La Oración – Pedir y Esperar

Aprender a Pedir y Esperar

Benditos los que saben esperar, porque a sus manos llegará mi caridad en el instante oportuno.

Aprended a pedir y también a esperar, sabiendo que nada escapa a mi caridad; confiad en que mi voluntad se manifieste en cada una de vuestras necesidades y pruebas.

Aprended a acercaros a Mí, aprended a pedirme, a recibir y a esperar; veréis entonces cómo se hacen patentes los prodigios en vuestra vida.

El hijo tiene derecho a pedir a su Padre lo que esté dentro de Su ley de justicia y amor, y el Padre a su vez, tiene el deber de atender al hijo.

Os entrego mi caridad sin poneros condiciones, en tanto que vosotros sí me las ponéis para amarme si os concedo lo que me pedís.

En esta enseñanza aprenderéis a pedir, a recibir y a dar. También aprended a esperar la hora en que sea mi voluntad entregáros lo que sea más conveniente a vuestro espíritu. No desesperéis, no blasfeméis, ni faltéis a la fe; pensad que os amo, que soy justo con vosotros.

Yo sólo os concedo aquello que sea para vuestro bien. ¡Cuántas peticiones hacéis que si os fuesen concedidas, sólo os ocasionarían perjuicios o desgracias!

El hombre que en Dios confía y ante Él bendice su destino, jamás reniega ni exige lo que no le es concedido.

Ni uno solo de vuestros sollozos deja de escucharse en el Cielo, ninguna oración deja de hallar eco en Mí, ninguna de vuestras aflicciones o trances difíciles pasan desapercibidos para mi amor de Padre. Todo lo sé, lo escucho, lo veo y en todo estoy.

Discípulos amados: Mirad cuán cerca de vosotros me encuentro; y si sabéis ésto ¿por qué hay ocasiones en que me llamáis con desesperación, creyendo que no os escucho?

Cuántas veces os escucho, diciéndome: «Padre, ¿Por qué nos mandas tanta miseria? ¿Por qué no quieres oír nuestra oración? Padre, Tú no nos has oído.»

Yo escucho vuestra queja y os digo: Siempre he recibido vuestra oración, mas no siempre he de concederos lo que deseáis en el preciso instante en que lo pedís, ni tampoco será según vuestro deseo, sino según mi voluntad porque esta es perfecta y en ella está mi amor.

Ya no seáís de aquellos que decís: «Padre ¿Por qué me olvidáis en la prueba, por qué no me escucháis?» Ahora debéis ser los que sabéis orar en la prueba y después de orar, sabéis esperar con conformidad la llegada de mi paz; sabéis, con obediencia, dejar que el Maestro os pruebe.

Pedís a Dios casi siempre sin saber lo que pedís, mas vosotros nunca dais a Dios lo que El os pide para vosotros mismos.

A veces os atrevéis a decirme que nada de lo que me habéis pedido os he concedido, cuando os lo estoy entregando a cada instante y sólo falta que os preparéis para que podáis recibirlo.

Debéis comprender que cuando os digo: «Pedid que se os dará», debéis elevaros en oración para que pidáis lo que convenga a vuestro espíritu, porque algunos tan sólo piden para su vida terrestre: pero Yo os concedo según mi voluntad y no la vuestra.

¿Qué sería de vosotros si siempre os concediera según vuestros deseos?

¡Cuántas veces habéis pedido con insistencia algo creyéndolo para vuestro bien y habiéndolo esperado al anochecer y al amanecer, no lo habéis visto realizado! Mas cuando el tiempo ha pasado, os habéis dado cuenta de que estabais equivocado y de que el Padre tenia razón.

Sin embargo, al necio, al inconforme, al exigente, se le ha entregado lo que reclama, para que las consecuencias dolorosas y adversas lo dobleguen ante la verdad, mas a unos y a otros les he concedido pruebas para su propio bien, mientras unos aprenden por el amor, otros por el dolor.

Por medio de la oración tengo reservadas muchas revelaciones al espíritu para el futuro. Perfeccionaos en esta comunicación y lograréis alcanzar perfección en vuestras peticiones, es decir, aprenderéis a pedir.

Recordad la lección en la que os dije: «Pedid, pedid que se os dará». Ahora vengo a deciros: «aprended a pedir.»

Recordad que os dije: «Pedid que se os dará», y por eso venís con vuestra lista de peticiones. Mas ahora os digo que aprendáis a pedir y a recibir, a pedir con humildad y recibir con conformidad.

Orad en los momentos de prueba, con una oración breve pero limpia y sincera, y os sentiréis confortados, y cuando logréis estar en armonía con vuestro Señor, podré deciros que mi voluntad es la vuestra y vuestra voluntad es la mía.

María, vuestra Madre Celestial, es poseedora de dones y gracias; así, cuando vuestra elevación sea escasa, o vuestra falta de elevación os haga indignos de hablarme, orad ante Ella, buscad Su ayuda y Su intercesión, y en verdad os digo que por ese camino, presto llegarán a Mí vuestras peticiones.

No sólo oréis cuando os encontréis atravesando por alguna prueba dolorosa, orad también cuando estéis en paz, porque entonces será cuando vuestro corazón y pensamiento puedan ocuparse de los demás. Tampoco pidáis solamente por los que os han hecho bien o por aquéllos que no os hayan causado ningún daño, pues ello, siendo meritorio, no lo es tanto como si veláis por los que en alguna forma os hubiesen causado prejuicios.

Pensad que Yo, vuestro Maestro, he sido Cirineo y Salvador de los mismos que ante Pilatos gritaron ¡Crucificadle! ¡Crucificadle! También vosotros podéis ayudar a vuestros hermanos a llevar con resignación su cruz, con oraciones, pensamientos, palabras y aun en forma material; así podréis hacer más llevadera la restitución del que va agobiado bajo el peso de su dolor o de su lucha.

¿En Qué Consiste la Oración?

¿En qué consiste la oración? La oración es petición, intercesión, adoración y contemplación. Todas sus partes son necesarias y una brota de la otra, porque en verdad os digo que la petición consiste en que el hombre me ruega le conceda sus deseos, le satisfaga anhelos, lo que él cree más importante y sano en su vida, y en verdad os digo, mis hijos, que el Padre escucha la petición y da a cada uno lo que más necesita, siempre que sea para su bien. Mas cuidaos de pedir lo que esté en oposición para la salvación de vuestro espíritu, porque aquellos que solamente piden dones materiales, goces materiales, poder temporal, están pidiendo encadenar a su espíritu.

El afán desmedido por los goces materiales sólo trae sufrimiento, no solamente en este mundo, sino aun después de la transición al mundo espiritual, porque hasta allí puede llegar la influencia de esos deseos materiales, ya que al no poder librarse el espíritu de ellos, sigue atormentado por esos anhelos y desea regresar una y mil veces a la Tierra para reencarnar y seguir viviendo materialmente. Por eso, mis hijos, pedid solamente lo que en verdad necesitéis para el bien de vuestro espíritu.

La segunda parte de la oración, la intercesión, brota del amor al prójimo, del amor que os enseñé como Maestro cuando vine a este mundo. Rogad por vuestros hermanos cercanos y distantes, aquellos que en las naciones están sufriendo las consecuencias de la guerra, que están sufriendo la tiranía de los gobiernos temporales de este mundo.

Preparaos, oh mis hijos, rogad por vuestros hermanos, pero también en esta intercesión, debéis saber pedir, porque lo que importa es el espíritu. Si vosotros tenéis a un hermano, a vuestros padres o a vuestros hijos enfermos, rogad por ellos, pero no insistáis en que se queden en esta vida, si esto no es lo que el espíritu necesita. Pedid mejor que su espíritu sea libre, que se purifique en sus sufrimientos, que el dolor propicie la elevación espiritual. Por eso, el Maestro os ha enseñado desde el Segundo Tiempo a decir: «Padre, cúmplase Tu voluntad», porque es el Padre el que sabe mejor que cualquiera de Sus hijos, lo que el espíritu necesita.

La tercera parte de la oración, la adoración al Espíritu Divino, significa la adoración de todo lo que es perfecto, porque a través de esta forma de oración podéis uniros con la perfección, con el amor que abraza a todo el Universo. En la adoración podéis encontrar el estado perfecto que cada uno de vosotros debéis alcanzar, y por la adoración llegaréis a la contemplación que, unida a la oración, os llevará a la unificación con el Espíritu Divino, a la fuente de la vida eterna, a la fuente que os da fuerza día tras día para llegar al Reino del Padre.

Así debéis orar, empezando con la petición hasta llegar a la contemplación. Esto es lo que os dará fuerza.

Para que la Oración sea Efectiva

No olvidéis que para que la oración resulte efectiva, vuestra fe tiene que ser firme, grande, que la caridad sea la esencia de vuestra elevación hacia Mí.

Todos los que han alcanzado milagros, todos los que han dado pruebas de poder espiritual, así han orado.

Así oraron los patriarcas de los primeros tiempos, de espíritu a Espíritu; así oró Moisés en el desierto y Daniel en el foso de los leones.

Así vine Yo en Jesús, a fortalecer al hombre en el conocimiento de la oración verdadera, probando ante sus ojos el poder de la oración espiritual.

Jesús oró en el desierto ante la multitud y multiplicó los panes y los peces, maravillando a los hombres. Oró ante el sepulcro de Lázaro y dio pruebas de que la oración nacida de la fe y de la caridad, da la salud y la vida. Oró ante sus discípulos, revelándoles el poder que el hombre adquiere cuando sabe, ponerse en comunicación con su Padre.

¡Cuánto se ha alejado de mis enseñanzas esta humanidad! Todo en ella es superficial, falso, exterior, ostentoso. Por eso su poder espiritual es nulo y para suplir la falta de fuerza y desarrollo en su espíritu, se ha entregado en brazos de la ciencia material, intentando desarrollar su inteligencia humana.

Orad, mis hijos, con pensamientos de luz, de paz y de fraternidad y esas oraciones no se perderán en el espacio, sino que su esencia los conservará vibrando en lo espiritual y los conducirá al corazón de aquéllos por quienes hayáis orado.

Vuestra vida presente ha sido una continua lucha y es por eso que cuando miráis a otros gozando de placeres y satisfacciones, os preguntáis por qué es vuestro destino tan duro y severo, y la respuesta ha llegado a vuestro corazón, cuando habéis orado, ofreciéndome vuestras cuitas, trabajos y vicisitudes.

Ese ha sido el instante en que la luz de la intuición os ha dicho que debéis aceptar con paciencia vuestro cáliz, ya que cada espíritu tiene contraída conmigo una deuda que el corazón humano no conoce.

LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO

Ha llegado el momento del silencio, el momento de vuestra comunicación Conmigo, para que así como se confunden en el mar las olas, vosotros os unáis a mi Espíritu divino; silencio no solamente en los labios, también en el templo interior del hombre, porque es vuestro espíritu el que me habla, y el momento es solemne.

Buscadme ahora dentro de vosotros mismos. Bienaventurado el que penetre en el silencio interior, porque sentirá mi presencia y alcanzará la paz de su espíritu.

El silencio es el reino del espíritu, reino que es invisible a los ojos materiales.

En vuestro silencio, aprended a elevaros mentalmente a Mí. En vuestro recogimiento, habladme con el Espíritu y tendréis mi respuesta.

Pedid lo que creáis justo para vosotros y para vuestros hermanos. En estos instantes en que pedís y en que tenéis la fe de que soy Yo el que está presente, guardad silencio, para que penetréis en comunión Conmigo.

Escucho a los espíritus, llego a los corazones, os hablo de Espíritu a espíritu. Aparto de vuestro corazón todos los dolores, todas las angustias, tristezas y sinsabores. No hay un solo corazón al que no haya visitado, no hay un solo pensamiento al que no haya iluminado, no hay un solo dolor del que no haya librado a mis hijos.

Es menester que desde un principio meditéis en los mensajes que vuestra oración recoja, para que lleguéis a conocer verdaderamente los que recibáis de vuestro Padre y nunca los confundáis con aquellas voces, ideas, pensamientos y hasta revelaciones de vuestro espíritu confundido. Sólo en el silencio y en la meditación podréis distinguir el camino por el cual llegue a vosotros cada mensaje.

44 Así quiero que oréis, así quiero que lleguéis siempre a recibirme.

Las Lecciones de la Vida

El destino tiene la piedad que Dios ha puesto en él, el destino de los hombres está lleno de la bondad divina.

Vosotros no encontráis muchas veces esa bondad porque no la sabéis buscar.

Si dentro del destino marcado por Mí a cada espíritu, vosotros trazáis un camino duro y amargo, Yo trato de endulzarlo, mas nunca de aumentar su amargura.

En el mundo los hombres se necesitan los unos a los otros, ninguno está de más y ninguno está de menos. Todas las vidas son necesarias las unas a las otras para el complemento y la armonía de su existencia.

Los pobres necesitan de los ricos y éstos de aquéllos. Los malos necesitan de los buenos y éstos de los primeros. Los ignorantes necesitan de los sabios y los que saben, de los que ignoran. Los pequeños necesitan de los mayores y éstos a su vez necesitan de los niños.

En este mundo, cada uno de vosotros está colocado por la sabiduría de Dios en su sitio y cerca de quien debe estar. A cada hombre le es asignado el círculo donde debe habitar, en el cual hay espíritus encarnados y desencarnados con los que debe convivir.

Así, cada quien en su camino, todos váis encontrando a los que os han de enseñar el amor que os eleva, otros, recibiréis el dolor que os purifica. Unos os harán sufrir porque así lo necesitáis, mientras otros os darán su amor para compensar vuestras amarguras, pero todos tienen un mensaje para vosotros, una enseñanza que debéis comprender y aprovechar.

Vuelvo a deciros que a pesar de encontraros ante mi Enseñanza, no habéis reconocido el mensaje que cada ser os brinda.

Buscad en cada uno de vuestros hermanos la parte buena que os presenta, para que aprendáis de él, así como la parte mala para que le ayudéis a elevarse y de esa manera iréis por el camino, ayudándoos los unos a los otros.

Detened vuestro paso y meditad, porque habéis dejado pasar a muchos que pudieron haceros bien. No dejéis pasar esas oportunidades, porque son lecciones que váis desaprovechando.

Cada ser humano es una lección, una esperanza de amor o desamor que al fin os da su verdad dulce o amarga; y así iréis de lección en lección, a veces aprendiendo y a veces enseñando, porque también debéis entregar a vuestros hermanos el mensaje que hayáis traído a la Tierra.

En verdad os digo que si esta humanidad entendiese estas enseñanzas, no lloraría tanto en la Tierra.

No olvidéis que todo espíritu encarnado o desencarnado que cruce en vuestra vida en alguna forma, viene a ayudaros en vuestro destino.

¡Cuántos espíritus de luz os he enviado al mundo y no os habéis detenido para bendecir mi amor por vosotros!

¡Muchos espíritus que os he enviado, les habéis desperdiciado sin daros cuenta de que ellos formaban parte de vuestro detino, pero que al no saber recibirlos, os quedásteis con las manos vacías y tuvísteis después que llorar!

Vuestro destino, humanidad, es armonizar con todo lo creado. Esa armonía de que os hablo, es la más grande de todas las leyes, porque en ella encontráis la comunicación perfecta con Dios y con sus obras.

Estudiad a los espíritus que os rodean y a los que cruzan por vuestras vidas, a fin de que estiméis sus virtudes, recibáis el mensaje que os traigan o les entreguéis lo que de vosotros deben recibir.

Cuando ya estéis bien preparados, lucharéis no sólo por vosotros sino por ayudar a vuestros hermanos a transitar en este camino, porque no podéis alcanzar la salvación tan solo para vosotros mismos, sino que debéis luchar para lograr la salvación de la Humanidad.

Los hombres exclaman: Si hay un Dios de misericordia y de amor, ¿por qué entonces tienen que sufrir los buenos por los malos, los rectos por los pecadores? En verdad os digo, mis hijos: Cada hombre viene a este mundo no sólo para alcanzar la salvación de sí mismo, no es un individuo aislado, sino que forma parte de un todo.

¿Acaso en un cuerpo humano, un órgano sano y perfecto no sufre cuando los demás órganos están enfermos? Esta es una comparación material para que comprendáis la relación que tiene cada uno de los hombres con los demás. Deben sufrir los buenos por los malos, pero los buenos no son completamente inocentes, si ellos no luchan por el adelanto espiritual de sus hermanos. Mas como individuos cada uno tiene su propia responsabilidad, y al ser parte de mi Espíritu y semejante a Él, posee voluntad e inteligencia para ayudar al progreso de todos.

Desde el Primer Tiempo os he hablado a través de mis profetas para guiaros, mas no para obligaros a cumplir mi Ley. Pero el tiempo ha pasado y el espíritu humano ha evolucionado, ha llegado a la madurez y ya puede comprender su misión como espíritu. La Humanidad, que se encuentra tan cerca del abismo, de la perdición, necesita la ayuda espiritual de vosotros.

La Lucha Final Contra la Tiniebla

¡Alerta, oh mi pueblo! Todos los espíritus en tinieblas están uniéndose, y todos los espíritus de luz tienen que hacer frente a ese poder.

Esa lucha, la última lucha, es la más terrible y más tremenda entre la oscuridad y la luz.

Más allá de vuestra vida humana existe un mundo de espíritus, hermanos vuestros, seres invisibles para el hombre, que luchan entre sí por conquistaros.

Aquella lucha entre ellos proviene de la diferencia de evolución en que unos y otros se encuentran. Mientras los seres de luz elevados por el ideal de amor, de la armonía, de la paz y el perfeccionamiento van regando de luz el camino de la humanidad, inspirándole siempre el bien y revelándole todo aquello que sea para bien de los hombres, los seres en tiniebla que aún que no han logrado despojarse de su egoísmo y de su amor al mundo o que alimentan por tiempo indefinido tendencias e inclinaciones humanas, son quienes siembran de confusiones el camino de la humanidad, ofuscando las mentes, cegando los corazones, esclavizando las voluntades para servirse de los seres humanos, convirtiéndoles en instrumentos para sus planes, o tomándoles como si fuesen sus propios cuerpos.

La mayoría de los hombres luchan entre las dos influencias, sin decidirse por una, sin entregarse totalmente al materialismo, pero sin esforzarse por librarse de él para espiritualizar su vida; es decir, para elevarla por el bien, por el saber y la fuerza espiritual. Estos están en plena lucha interior.

Los que se han entregado íntegros al materialismo, sin preocuparles más la voz de la conciencia y desentendiéndose de todo cuanto se refiere a su espíritu, ya no luchan, han sido derrotados en el combate. Creen haber triunfado, creen ser libres, y no se dan cuenta de que estan prisioneros y que será menester que las legiones de la luz vengan a las tinieblas, para que ellos sean puestos en libertad.

Vosotros que me habéis escuchado, que lleváis la luz del Espíritu Santo ¡despertad!, ya no perdáis el tiempo en placeres materiales, en ambiciones temporales. Luchad por la Humanidad, luchad para que venga el Reino del Padre a este mundo: es la misión que doy desde al más humilde hasta el más preparado. El Mundo Espiritual está con vosotros y sobre todos, el Padre lleno de amor, lleno de misericordia, el Padre que con infinito dolor ve el sufrimiento que los mismos hombres están causándose los unos a los otros.

Esa es la lucha de la luz contra la tiniebla, y cada uno de vosotros tiene que luchar hasta alcanzar la victoria. Orad, mis hijos, con toda sinceridad seguid el camino que el Padre os ha indicado al hablaros de la oración en esta alba. Esta es vuestra misión, así alcanzaréis la espiritualidad para vosotros y la salvación para aquellos por los que estéis orando.

Este es un tiempo propicio para que seáis caritativos, por lo tanto, orad, pedid y trabajad, los campos son fértiles y os esperan.

Pedid la paz para las naciones, atraedla con vuestras oraciones; enviad bálsamo a través de vuestros pensamientos y transmitid luz al entendimiento de vuestros hermanos. De cierto os digo que vuestras peticiones jamás dejarán de ser escuchadas y atendidas por vuestro Padre.

¡Mi Paz sea con vosotros!