no importa el mal que hagamos si siempre vamos a ser perdonados; así también, sabemos que hay otros que piensan que bastará arrepentirse a la última hora para alcanzar el perdón divino y ser eximidos de toda culpa.
Esto es un error; porque así como existe el perdón divino, también existe la justicia divina, y esa es inexorable.
Es decir, que el hecho de que seamos perdonados infinitamente, no nos libera de la responsabilidad que tenemos con nuestros hermanos, de restituirles en bien y en amor, todo el mal que les hemos causado en el camino; y que además mientras más errores acumulemos, más difícil será saldar cuentas, el sufrimiento será cada vez mayor, y la restitución más dolorosa.
Dice nuestro Padre:
Mi perdón os estimula, os consuela, porque al fin vendréis a Mí y Yo os recibiré con el amor de siempre; pero mientras no me busquéis por los caminos del bien, del amor y de la paz, ya lo sabéis y no debéis olvidarlo: El mal que hagáis o que penséis hacer, lo recibiréis devuelto con creces». Tercer Testamento. Enseñanza 17:44.
Bien, ya hablamos de aquellos que por las faltas cometidas necesitan ser perdonados; ¿y que hay de aquellos que por las ofensas recibidas necesitan otorgar el perdón? Nuestro Padre, al hablarnos de ellos nos ha dicho que los podría dividir en tres grupos: El primero, está formado por los que habiendo recibido una ofensa, no sabiéndose contener y olvidando las enseñanzas divinas, se han ofuscado y se han vengado devolviendo golpe por golpe; este grupo es el que se ha dejado vencer por la tentación, y es esclavo de sus pasiones.
El segundo grupo, es el formado por los que una vez que han sido ofendidos, recordando el ejemplo del Divin Maestro, callan sus labios y contienen sus impulsos para luego decirle: «Señor, me han ofendido, pero antes que vengarme he perdonado».
Mas en el fondo de su corazón guardan un rencor callado y el deseo de que Dios los vengue de sus ofensores descargando sobre ellos toda su justicia; este grupo está en plena lucha.
El tercer grupo, el más reducido, es el de aquellos que imitando a Jesús, cuando han sido ofendidos se elevan hacia el Padre llenos de piedad por sus hermanos, para decirle: «Señor, perdónales, porque no saben lo que hacen»; y aunque han sido heridos, en su oración piden caridad para sus ofensores, porque saben que en realidad se han herido a sí mismos, y les desean sólo el bien; este grupo, dice nuestro Padre que es el que ha vencido en la prueba.
¿A qué grupo pertenece cada uno de nosotros? ¿Somos de los que devuelven ofensa por ofensa, golpe por golpe?; ¿de los que sin devolver la ofensa en silencio esperan ser vengados?; ¿o somos los que poniendo la otra mejilla piden al Padre luz para aquellos que los han ofendido? Eso, cada quién lo lleva en su interior, y la única forma de saberlo, es enfrenténdose a la luz de la conciencia.
Lo que sí sabemos aquellos que hemos tenido el privilegio de conocer esta Enseñanza divina, es que el perdón no nace del olvido, porque si olvidáramos las ofensas de nuestros hermanos ¿de qué tendríamos que perdonarlos? Para perdonar y pedir perdón, es indispensable ponerse en el lugar del otro, porque mientras no sintamos de cerca a nuestros hermanos, no comprenderemos las causas del ofensor, ni sentiremos el dolor del ofendido; es además necesario luchar contra nuestra propia soberbia, porque mientras no la venzamos, seguiremos interponiendo las bajas pasiones que nos impiden conocer la verdad, sobre el amor verdadero que es la fuente del perdón.
Aquél que habiendo sido ofendido no acepta la petición de perdón de su hermano, está siendo tan culpable y tan pecador como el que lo ofendió.
La práctica del perdón deja a su paso frutos de indescriptible dulzura; nos reconcilia, nos hace libres, nos resucita y nos salva.
Vida Después de la Vida
¿Qué encontraremos «del otro lado del tunel»? ¿Qué sabemos del «Más Allá»? ¿Qué sabe el hombre de lo que existe después de esta vida?
Hay tantas teorías sobre la vida después de la vida, y se ha dogmatizado tanto sobre ella, que cuando el espíritu que desencarna espera encontrarse exactamente con el lugar que había imaginado según su creencia o corriente de pensamiento, se confunde cuando no encuentra lo que en su concepto debería ser el cielo, o el lugar del descanso eterno.
En la palabra que nuestro Padre ha venido a entegarnos en este Tercer Tiempo, nos revela que aquellos espíritus que se han confundido por su concepto equivocado sobre el valle espíritual, al no encontrar lo que ellos esperaban, y al sentirse sin el apoyo de su materia y sin la suficiente preparación y elevación espirituales para dejar el valle material, han creado para sí, sin darse cuenta, un mundo que ni es humano ni es profundamente espiritual, en el cual permanecerán hasta que lentamente por la meditación y el dolor, logren comprender que ese no es el lugar destinado para la evolución de su espíritu; será entonces cuando escuchen la voz de su conciencia y ante ella, juzguen sus obras pasadas y surja en ellos el deseo de reparar sus yerros. Será entonces cuando comiencen el viaje de regreso hacia el valle
espiritual.
A aquellos que creen que al desencarnar su espíritu va a llegar
al «Valle del descanso», tenemos la obligación de decirles que en el valle espiritual es donde verdaderamente empieza la actividad, porque la inactividad es como la muerte para el espíritu.
El descanso que espera al espíritu es la actividad, el multiplicarse haciendo el bien, el no desperdiciar un instante. Cuando el espíritu trabaja, encuentra el verdadero descanso, porque haciendo el bien se aligera de remordimientos y penas; es decir, que el descanso del espíritu es el amor a su Padre y a sus hermanos.
Dice nuestro Padre:
No esperemos entonces encontrarnos con un «Más Allá» diferente al que realmente existe, y al que nuestro espíritu podrá llegar sin problemas si lo comprendemos, y si nos preparamos para que cuando llegue el momento de desencarnar, nuestro espíritu se encuentre iluminado para emprender el viaje de regreso a su verdadero hogar.
«Vuestra conciencia que está sobre vuestro ser no quedará en la Tierra, sino que vendrá con el espíritu para mostrarse ante él como un libro cuyas lecciones profundas y sabias serán estudiadas por el espíritu.
Ahí se abrirán vuestros ojos espirituales a la verdad y en un instante sabréis interpretar lo que en toda una vida no lograsteis comprender; ahí sabréis lo que significa ser hijos de Dios y hermanos de vuestros semejantes; ahí comprenderéis el valor de todo lo que hayáis poseído, experimentaréis el pesar y el arrepentimiento por los errores cometidos, por el tiempo perdido, y nacerán en vosotros los más bellos propósitos de enmienda y reparación.
«Cumplid con mis leyes en la Tierra, y no tendréis por qué temer vuestra llegada al más allá; así como habéis visto la luz del mundo al llegar, y así como sentisteis en la Tierra la presencia de vuestros padres, así sentiréis la presencia de vuestro Señor en aquel valle que espera vuestro retorno.» Tercer Testamento. E 170:47; 62:5; 125:59
El Temor a la Muerte
En muchas ocasiones, hemos podido notar el temor que existe en el mundo con respecto a la muerte; pero, ¿de dónde nace ese temor? Después de platicar con muchas personas sobre el tema, nos hemos dado cuenta de que básicamente nace de la ignorancia, es decir, de la falta de conocimiento acerca de ella, y esta falta de conocimiento lleva a mucha gente a ver a la muerte como el final, como la consumación de todo, como el dejar de ser o de existir; para otros la muerte significa el paso hacia lo desconocido, el miedo al juicio y al momento de saldar cuentas; otros la ven como la pérdida de todos aquellos seres que aman; muchos se niegan a alejarse del mundo, de sus riquezas y placeres; a otros les llena de temor el pensar en que llegue la hora marcada, sin haber terminado aquello que debieron hacer en su vida; y otros más (los menos), la ven como el fin de los problemas o las pruebas, y ansían llegar a ella pensando que después de la muerte podrán descansar por siempre.
Para poder entender que todas estas ideas están equivocadas, es necesario antes que nada, comprender dos cosas fundamentales: Una, que todo cuanto existe en nuestro universo material está formado de energía, y la energía no muere, simplemente se transforma; y dos, que habiendo brotado nuestro espíritu de un Padre Infinito y Eterno, como El, también los hijos somos infinitamente eternos.
¡Suena bien!, ¿no?. Mas ¿qué quiere decir todo esto?, muy sencillo, quiere decir que la muerte no existe.
Nuestro Padre nos ha revelado:
La muerte corporal es sólo el fin de una etapa que atraviesa el espíritu, para volver a su original estado y seguir después su camino de evolución.» Tercer Testamento. E 285:74
Habrá muchos que estén leyendo esta página, que pensarán en algún momento: -Si la muerte no existe, ¿cómo es que Dios en su Ley nos ha dicho: «No matarás»?-. ¡Buena pregunta! Y para responderla, volvemos como en muchas ocasiones a recordar que para comprender la palabra divina hay que elevar el pensamiento, y remontar el espíritu por encima de las ideas materiales para así alcanzar los cielos del conocimiento.
Entonces analicemos… Si la Ley fue creada para el espíritu, y el espíritu no muere, ¿a qué se refiere Dios cuando dice: «No matarás»? ¿Es acaso que existe otra forma de quitar la vida diferente a la que nosotros conocemos? En efecto, lo que nuestro Padre Eterno llama muerte, es a ese estado de postración, ese estado de aletargamiento en que cae el espíritu cuando no se le da el alimento que necesita para fortalecerse y manifestarse, la muerte para el espíritu es todo aquello que frena su desarrollo, su evolución.
El arma homicida, por ejemplo, es solamente el medio para manifestar lo que verdaderamente daña al espíritu, que es la falta de amor de aquellos que crean las armas o hacen uso de ellas. Existen otro tipo de armas que son sutiles, pero igualmente dañinas; nuestra lengua, por ejemplo, es un arma con la cual podemos matar si la utilizamos para dañar la reputación de nuestros hermanos; nuestros celos, nuestros odios, en fin, todas nuestras bajas pasiones, son aquellas armas que oscurecen al espíritu y lo confunden sumiéndolo en esa «muerte» aparente de la cual sólo podrá levantarse a través del bien, del amor, del desarrollo de los dones, del reconocimiento de las faltas cometidas y el firme propósito de enmendarlas.
Dice nuestro Padre:
Armas homicidas son todas aquellas con las cuales los hombres se quitan la vida, matan la moral, se privan de la libertad, se quitan la salud, se arrebatan la tranquilidad o se destruyen la fe.» Tercer Testamento. E 119:53
¿Cómo vencer entonces a la muerte? ¡Dando vida!. En la medida en que logremos el dominio de nuestras bajas pasiones, en que estudiemos, analicemos y vivamos las Enseñanzas divinas, en que nos preocupemos por el desarrollo de todos nuestros dones y pongamos en práctica «amarnos los unos a los otros», en esa medida iremos dando vida a nuestro espíritu y comprendiendo que lo que conocemos como muerte, no es mas que el final de una etapa para el espíritu y el principio de otra.
¡Que no constituya lo que llamamos muerte material una obsesión para nosotros! Más bien preocupémonos por vivir, por lograr una armonía entre nuestro espíritu y materia, por vivir bajo las Leyes de amor que Dios nos ha dictado, para que cuando llegue el momento de dejar nuestro cuerpo, lo hagamos con la alegría de saber que cumplimos con la misión que trajimos a esta vida, y que estamos listos para comenzar lo que viene; ya sea el reconocimiento de nuestras faltas y la oportunidad de repararlas, la aceptación de nuevas misiones, el conocimiento de nuevos espacios en donde nuestro espíritu siga su camino de evolución… en fin… ¡la vida sigue!
también que no se perdería ninguno de mis pequeños y además os revelé la
inmortalidad del espíritu diciéndoos : Yo soy la vida, quien crea en Mí, no
morirá jamás». Tercer Testamento. E 186:21 (Juan 11:26).
Amarse a si mismo
Quizá uno de los slogans más publicitados en los últimos años sea el de «ámate a ti mismo»; de tan popular se le ha tomado como una fórmula, válida y sencilla, para vivir «felizmente». Pero, ¿es esta frase una ley? ¿una receta narcisista y egocéntrica? ¿una justificación egoísta?
Bueno, «ámate a ti mismo», definitivamente no es parte de la Ley, no aparece en el Decálogo como mandamiento, ni siquiera como precepto, consejo o forma alguna. Algunos dicen que necesitamos tener amor para dar amor.
Olvidan que como espíritus que somos, brotamos del Amor, somos un pensamiento, una idea constante y latente; es decir, estamos siendo amados cada segundo. El Padre nos ama perfecta y permanentemente a todos y cada uno de nosotros sin excepción, sin condiciones, sin cláusulas previas.
El amor del Padre es perfecto, absoluto, incondicional e inmutable. Y Él nos ha amado desde antes de brotar de Él, nos ha amado y nos amará siempre, incondicionalmente.
Siendo así, resulta evidente que hay suficiente amor en nosotros como para dar y repartir a nuestros semejantes y que la idea de amarnos a nosotros mismos en nada va
a aumentar este amor, ya que el amor no es creación nuestra, el amor viene del Padre; nosotros simplemente podemos manifestarlo.
Si reflexionamos un poco más, nos daremos cuenta que precisamente el amarnos a nosotros mismos ha llevado al mundo donde está: la ambición, el egoísmo y la avaricia han originado guerras, pobreza, hambre, enfermedad y desolación.
El «ámate a ti mismo» sólo ha venido a reforzar el ego, que tanto ha dañado y apartado a la humanidad. El mundo no necesita más ego, más amor a nosotros mismos, sino a los demás.
El más grande ejemplo lo tenemos estudiando la vida del Divino Maestro. Jesús amó a todos y cada uno de sus semejantes; jamás expresó cansancio, no necesitó vacaciones, ni dinero, mucho menos lujos, no reclamó privacidad, tranquilidad, nunca perdió la paciencia; vivió para servir, para enseñar, para curar, para amar.
Es claro entonces, y más que obvio que la frase «Amate a ti mismo» es completamente equivocada y en nada puede favorecernos. Al contrario, lo que nos separa de nuestros semejantes es nuestro ego, así que, por favor, no lo incrementemos y en su lugar, popularicemos con nuestras acciones el divino, enaltecedor y necesarísimo:
«Amaos los unos a los otros».
La Mente Humana: MÁS ALLÁ DEL CEREBRO
Algo Para Pensar
Los antiguos sabios hebreos creían que la mente residía en el corazón. Es por esto que cada vez que leas las escrituras bíblicas, cuando veas la palabra «corazón» la mayor parte de las veces se estará refiriendo a la mente.
Los griegos de la Antigüedad, estaban divididos respecto a los roles del corazón y de otras partes del cuerpo respecto a la mente. Muchos creían que ésta residía en el hígado, de ahí que sus guerreros devoraran los hígados de sus más hábiles enemigos caídos en batalla. Pero algunos filósofos, como Aristóteles, creían que el corazón era el asiento donde la inteligencia residía.
Esta idea prevaleció por muchos años. Tan tarde como en el siglo 17, Descartes sentía que el flujo del corazón hacia el cerebro servia para producir «espíritus animales» que animaban al cuerpo, y esto no era tan fuera de base dado que debido a las malas traducciones de la Biblia, muchos creían (y lo siguen creyendo) que el «espíritu» -nuestro ser esencial- y el «alma» -la que anima al cuerpo- son una misma cosa.
Fue hasta 1791, cuando Galvani demostró que la electricidad existía como una fuerza dentro del cuerpo, de hecho, lo hacía en las células del cerebro. Él mostró en una secuencia de experimentos de que era posible controlar los nervios motores de las ranas usando corrientes eléctricas. («Frankestein», la novela de María Shelley es prueba palpable del enorme interés popular que estos descubrimientos despertaron).
A partir de esto, el estudio de las tareas físicas del cerebro convencieron a científicos e investigadores de que era en este órgano donde la mente y la consciencia residían.
Pero los más recientes hallazgos científicos han demostrado que todos ellos se equivocaron: Verás, la mente no reside en el corazón, ni en el hígado ni en la sangre, como tampoco reside en el cerebro ni en ninguna otra parte del cuerpo físico.
Espíritu y la Mente: Más Allá del Cerebro
La mente reside en el espíritu. Y más aún: La mente es parte esencial del espíritu.
Es lo que podemos llamar «la mente humana» aquella que se interrelaciona con nuestra materia, sobre todo a través de nuestro cerebro y los nervios en nuestro cuerpo, aunque muchas otras partes de nuestra materia están también implicadas en los procesos de nuestra mente humana: todo tipo de energías y sustancias bioquímicas están constantemente fluyendo en nuestra materia.
Investigaciones Clínicas en Serio
El contínuo estudio científico en Holanda mencionado en el video de arriba, fue publicado originalmente en la revista británica «The Lancet», la cual está considerada como la más confiable y prestigiosa publicación científica en el mundo entero, y después, fue incluído en un serio documental de la BBC de Londres, que trata del asunto de ECM o Experiencias Cercanas a la Muerte.
El estudio fue iniciado en 1988, después de compilar datos de muchos pacientes con paro cardíaco que habían experimentado la muerte clínica para después, regresar de ella.
Después de analizar los sorprendentes hallazgos de ese estudio, y preocupado por las repercusiones que éstos podrían tener, sobre todo en los campos de la psicología y la psiquiatría, el Dr. Van Lommel, el jefe investigador, decidió efectuar el estudio de nueva cuenta, solo que ahora con auditores científicos independientes y con una metodología aún más estrica, y los resultados fueron exactamente iguales a los anteriores.
En cuanto fue publicado el estudio, los psicólogos tradicionales se lanzaron al ataque, y no era para menos: Muchas de sus teorías eran fuertemente desafiadas o refutadas por estos hallazgos científicos, y trataron de descalificar dicho estudio… con otras nuevas teorías. Recuerda que los psicólogos NO son médicos, aunque acaba de surgir una nueva rama que se llama psicología clínica con bases científicas mucho más sólidas.
Pero los neuropsiquiatras más avanzados, que tienen una formación clínica científica, están encontrando en este estudio respuesta a muchas interrogantes que han tenido desde hace décadas.
Bruce Greyson MD, un prominente investigador norteamericano y ex-estudiante del Dr. Ron Moody, así como Sam Parnia, MD, y Peter Fenwick, MD, ambos en el Reino Unido, reiteraron los hallazgos en el estudio prospectivo en pacientes de paro cardíaco.
Y esto definitivamente es algo para pensar.
La Búsqueda de la Bestia Apocalíptica Parte 2
¿Un Ego Saludable?
No existe tal cosa… Tu ego es esa personalidad, esa máscara que has llegado a creer es el «tú» verdadero.
Y lo peor: Estás en realidad entrelazado con esa cosa, con esa falsa noción de quién tú verdaderamente eres.
Y por supuesto, quien tú eres en verdad es el espíritu dentro de tu cuerpo humano.
Y hay gran cantidad de diferentes apariencias que el ego usa con el fin de engañarnos: La falsa modestia y la timidez no son otra cosa que el ego mismo, solo que funcionando en reversa, porque ¿sabes? la timidez así como la vergüenza -ninguna de las dos es de origen divino-, provienen de la preocupación por lo que los demás puedan pensar de «tí».
Dicho de otro modo: Cuando te mortifica la proyección de la imagen de tu «yo» o de la percepción que otros pudiera tener acerca de esa imagen creada por el ego para esconderse, en realidad lo que haces es reflejar la angustia de ese ego de encontrar la manera más eficaz de engañar a todos… incluyéndote a tí mismo.
Pero la buena noticia es que, aun cuando el ego crea tener total control sobre de tí, el hecho es que tú -el espíritu- eres el que tiene el poder verdadero.
Cualquiera de nosotros puede extinguir su ego completamente, tal y como Jesús nos enseñara a hacer. Cuando menos, podrías comenzar por disminuirlo ahorita mismo.
Todo lo que tienes que hacer es velar y estar consciente de que la bestia está lista y al acecho para escapar de su jaula apenas bajes la guardia.
Esa Voz en tu Cerebro: ¿La Conciencia o el Ego?
¡Cuidado! Lo que muchos creen que es la voz de la conciencia es, en realidad, la voz del impostor: el ego.
Si estás creyendo que tú posees una conciencia propia ¡has sido engañado!
La auto-percepción o consciencia (así, con ese y ce) es una cosa, y la más de las veces es estrictamente personal, y como humanos, tendemos a creer que es nuestra nada más; pero la Conciencia es algo diferente.
Dado que el ego usa otro poderoso truco que consiste en convertir cualquier pensamiento tuyo instantáneamente en una creencia, la defensa de esa creencia se vuelve para tí en la tarea más importante.
No importa si ese pensamiento/creencia es bueno o malo, falso o verdadero, certero o erróneo… Lo único que importa es que sea «tuyo», así que automáticamente e irreflexivamente lo defiendes.
Pero la Conciencia es un asunto muy diferente.
Para comenzar, todos compartimos una Conciencia común, omnipresente, universal, no una que es particular y local, atada a tiempo y circunstancia y por tanto limitada.
Esa Conciencia que es en su naturaleza generosa, altruista, sabia y perfecta, nos enlaza a todos. Por ello, no hay manera en que tengas una conciencia peculiar, distinta a la de los demás.
Así que por un lado tienes una voz que viene del ego y otra, que proviene de la Conciencia.
¿Cómo distinguir la una de la otra? Fácil. La Conciencia siempre habla de la Ley divina… sin cortapisas, sin palabras vanas ni falsos oropeles.
No hay modo de entablar negociación alguna con la Conciencia Verdadera. Es implacable, inmutable, ineroxable… es perfecta ¿recuerdas? y por lo mismo, no la puedes acomodar a tu agenda o intereses personales.
¿Y la otra voz, la voz del ego? Bueno, ésta comienza por arrojar a la mesa todo tipo de ideas, pensamientos, esquemas y estratagemas egoístas, interpretando y acomodando la cosas para que se amolden convenientemente al falso sistema de creencias que tu ego ha desarrollado, negociando hasta conseguir sus egoístas fines, cambiando el sentido de todo sin importar el costo ni detenerse ante nada.
Así que la próxima vez que choques con el sistema de creencias o intereses de alguien más, y esa persona insiste en que está escuchando y obedeciendo la voz en su interior que contradice y se opone a la voz de la Conciencia en tí, asegúrate de que no estés atrapado en una batalla de egos: el de esa persona y el tuyo.
La Receta Anti-Ego
1. Al terminar el día, antes de dormir, repasa todos los eventos y sucesos que has vivido y revisa todas las decisiones que hayas tomado en ese día, sean pequeñas o grandes, aceptando y reconociendo tanto las buenas como las malas, pero enfocándote mayormente en aquellas donde tu ego haya interferido con tu buena naturaleza.
Perdona de todo corazón cualquier ofensa recibida, y entonces pide perdón por las ofensas que tu hayas hecho, y pon todos los eventos del día en su justa proporción, extrayendo de ellos todas las lecciones que te sea posible.
2. Toma la firme determinación de corregir las malas decisiones que hayas hecho, para que la próxima vez puedas hacerlas mejor. Perdónate y acéptate tal como eres, recordando que el perfeccionamiento es un proceso, no un lugar.
3 Tan pronto como abras los ojos al día siguiente, revisa tu determinación de la noche anterior y planea tu día de acuerdo con esa determinación, proponiéndote a tí mismo cumplirla con tu mejor esfuerzo.
4 Ora a Dios en petición de ayuda y guía… no sólo para tí sino para el universo entero. Y no olvides de sentir y expresar tu gratitud a nuestro Padre Celestial por todo, aún por aquellas cosas que aparentemente no te han sido buenas o convenientes… y sonríe. Recuerda: Todo encierra una lección, sea ésta dulce o amarga.
5 Manténte en vela todo el día.
Has esto por al menos 21 días seguidos, para que desarrolles el hábito de ser un «tú» bueno, amoroso y no egoísta.
Después, continúa tratando de ser esa amorosa, espléndida criatura por el resto de tu vida, tanto humana como espiritual… día tras día, uno a la vez
Resumiendo la receta:
«Vencéos a vosotros mismos y
el camino os será fácil; entonces podréis vencer a la bestia que Juan mi apóstol contempló en su revelación.»
El Tercer Testamento
De este modo, no permitirás que tu mente te siga jugando malas pasadas… por cuenta del ego.
Preguntas a Quienes Se Dicen Cristianos
¿Existe Jesucristo aún el día de hoy?
¿Es Jesús Dios?
Exodo 20:3 «No tendrás otros dioses delante de Mí…»
Isaías 46:5,9«¿A quién me asemejáis y me igualáis, y me comparáis para que seamos semejantes? Porque yo soy Dios y no hay otro Dios, y nada hay semejante a Mí.»
¿Quién es el hijo del hombre?
Números 23:19» …Dios no es hombre… ni hijo de hombre…»
¿Jesús es conducto o vía de la salvación o es Dios quien salva?
Isaías 43:10,11 «…antes de Mí no fue formado Dios, ni lo será después de Mí… fuera de Mí, no hay quien salve…»
Salmos 7:10 «Mi escudo está en Dios, Que salva á los rectos de corazón.»
Salmos 27:1 «JEHOVA es mi luz y mi salvación: ¿de quién temeré?»
Salmos 37:39 «Pero la salvación de los justos es de Jehová…»
Isaías 25:9 «Y se dirá en aquel día: He aquí este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová á quien hemos esperado…»
Isaías 43:3 «Porque yo Jehová Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tú Salvador…»
Ezequiel 34:22 «Yo salvaré á mis ovejas, y nunca más serán en rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja.»
Oseas 13:4 «Mas yo soy Jehová tu Dios desde la tierra de Egipto: no conocerás pues Dios fuera de mí, ni otro Salvador sino á mí…»
Joel 2:32 «Y será que cualquiera que invocare el nombre de Jehová, será salvo: porque en el monte de Sión y en Jerusalem habrá salvación, como Jehová ha dicho…»
Lucas:3:6:»Y verá toda carne la salvación de Dios.»
Lucas19:9 «Y Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación á esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.»
Juan 14:6 «Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí.»
Juan 8:28 «…conoceréis que nada hago por Mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo…»
¿La gloria es de Jesús o de Dios?
Isaías 42:8 «…Yo, Jehová… este es mi nombre, y a otro no le daré mi gloria,
ni mi alabanza ni escultura alguna…»
Juan 8:50 «Jesús: …yo no busco mi gloria, hay quien la busca y juzga.»
¿Como cristiano le rindes culto a Jesús o a Dios?
Deuteronomio 6:13 «…a Jehová tu Dios temerás, y a él solo servirás…»
Mateo 4:10 «Entonces Jesús le dijo… escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás…»
Juan 14:28 «…porque el Padre mayor es que yo.»
Isaías 46:12 «Pondré mi salvación en Sión y mi gloria en Israel»
¿Como cristiano, a quién debes obediencia?
Hechos 5:29 «Respondiendo Pedro y los apóstoles dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres… El Dios de nuestros padres levantó a Jesús»
¿Debes orar a «Jesucristo» o a Dios?
Mateo 26:39 «Se postró (Jesús) sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como Tú.»
Lucas 18:18 «Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino
sólo Dios»
Isaías 42:14, Mateo 12:18 «He aquí a mi siervo, a quien he escogido, mi amado»
¿Sabes cuál es el Dios de Jesucristo?
Marcos 12:29 «Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.»
Juan 20:17 «Subo a mi Padre, a mi Dios y vuestro Dios»
¿Sabes qué espera a quienes quieren hacer milagros en nombre de Jesús?
Mateo 7:21,22 «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en
tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos mucho milagros? Y entonces
les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.»