¿Quién es Elías?
Indudablemente, Elías de Tesbe es uno de los personajes más fascinantes de la Biblia. Irrumpe inesperadamente en el Libro 1 de Reyes sin que sus padres sean mencionados y pareciera no haber recuento de su niñez.
Pero la importancia de su papel es fundamental: es el precursor, señalado con toda claridad en el Libro de Malaquías como el profeta que había de preceder al Mesías tanto en Su primera venida como en el tiempo de su Advenimiento en el tiempo final, en este Tercer Tiempo.
De que Elías dejó una huella imborrable en todos los pueblos de la antigüedad, lo sugiere el hecho de que el símbolo del carro de fuego, el sol que parece estar en llamas, aparezca en la mitología de diversas culturas, como sucede, por citar un ejemplo, en el mito griego de Helios.
En el Evangelio de Mateo, Jesús les revela a Sus discípulos que aquel Elías que había de venir, conforme a la profecía de Malaquías, para ese momento ya había llegado, y los discípulos comprendieron que les hablaba de Juan el Bautista. En Lucas 1:17, el ángel que se presenta ante Zacarías para anunciarle que, pese a la edad avanzada de él y su esposa, habría de serle concedido un hijo por Dios, le dice, contundente: «…porque ira delante de él (Dios) con el espíritu y el poder de Elías…» Revisemos lo que Zacarías, el padre de Juan el Bautista, revela a este respecto en Lucas 1:76 cuando dice: «…y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor para preparar Sus caminos», en clara alusión al pasaje de Malaquías.
Pero no es eso todo: Más adelante, en Lucas 1:78, Zacarías dice: «…Nos visitó desde lo alto la aurora«…
La asociación simbólica de Elías con el sol, el carro de fuego, aparece también en Apocalipsis 7:2 en el pasaje relativo a la apertura del Sexto Sello cuando el profeta Juan ve a «…otro ángel que subía de donde sale el sol….»
¿Coincidencia?
Tal vez no.
Algunos teólogos discrepan de este análisis de los textos, aduciendo el pasaje donde Juan el Bautista es interrogado por sacerdotes y levitas (en ese tiempo, los sacerdotes eran de la familia de los saduceos) y al preguntarle éstos si es él Elías, el profeta, les contesta: «No soy» (Juan 1:21). Y ¡claro! ¿Qué otra cosa podía haberles contestado? Él era en ese momento Juan el Bautista, pero llevaba en sí el espíritu y la potestad de Elías, como se lo revela Jesús a los apóstoles posteriormente. Para comprender bien ésto, hay que recordar el pasaje de Isaías 62:2 donde dice: «…y se te impondrá un nuevo nombre, que pronunciará el Señor Jehová de su propia boca…» Si aquellos hombres le hubieran preguntado «¿Llevas en tí el espíritu de Elías?», ciertamente habrían obtenido una respuesta positiva, respuesta que otro evangelista, Marcos, pone en labios del Divino Maestro: «…Yo os digo: Elías ya vino y le hicieron todo lo que quisieron» y Mateo 11:14 lo confirma: «…él es aquel Elías que había de venir».
Y un comentario final: Aparte de la evidente discrepancia entre la afirmación de Juan y lo dicho por Jesús (al interpretarse las cosas como aducen los teólogos antireencarnacionistas necesariamente uno de los dos estaría diciendo mentira) es necesario percatarse que si los teólogos cristianos a partir de Jerónimo tuvieran razón -los Padres de la Iglesia pensaban muy diferente (Ver los comentarios de Orígenes)- y no existiera la reencarnación, entonces inadvertidamente darían la razón a los teólogos judíos que continúan esperando, 2000 años después, la llegada de Elías y con él, la del Mesías prometido de Israel. Porque si Elías no regresó en Juan el Bautista, entonces Jesús no pudo haber sido el Mesías, ya que estaba profetizado que Elías iba a venir antes. Absurdo ¿no?
Las citas bíblicas están tomadas
textualmente de la versión española de Casiodoro de Reina
y Cipriano de Valera