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El ejemplo de los Patriarcas

Los patriarcas fueron hombres ejemplares que actuaban guiados por la fuerza de su amor a Dios y a sus semejantes; fueron hombres fuertes y saludables que acataban la Ley aun cuando ésta no había sido promulgada ni labrada en piedra; fueron seres que se esforzaron por permanecer en el sendero de la luz gracias a que se ajustaron a la verdad, respetando siempre la Ley, y a que vivieron en el bien, su voluntad nunca llegó a debilitarse.

Los patriarcas y los justos os enseñaron con su ejemplo a vivir felices en la Tierra gozando de los bienes naturales y cumpliendo también con la ley espiritual. Imitadlos y volveréis a ser sanos y fuertes, quiero un pueblo fuerte entre vosotros que se levante luchando y defendiendo la verdad; si Yo os enseñase a apartaros de la naturaleza, entonces ésta vendría en contra vuestra.

¿De qué nos habla el ejemplo de los patriarcas y de los grandes iluminados de los tiempos pasados? Nos habla de fe, de fidelidad, de obediencia a los mandatos divinos, de apego al pacto, de fortaleza, de perseverancia en la Ley, del amor de los unos a los otros; nos habla de rectitud, de paciencia, de bondad; nos habla de virtudes, de armonía entre espíritu y materia; nos habla de congruencia, de humildad, del verdadero concepto de familia y fraternidad, de respeto, de perdón, de tolerancia y aceptación.

Recordad a Abraham, que fue capaz de llegar al sacrificio de lo que más amaba, con tal de obedecer a su Señor (Génesis 22:1-18); recordad a Isaac, quien fue padre amantísimo, esposo tierno y dulce, amo gentil y generoso; amigo fiel y siervo cumplido (Génesis 26:24-30). Recordad a Jacob, quien os mostrara que es la lucha aquello que os elevará a ser verdaderamente fuertes, para que vuestra simiente sea infinita e incontable como las arenas de la mar (Génesis 28:13-15). Recordad en fin, a todos aquellos ejemplos que siempre he sembrado para que sean como antorchas que iluminen la oscuridad, faros que os libren del naufragio, aves que os enseñen a remontaros sobre las alturas.

La humanidad en su ignorancia e incomprensión los ha llamado primitivos y atrasados, cuando en verdad eran seres con tal grado de adelanto y evolución que ya practicaban la comunicación de espíritu a Espíritu.

No juzguéis a aquellos seres cuando no los comprendáis; simplemente, admitid vuestra ignorancia. Abraham, Isaac y Jacob, son la semilla purísima de la cual vosotros brotasteis como pueblo espiritual; mal hace el hombre al creerles primitivos o atrasados, cuando en verdad, eran adelantados y evolucionados.

De entre todos estos iluminados, el Padre nos habla con especial ahínco de Abraham, el gran patriarca del Primer Tiempo al que el mismo Padre llamaba Su amigo, al que en varias ocasiones el Divino Maestro nombró como “el justo Abraham”. Uno de los grandes ejemplos que nos dio Abraham con su vida intachable, fue que vivió siempre bajo la luz de la Ley divina siguiendo la guía de su conciencia, la que consultaba aun para las cosas más pequeñas y cotidianas, porque él comprendía que en todo está la presencia divina; otro de sus grandes ejemplos fue su fe absoluta y su obediencia, al ofrendar al Padre el hijo que tanto amaba. Uno de los más hermosos ejemplos que nos dejó Abraham y que como dice el Mundo Espiritual lo hizo avanzar tanto en su tiempo, fue su hospitalidad; una hospitalidad que se manifestaba en todos los ámbitos de su vida: en su mesa, en su familia, en su comunidad y en su corazón.

Es importante comprender que cuando el Padre nos habla de vivir bajo el ejemplo de los patriarcas, no nos pide que renunciemos a nuestra vida humana, si así fuera no nos hubiera dado un cuerpo, ni nos hubiera construido un Universo material para aprender en él; el Padre se refiere a que vivamos como ellos, pero en la justa dimensión de los tiempos actuales. No se trata de irnos a vivir al desierto o que tengamos que vivir en tiendas o transportarnos en camellos; lo que nos pide nuestro Padre es que espiritualicemos nuestra vida, que logremos armonizar espíritu y materia dándole a cada uno el lugar que le corresponde, que sigamos el ejemplo de los patriarcas en su solidaridad, en su compasión, en su entrega, en su amor al prójimo, es su búsqueda de una comunicación constante con Él, aplicando a nuestra vida la Ley, desarrollando los dones que puso en nosotros y haciendo uso de las virtudes que nos dio como herencia del espíritu. ¡Ésa es nuestra responsabilidad!

Citas tomadas de El Tercer Testamento