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De la llegada de los espíritus a la Tierra

Este artículo pertenece al tema de La Creación. Parte 3 de 6

Sembró el Señor de bendiciones el camino que habrían de recorrer Sus hijos; inundó de vida el Universo y llenó de bellezas la senda del hombre, en quien depositó un destello divino: el espíritu, formado de amor, de inteligencia, de fuerza, de voluntad y de conciencia; mas a todo lo existente lo envolvió en Su fuerza y le señaló su destino.

Yo lloré vuestra partida desde el instante en que dejasteis la morada espiritual para ir a la Tierra.

Desde entonces han sido mis lágrimas y mi sangre las que os han perdonado vuestros pecados, y mi voz dulce y serena no ha dejado de aconsejaros en vuestra jornada.

El Padre quedaba ahí, como el principio de todo lo existente; y luego de ofrecer al Universo el camino de la evolución y el perfeccionamiento, se quedaba en espera del retorno de sus hijos, para que en Él encontrasen también su final que sería la perfección del espíritu en la eternidad.

Ese camino trazado a cada elemento, a cada criatura y a cada especie, era ley que el Creador escribió imborrablemente en Sus hijos desde el principio: la ley de evolución.

Mi sombra os ha seguido por todos los caminos.
Yo soy quien en verdad os ha extrañado, vosotros no, porque cuando partisteis os sentíais fuertes y creíais que ya no necesitabais de mi apoyo.

Vuestro camino fue el libre albedrío, vuestros sentidos se dilataron para aspirar y palpar cuanto os rodeaba y fue necesario que cayeseis muy abajo para que volvierais vuestros ojos nuevamente hacia Mí.

Hasta entonces recordasteis que teníais un Padre a cuya mesa os sentabais.

Entonces clamasteis a vuestro Señor, mas antes ya os había llamado Yo y estaba reclamando en mi mesa vuestra presencia.

Os había buscado, como el padre que vio partir pequeño a su hijo llevando la inocencia en su corazón y desconociendo el camino.

temas extraídos de las comunicaciones divinas de El Tercer Testamento