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La Ley es eterna
La Ley es el camino trazado por nuestro Padre para guiar a cada una de sus criaturas.
El camino recto es el más corto, está trazado con luz, con amor y virtud: es el camino de la Ley (E 72: 35).
Sin embargo, en estos días, no es raro escuchar decir que los Mandamientos entregados a Moisés son cosa del pasado, es decir, que dichos mandamientos no se ajustan a los tiempos que vivimos y que, por tanto, no es posible normar nuestra vida de acuerdo a ellos.
¿Es esto así? Veamos. Los Mandamientos entregados en el Primer Tiempo conforman la Ley y esta Ley es universal, infinita, inmutable y atemporal, esto es, la Ley es la misma para todos los espíritus –encarnados y desencarnados-, en cualquier tiempo y bajo cualquier circunstancia.
Por otra parte, también se piensa que la Ley es ajena a nuestra naturaleza, tan ajena que parecería imposible cumplirla, cuando, en realidad, la Ley es nuestra verdadera naturaleza. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que la Ley es nuestro retrato hablado, describe lo que somos verdaderamente, como fuimos creados, por lo tanto, la Ley no puede ser borrada, ni discutida, ni olvidada de nuestro corazón.
Sin embargo, debido al aletargamiento en el que nos hemos sumergido, hemos hecho oídos sordos a lo que somos, hemos desconocido nuestra verdadera naturaleza. Sí, así como si un león se olvidara de rugir, o un gato no supiera cómo maullar; como si el sol dejara de iluminar, así de absurdo, así de insólito, nosotros nos olvidamos de amar e hicimos necesario que esa naturaleza relegada al olvido se nos tuviera que dar en piedra como un recordatorio de lo que somos.
La Ley es una ley de amor, una ley que es nuestra esencia, la esencia que hemos hecho a un lado, de la que nos hemos apartado hasta desconocerla, hasta desconocernos. No obstante, hoy, la Ley, todavía, nos guía porque es brújula, mapa y camino de retorno al seno de nuestro Padre.
Mi Ley es el amor universal y se manifiesta en el aire que respiráis, en los mundos que giran en torno a vosotros y en toda la creación (E 195:16).
El mundo se transformará cuando escuche a su Redentor y conozca y cumpla sus leyes (E 215:55).
Por lo tanto, amarse los unos a los otros no es una frase imposible de cumplir, al contrario, amar es en nosotros lo natural porque es nuestra esencia. Como hijos de Dios, somos hijos de la luz, somos hijos del amor; nuestro origen y nuestro destino es el amor, es decir, fuimos creados por amor y fuimos creados para amar, siendo así, amar es nuestra verdadera naturaleza.
Amar fue el fin para el que fuisteis creados. Amar a vuestro Padre y en Él a todos vuestros hermanos, he ahí la Ley (E 37:52).