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Cátedra Divina – Abril de 1999
Vosotros estáis en Mí como Yo estoy en vosotros; ¿os habéis detenido a analizar y meditar sobre lo que esto significa?
Cuán sencilla la palabra, mas ¡cuánto encierra su significado!
Ved que en vosotros lleváis todo aquello que viene del Padre, mas también, cada vez que pecáis ponéis en Mí la carga de vuestras faltas; por ello os digo que soy vuestro Cirineo; al estar Yo en vosotros, también estoy en vuestra lucha y en vuestras vicisitudes, a veces como consejero, a veces como maestro, otras veces como doctor y siempre, siempre, como vuestro Padre amantísimo.
Os doté al crearos de libre albedrío, mas debéis comprender lo que esto también significa.
Así como sobre todos los dones, también sobre el libre albedrío puse la conciencia para que esta, al iluminaros, os guiara en el desarrollo de dichos dones para llevaros a la perfección.
Y todos esos dones que puse en vosotros no están atados al bien, porque justamente en ello está vuestro mérito, en darles cauce hacia el bien.
Ved, por ejemplo, cómo el uso de ciertos dones ha sido tomado por algunos con fines egoístas, lo que lejos de elevar su espíritu, les ha hundido en la más atroz materialidad. ¿Creéis acaso que mientras más usen sus dones de tal manera, obtendrán mayor gracia y por tanto, mayor perfección? No, porque desarrollo no significa perfección, así como en vuestro cuerpo la estatura no significa madurez moral. ¿No decís en vuestro mundo que no es lo mismo cantidad que calidad? Aplicad esta máxima a vuestros dones y os habréis acercado a la verdad.
Humanidad: El uso indiscriminado del libre albedrío, en vez de acercaros a la libertad os ha alejado de ella; mucho podéis hacer con vuestros dones, menos ser iguales al Padre.
Seríais entonces víctimas de esa falsa ilusión, de ese mal motivo que movió a los constructores de Babel, quienes queriendo llegar al reino de los cielos usando todos los recursos de los que les doté, en su soberbia e ignorancia únicamente llegaron a la confusión y a la división. No fui Yo quien les detuvo, fue su propia arrogancia.
Os dije que sólo la verdad os haría libres. Y algo más le dije a mis discípulos en aquél lejano Segundo Tiempo: Les manifesté que Yo era el camino, la verdad y la vida. Analizad esto con detenimiento y veréis cuán sencilla la lección es.
El camino es el cumplimiento de la Ley, usando todos vuestros dones y ejerciendo vuestras virtudes bajo la luz de la conciencia, y por ese camino llegaréis a la verdad, que es cuando realmente seréis libres, porque os habréis despojado de esa carga de desobediencias, pecados y faltas a la Ley que os quitan la paz y os alejan del Padre; entonces, sólo entonces, podréis conocer la verdadera vida, que es la que vibra en las altas mansiones del espíritu.
Bajo la luz de esta enseñanza ¿por qué piensan el hombre y la mujer que podrán alcanzar la libertad usando sin medida el libre albedrío?.
Por todo esto que os digo, sabéis que vuestra lucha mayor será contra la mentira, contra la impostura, y que no hay mayor causa para vosotros que la de dedicar vuestra vida a la búsqueda de la verdad, verdad que únicamente podréis encontrar en el amor de los unos a los otros.
Por el mal uso del libre albedrío, los hombres han caído víctimas de los vicios, por el abuso del libre albedrío, han caído en los pecados más abyectos; pues bien, por virtud de ese mismo libre albedrío, sólo que ahora iluminado por la luz de la conciencia, habrán de desandar, paso a paso, ese camino ancho y florido que los ha conducido hacia el abismo.
No desmayéis entonces en vuestro cumplimiento espiritual, porque ¿en que os aprovecha el decirme: «Padre, hágase en mi tu voluntad», si vuestros hechos desmienten lo que con tanta vehemencia me decís?
Mi voluntad es que os améis los unos a los otros, sin condición ni reparo alguno; mi voluntad es que os perdonéis mutuamente los errores y que levantéis al caído; mi voluntad, en fin, es que no haya ningún acto en vuestra vida que no sea guiado por vuestra conciencia.
Entonces, sólo entonces, en verdad estaréis haciendo mi voluntad de una manera sencilla, lógica, natural, y sólo entonces seréis libres, verdaderamente libres.
¡Mi paz sea con vosotros!
Cátedra Divina – Abril de 1999
Pueblo amado: Ninguno de los escritos de los tiempos pasados que han llegado a vosotros permaneció intocado; la codicia, el ansia de dominio y el fanatismo, que es ignorancia, fueron la causa de que aquello que mis enviados y profetas entregaran a la Humanidad, fuera alterado y contaminado con falsedades y mentiras.
Esta es la cizaña que deberéis apartar vosotros de ese verdadero trigo que ha sido la esencia de mi palabra manifestada por diferentes conductos a través de los tres tiempos.
No por ello deberéis entrar en disputas inútiles con quienes ciegamente creen que en los libros de las diversas religiones, a los que juzgan como sagrados, está contenida pura y perfecta la palabra divina.
Vosotros habéis ido comprendiendo bajo la luz de mis revelaciones del Tercer Tiempo, que junto a la esencia divina os han sido transmitidas profanaciones y falsificaciones.
Vuestra misión consiste en colaborar con Elías, quien como está profetizado, tiene el mandato divino de arrancar toda mala hierba de raíz para que ésta sea arrojado al fuego simbólico de la verdad.
Hoy, con diáfana claridad, surgen ante vuestra mirada espiritual en esos textos, las palabras y los pasajes que irradian la luz que mi Divinidad puso en ellos, y por contraste, veis de manera definida cuáles otros son no sólo de escasa luz, sino de gran tiniebla.
Es a partir de esas palabras y pasajes, unas veces alterados y otras añadidos por manos irrespetuosas y profanas, que las grandes religiones han construido sus tradiciones, ritos, teologías, y lo que es más grave, sus interpretaciones a la ley divina que tanto han confundido a los hombres.
Entregando a sus hermanos mandamientos de hombres como si fueran mandamientos divinos, los falsos profetas, los impostores y los escribas indolentes de antaño, profanaron la Ley que depositara Yo, promulgándola, en Moisés, convirtiendo lo que es sublime, eterno y de origen divino, en algo mundano, temporal y bajo.
Ved cómo de la Ley que Yo entregué al espíritu para que por ella mis hijos hombres condujeran sus pasos tanto en la vida espiritual como en la material, los desobedientes y blasfemos hicieron cuanto quisieron hasta trocarla en algo terrenal y carnal.
Ciertamente habrá una gran lucha una vez que comencéis a compartir con vuestros hermanos todo aquello que os he enseñado e inspirado, no tan sólo en la etapa de la comunicación por el entendimiento humano, sino de manera más importante, en ésta que es la de la comunicación de Espíritu a espíritu.
Habéis visto con asombro, cómo al retornar los escritos de los tiempos pasados a vuestras manos, podéis distinguir, separándolo, lo bueno de lo malo, lo puro de lo contaminado y lo divino de lo profano.
Vuestras explicaciones y razones serán de una contundencia tal, que muchos temblarán al escucharlas y otros, turbados y aferrándose a su fanatismo, os combatirán sin tregua porque la luz que irradie de cuanto diréis y escribáis, será como un torrente que arrase con sus ideas y sus creencias basadas en el engaño y la falsificación.
No por ello os autorizo a que irrumpáis en el seno de las diversas congregaciones de vuestros hermanos para destruir su fe y sus convicciones, no.
Esta misión de llevar esta luz divina la tienen hermanos vuestros que, habiendo nacido y vivido en medio de las religiones y sectas, manifestarán entre ellas lo que mi voluntad les hará llegar de ese conocimiento que he entregado a vosotros, y debido a la posición en que Yo les he puesto, habrán de ser escuchados aunque no todos les concederán la razón, desatándose así la contienda entre los que creerán, avanzado y elevándose y los que negarán, hundiéndose en el abismo del fanatismo.
¿Significa esto que callaréis cuando llegare alguien ante vosotros a interrogaros sobre lo que pensáis o creéis? Ciertamente que no; pero así como debéis poner cuidado cuando respondéis a vuestros pequeños, quienes llevados por su sana curiosidad, os interrogan acerca de las cosas de la vida humana, hablándoles de acuerdo con su edad y desarrollo emocional, con ese mismo cuidado y miramiento deberéis responder a la curiosidad de vuestros hermanos en las distintas religiones, dándoles a probar de aquello que tenéis, únicamente en la medida que por medio de vuestra intuición consideréis que ellos deban conocer.
Si ellos precisaran de más, tened por seguro que regresarán, pidiendo más, y os escucharán con atención y con respeto. No sabéis si detrás de esa curiosidad, se esconde un nuevo labriego en la Obra divina.
Permaneced en vuestros puestos, no titubeéis al pensar que escasos sois todavía en número; vosotros no sabéis a cuántos de vuestros hermanos en los diferentes continentes e islas de vuestro planeta han llegado copias de vuestros escritos, como también ignoráis cuántos de aquellos que no conocéis, son los intuitivos de los que antes os hablé y que en el momento indicado por mi Providencia, se levantarán en medio de las comunidades donde viven para entregar, palabra a palabra, hecho por hecho, lo mismo que vosotros tenéis como herencia divina.
Sabéis ya que no todos aquellos mandamientos que se atribuyen a mi divinidad son ciertos; os es fácil descubrir la impostura con el sencillo procedimiento de preguntaros de cómo habríais de cumplirlos si estuvierais en espíritu, carentes de un cuerpo y de una vida material.
Y así, os ha resultado evidente cuáles mandamientos son de Dios y cuáles son de hombres.
Poseéis también, en los escritos del Segundo Tiempo, las palabras de Jesús las cuales, al estudiarlas, os han revelado cuáles eran para Él, los mandamientos verdaderos.
También en esos pasajes ha habido intervención humana y por tanto, no están exentos de pequeños errores que vuestro análisis espiritual y elevado descubrirá, permitiendo así que brille de manera concisa e inconfundible la verdad.
Este es el primer paso para esa gran labor por medio de la cual serán fundidos en uno solo los tres testamentos, y en ese gran libro estarán contenidos los tres legados que os he entregado: el de la Ley que os conduce, el del amor que os eleva, y el de la sabiduría que os perfeccionará.
Delicada es vuestra tarea, y no os abrume la importancia que ella reviste porque en verdad, no todo os corresponde hacer a vosotros; mi guía divina fluye en vuestro espíritu cuando os eleváis, permitiéndoos escuchar potente y definitiva, la voz de vuestra conciencia, que es dónde está grabada la Ley eterna de Dios.
Tampoco os turbe el sentiros pequeños cuando veáis que hermanos vuestros manifiestan dones que aparentemente vosotros no poseéis; os hablo así porque dudáis de vuestro avance cuando sintiendo no haber sanado a los enfermos, veis que otros con facilidad les hacen sanar de la materia; pero a ellos yo les pregunto: ¿Y a su espíritu, cuándo le sanaréis?.
Israel, estáis en pleno desarrollo de vuestros dones espirituales y si vosotros rendís culto a un Dios que es espíritu, ¿no es de esperar que Yo despierte primero en vosotros aquellas facultades que sanen al espíritu antes que a la materia? Tenéis a los médicos que iluminados por Mí, curan a la materia y también veréis a seres, que sin ser médicos, sanarán a las materias de forma que muchos considerarán portentosa y que no será otra cosa que un pequeño prodigio material, pero a vosotros os he hecho médicos del espíritu: esa es vuestra verdadera labor.
Porque el prodigio material todos lo pueden ver, aún los ignorantes, pero el verdadero prodigio espiritual ¿quién lo puede ver? Solo Yo, vuestro Padre.
Y no es que no os conceda curar también a la materia, pero recordad que ésto se os da por añadidura.
Así, poco a poco, al ir avanzando en el desarrollo de vuestros dones que comenzó desde tiempo atrás, llegará el momento en que no sólo curaréis a vuestros hermanos de las enfermedades del espíritu, curación que es eterna, sino que también lograréis sanar a las materias, aun cuando esta sanación tiene un límite, pues no extiende sus efectos más allá del momento de la muerte.
Por esto comprenderéis que la curación del espíritu es infinita, ilimitada y que la de la materia, por el contrario, no lo es.
Contestaos a vosotros mismos: ¿Cuál de las curaciones queréis alcanzar? ¿La espiritual que no tiene final aunque es invisible, o la material que siendo perceptible por la mirada humana, es limitada y escasa?
Se suceden las vidas humanas en este planeta, unos espíritus llegan a encarnar mientras otros parten al valle espiritual, y bien sabéis que esto es cosa de todos los días; y yo os pregunto: ¿Cuál será vuestro legado cuando llegue el momento de que Yo os convoque al valle espiritual? Tened fe, obedeced y yo os prometo que no habréis de llegar con las manos vacías ante Mí como tampoco dejaréis la cesta vacía para quienes os sigan en el camino en vuestra vida humana; por el contrario, la dejaréis llena de las espigas y de los frutos que vuestro trabajo, contínuo y persistente aunque aparentemente pequeño, ha depositado en ella, a semejanza de las pequeñas hormigas, que día a día, cumplen humilde y calladamente, con su importante trabajo.
Así sed vosotros, pequeños y diligentes trabajadores de la campiña divina.
¡Mi paz sea con vosotros!