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Cátedra Divina – 2 de Abril de 1992
La materia, materia es.
No debéis atribuirle a ella las tendencias que vienen del espíritu, porque aun cuando éste fue creado con semilla de perfección, y esta semilla cuando es regada por las aguas de la fuente de la gracia, crece y puede rendir óptima cosecha, cuando el espíritu se halla en la carne olvida su origen y su verdadera naturaleza, sometiéndose a la débil materia, cuando es ésta la que debería ser regida por vuestro espíritu.
¿No os dije en Jesús que «el espíritu es fuerte, pero la carne es débil?»
Si fuera inexorable que el espíritu fuera quien se deba someter a la materia y las tendencias de ésta fueran más poderosas, entonces el reclamo de vuestro Padre no sería hacia vuestro espíritu, sino hacia vuestra materia, y eso, bien lo sabéis, no es así, puesto que vuestro espíritu, vuestro ser verdadero, es infinitamente más fuerte y poderoso que la misma Creación material toda.
Cuando vosotros unís vuestro libre albedrío a vuestra conciencia, conquistáis entonces la libertad; porque en la conciencia está la sabiduría y es ésta la que rompe las cadenas, cadenas que habéis creado con vuestro egoísmo y con vuestra soberbia; por eso el Maestro os dijo: «Conoced la verdad y esta os hará libres», ¿y de qué verdad hablaría Jesús sino de la que se encuentra en el fondo de todo espíritu, esa que llamáis conciencia y que es amor, amor y más amor?
No atribuyáis a pensamientos humanos lo que es divino; porque el amor del Padre por sus hijos es inexplicable para vosotros.
En vosotros, el amar es un deber porque fuisteis amados primero, y cuando ese amor se manifiesta en vuestros actos y rige vuestro libre albedrío, es en ese momento cuando sois verdaderamente libres, es entonces cuando vuestro espíritu despliega sus alas espirituales y no es más el reo de este mundo, porque en verdad os digo: sus alcances no conocen límite.
Pensad: Si brotasteis de mi Divinidad, algo tenéis de divino.
En este día os hago reflexionar sobre lo pequeña que en realidad es la tiniebla y lo escaso de los alcances de la tentación, aunque bien sé que en vuestro mundo veis las cosas de otro modo; os habéis acostumbrado tanto al mal, que llegáis a pensar que éste es eterno, y creéis que es parte de mi Creación; si así fuera, el mal sería eterno, indestructible, y ¿qué sentido tendrían entonces mi Obra y vuestra lucha si siempre fuera a existir el mal? Pero cuando os digo que os espera un futuro luminoso, quiero decir que finalmente destruiréis esas criaturas que habéis creado con vuestra soberbia y desobediencia, criaturas que son: el mal, la muerte y la enfermedad.
Comprended también que siendo éstas producto del hombre, necesariamente deben tener un límite y conocer un final.
En la escala de la eternidad el mal no tiene lugar, por tanto debéis comprender que todos vuestros afanes en esta vida humana, tienen un propósito elevado que es el de regresaros a la senda del amor del Padre.
Y si padecéis en materia, ved que esto es benéfico muchas veces para vuestro espíritu cuando eso está dentro de lo que Yo, el Padre, he puesto en vuestra vida; mas cuando habéis tomado por vuestra propia mano la justicia y habéis actuado como si no hubiera más Dios que vuestra razón, los frutos han tenido que ser muy amargos.
En vosotros existe la potestad de crear; esa potestad, cuando la orientáis al bien, es capaz de generar bendiciones y beneficios que os dejarían asombrados si comprendierais a qué grado las podéis llevar.
Elevad entonces vuestros pensamientos, limpiad vuestros propósitos, despojad vuestra vida de cuanto maligno se encuentre en ella, y estaréis regresando a ser como habéis sido cuando brotasteis de Mí.
¿No es mejor purificaros en las dulces aguas de la fuente de la gracia, que en las amargas aguas del arrepentimiento? ¿No es mejor un momento de dedicación que una vida de dolor? Mirad que no os exijo perfección, sólo os pido cumplimiento.
Ya no me verá el hombre descender a este planeta manifestándome en cuanto a lo humano, ya no me sentiréis en la tempestad como Moisés, ni oiréis mi voz en las montañas y explanadas como en el Segundo Tiempo; ni siquiera oiréis ya el arrullo que entregué a través de los portavoces humanos, sino que ahora es en lo más recóndito, en lo más íntimo de vuestro ser donde eternamente estaré hablando, como os he hablado desde un principio: en vuestra conciencia.
Comprended que si la Ley es amor, y que si os he amado desde antes de que existierais, entonces mi Ley ha sido también siempre en vosotros. Mi Ley os conducirá siempre hacia un puerto seguro y ese puerto seguro, es la perfección que a través de mi sabiduría os he venido a entregar.
Tomadla y llevadla en vuestros caminos, impartid caridad y perdonad a aquellos que os hayan ofendido, regocijaos con la risa de los niños y conmoveos con las lágrimas de los tristes. Así sabréis que debéis vivir para dar y no para recibir; recordad que antes os dije: «Es mucho más grande dar que recibir».
¡Mi paz sea con vosotros!