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La Ley es eterna
La Ley es el camino trazado por nuestro Padre para guiar a cada una de sus criaturas.
El camino recto es el más corto, está trazado con luz, con amor y virtud: es el camino de la Ley (E 72: 35).
Sin embargo, en estos días, no es raro escuchar decir que los Mandamientos entregados a Moisés son cosa del pasado, es decir, que dichos mandamientos no se ajustan a los tiempos que vivimos y que, por tanto, no es posible normar nuestra vida de acuerdo a ellos.
¿Es esto así? Veamos. Los Mandamientos entregados en el Primer Tiempo conforman la Ley y esta Ley es universal, infinita, inmutable y atemporal, esto es, la Ley es la misma para todos los espíritus –encarnados y desencarnados-, en cualquier tiempo y bajo cualquier circunstancia.
Por otra parte, también se piensa que la Ley es ajena a nuestra naturaleza, tan ajena que parecería imposible cumplirla, cuando, en realidad, la Ley es nuestra verdadera naturaleza. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que la Ley es nuestro retrato hablado, describe lo que somos verdaderamente, como fuimos creados, por lo tanto, la Ley no puede ser borrada, ni discutida, ni olvidada de nuestro corazón.
Sin embargo, debido al aletargamiento en el que nos hemos sumergido, hemos hecho oídos sordos a lo que somos, hemos desconocido nuestra verdadera naturaleza. Sí, así como si un león se olvidara de rugir, o un gato no supiera cómo maullar; como si el sol dejara de iluminar, así de absurdo, así de insólito, nosotros nos olvidamos de amar e hicimos necesario que esa naturaleza relegada al olvido se nos tuviera que dar en piedra como un recordatorio de lo que somos.
La Ley es una ley de amor, una ley que es nuestra esencia, la esencia que hemos hecho a un lado, de la que nos hemos apartado hasta desconocerla, hasta desconocernos. No obstante, hoy, la Ley, todavía, nos guía porque es brújula, mapa y camino de retorno al seno de nuestro Padre.
Mi Ley es el amor universal y se manifiesta en el aire que respiráis, en los mundos que giran en torno a vosotros y en toda la creación (E 195:16).
El mundo se transformará cuando escuche a su Redentor y conozca y cumpla sus leyes (E 215:55).
Por lo tanto, amarse los unos a los otros no es una frase imposible de cumplir, al contrario, amar es en nosotros lo natural porque es nuestra esencia. Como hijos de Dios, somos hijos de la luz, somos hijos del amor; nuestro origen y nuestro destino es el amor, es decir, fuimos creados por amor y fuimos creados para amar, siendo así, amar es nuestra verdadera naturaleza.
Amar fue el fin para el que fuisteis creados. Amar a vuestro Padre y en Él a todos vuestros hermanos, he ahí la Ley (E 37:52).
El Perdón
En los años 70´s, con la película Love Story, la actriz Ali McGraw puso de moda una frase que decía: «Amor, es nunca tener que pedir perdón».
Y realmente, si el amor que manifestamos los seres que poblamos este planeta fuera verdadero, jamás tendríamos que pedir perdón; pero como aún no hemos comprendido el verdadero significado de «amaos los unos a los otros», vivimos en un mundo en donde constantemente tendríamos que estar pidiendo perdón, y digo tendríamos, porque lamentablemente el ser humano en la mayoría de los casos, cuando comete una falta no quiere reconocerla, y si lo hace, se niega a la «humillación» de pedir perdón.
De la misma manera, aquél que ha sido ofendido o agraviado, en muchas ocasiones se niega a otorgar el perdón.
Y surge la pregunta ¿Qué es más difícil, pedir perdón o perdonar?¿Qué es lo que nos lleva en un caso y en otro a no poner en práctica el más grande ejemplo de amor y humildad que ha recibido la Humanidad a través del Divino Maestro? Aquél que estando en la cruz y después de haber sido burlado y escarnecido, elevando una oración a los cielos dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen?». Una vez más, como siempre en nuestra historia, lo que nos sigue perdiendo es nuestra falta de amor y nuestra enorme soberbia.
¿Es que acaso no nos hemos cansado de ver repetirse una y otra vez a nuestro alrededor las consecuencias de la falta de perdón? ¿No hemos visto pueblos enteros que han sido exterminados por sus mismos habitantes a causa de rencillas familiares que nunca fueron perdonadas y que han ido pasando de generación en generación como una enfermedad hereditaria entre padres e hijos? ¿No estamos viendo actualmente naciones enteras que se han convertido en infiernos de odio y destrucción por la falta de perdón?
Es triste ver que después de tantos siglos, la Humanidad aún no ha comprendido que al final, el que sobrevive no es el soberbio, sino el humilde.
En este mundo en el que a la nobleza y la humildad se les llama servilismo, estupidez o cobardía, la historia no ha dejado de darnos testimonio de que en su memoria, los más grandes, los más escritos y recordados, los más seguidos, han sido aquellos que han dejado en la Tierra un ejemplo de bondad, de perdón, de sencillez y de humildad; porque la verdadera fuerza está en el amor, en comprender que aquél que reconoce una falta no se está humillando ante los ojos del mundo, sino por el contrario, está siendo grande ante los ojos de Dios.
Mas no debemos ver al perdón como un acto místico, como algo que requiere de nosotros un esfuerzo sobrehumano, debemos verlo como un acto natural, porque habiendo brotado nuestro espíritu del perdón infinito que es la Divinidad, en nosotros el perdón debe ser parte de nuestra naturaleza.
Preguntó Pedro al Divino Maestro en el Segundo Tiempo: «Señor, cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿hasta siete?» Y el Divino Maestro respondió: «No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete» (Mateo 18:21; Lucas 17:3-4).
¿Qué quiso decir el Señor con su respuesta? Muy sencillo, quiso decir que para el perdón no hay límite, que habremos de perdonar siempre y cuantas veces sea necesario.
Cada uno de nosotros ha sido perdonado por nuestro Padre las veces que lo hemos necesitado, a través de nuestra larga existencia como espíritus, sin importar el calibre de la falta, sin importar la reincidencia en el pecado.
Nuestro perdón ha sido infinito, como infinito es el amor de nuestro Padre.
Pensar en que existen faltas tan terribles que no alcanzan o merecen el perdón divino, es creer en un dios pequeño y limitado, cuyo amor no es lo suficientemente grande ni poderoso para salvar a aquél que ha pecado, y eso es imposible.
La prueba más palpable del perdón divino, la más grande de todas, es la maravillosa Ley de la reencarnación, la cual da al espíritu la oportunidad de regresar cuantas veces sea necesario, para que pueda saldar y restituir todo el fardo de faltas que ha ido acumulando en su azarosa existencia, y así ir avanzando en el camino de su evolución y regeneración espiritual.
Esto último es importarte tenerlo muy claro, porque no dudamos que haya muchos que al leer esta página piensen que si verdaderamente Dios lo perdona todo, no importa el mal que hagamos si siempre vamos a ser perdonados; así también, sabemos que hay otros que piensan que bastará arrepentirse a la última hora para alcanzar el perdón divino y ser eximidos de toda culpa.
Esto es un error; porque así como existe el perdón divino, también existe la justicia divina, y esa es inexorable.
Es decir, que el hecho de que seamos perdonados infinitamente, no nos libera de la responsabilidad que tenemos con nuestros hermanos, de restituirles en bien y en amor, todo el mal que les hemos causado en el camino; y que además mientras más errores acumulemos, más difícil será saldar cuentas, el sufrimiento será cada vez mayor, y la restitución más dolorosa.
Dice nuestro Padre:
Mi perdón os estimula, os consuela, porque al fin vendréis a Mí y Yo os recibiré con el amor de siempre; pero mientras no me busquéis por los caminos del bien, del amor y de la paz, ya lo sabéis y no debéis olvidarlo: El mal que hagáis o que penséis hacer, lo recibiréis devuelto con creces». Tercer Testamento. Enseñanza 17:44.
Bien, ya hablamos de aquellos que por las faltas cometidas necesitan ser perdonados; ¿y que hay de aquellos que por las ofensas recibidas necesitan otorgar el perdón? Nuestro Padre, al hablarnos de ellos nos ha dicho que los podría dividir en tres grupos: El primero, está formado por los que habiendo recibido una ofensa, no sabiéndose contener y olvidando las enseñanzas divinas, se han ofuscado y se han vengado devolviendo golpe por golpe; este grupo es el que se ha dejado vencer por la tentación, y es esclavo de sus pasiones.
El segundo grupo, es el formado por los que una vez que han sido ofendidos, recordando el ejemplo del Divin Maestro, callan sus labios y contienen sus impulsos para luego decirle: «Señor, me han ofendido, pero antes que vengarme he perdonado».
Mas en el fondo de su corazón guardan un rencor callado y el deseo de que Dios los vengue de sus ofensores descargando sobre ellos toda su justicia; este grupo está en plena lucha.
El tercer grupo, el más reducido, es el de aquellos que imitando a Jesús, cuando han sido ofendidos se elevan hacia el Padre llenos de piedad por sus hermanos, para decirle: «Señor, perdónales, porque no saben lo que hacen»; y aunque han sido heridos, en su oración piden caridad para sus ofensores, porque saben que en realidad se han herido a sí mismos, y les desean sólo el bien; este grupo, dice nuestro Padre que es el que ha vencido en la prueba.
¿A qué grupo pertenece cada uno de nosotros? ¿Somos de los que devuelven ofensa por ofensa, golpe por golpe?; ¿de los que sin devolver la ofensa en silencio esperan ser vengados?; ¿o somos los que poniendo la otra mejilla piden al Padre luz para aquellos que los han ofendido? Eso, cada quién lo lleva en su interior, y la única forma de saberlo, es enfrenténdose a la luz de la conciencia.
Lo que sí sabemos aquellos que hemos tenido el privilegio de conocer esta Enseñanza divina, es que el perdón no nace del olvido, porque si olvidáramos las ofensas de nuestros hermanos ¿de qué tendríamos que perdonarlos? Para perdonar y pedir perdón, es indispensable ponerse en el lugar del otro, porque mientras no sintamos de cerca a nuestros hermanos, no comprenderemos las causas del ofensor, ni sentiremos el dolor del ofendido; es además necesario luchar contra nuestra propia soberbia, porque mientras no la venzamos, seguiremos interponiendo las bajas pasiones que nos impiden conocer la verdad, sobre el amor verdadero que es la fuente del perdón.
Aquél que habiendo sido ofendido no acepta la petición de perdón de su hermano, está siendo tan culpable y tan pecador como el que lo ofendió.
La práctica del perdón deja a su paso frutos de indescriptible dulzura; nos reconcilia, nos hace libres, nos resucita y nos salva.
Amarse a si mismo
Quizá uno de los slogans más publicitados en los últimos años sea el de «ámate a ti mismo»; de tan popular se le ha tomado como una fórmula, válida y sencilla, para vivir «felizmente». Pero, ¿es esta frase una ley? ¿una receta narcisista y egocéntrica? ¿una justificación egoísta?
Bueno, «ámate a ti mismo», definitivamente no es parte de la Ley, no aparece en el Decálogo como mandamiento, ni siquiera como precepto, consejo o forma alguna. Algunos dicen que necesitamos tener amor para dar amor.
Olvidan que como espíritus que somos, brotamos del Amor, somos un pensamiento, una idea constante y latente; es decir, estamos siendo amados cada segundo. El Padre nos ama perfecta y permanentemente a todos y cada uno de nosotros sin excepción, sin condiciones, sin cláusulas previas.
El amor del Padre es perfecto, absoluto, incondicional e inmutable. Y Él nos ha amado desde antes de brotar de Él, nos ha amado y nos amará siempre, incondicionalmente.
Siendo así, resulta evidente que hay suficiente amor en nosotros como para dar y repartir a nuestros semejantes y que la idea de amarnos a nosotros mismos en nada va
a aumentar este amor, ya que el amor no es creación nuestra, el amor viene del Padre; nosotros simplemente podemos manifestarlo.
Si reflexionamos un poco más, nos daremos cuenta que precisamente el amarnos a nosotros mismos ha llevado al mundo donde está: la ambición, el egoísmo y la avaricia han originado guerras, pobreza, hambre, enfermedad y desolación.
El «ámate a ti mismo» sólo ha venido a reforzar el ego, que tanto ha dañado y apartado a la humanidad. El mundo no necesita más ego, más amor a nosotros mismos, sino a los demás.
El más grande ejemplo lo tenemos estudiando la vida del Divino Maestro. Jesús amó a todos y cada uno de sus semejantes; jamás expresó cansancio, no necesitó vacaciones, ni dinero, mucho menos lujos, no reclamó privacidad, tranquilidad, nunca perdió la paciencia; vivió para servir, para enseñar, para curar, para amar.
Es claro entonces, y más que obvio que la frase «Amate a ti mismo» es completamente equivocada y en nada puede favorecernos. Al contrario, lo que nos separa de nuestros semejantes es nuestro ego, así que, por favor, no lo incrementemos y en su lugar, popularicemos con nuestras acciones el divino, enaltecedor y necesarísimo:
«Amaos los unos a los otros».
De la llegada de los espíritus a la Tierra
Sembró el Señor de bendiciones el camino que habrían de recorrer Sus hijos; inundó de vida el Universo y llenó de bellezas la senda del hombre, en quien depositó un destello divino: el espíritu, formado de amor, de inteligencia, de fuerza, de voluntad y de conciencia; mas a todo lo existente lo envolvió en Su fuerza y le señaló su destino.
Yo lloré vuestra partida desde el instante en que dejasteis la morada espiritual para ir a la Tierra.
Desde entonces han sido mis lágrimas y mi sangre las que os han perdonado vuestros pecados, y mi voz dulce y serena no ha dejado de aconsejaros en vuestra jornada.
El Padre quedaba ahí, como el principio de todo lo existente; y luego de ofrecer al Universo el camino de la evolución y el perfeccionamiento, se quedaba en espera del retorno de sus hijos, para que en Él encontrasen también su final que sería la perfección del espíritu en la eternidad.
Ese camino trazado a cada elemento, a cada criatura y a cada especie, era ley que el Creador escribió imborrablemente en Sus hijos desde el principio: la ley de evolución.
Mi sombra os ha seguido por todos los caminos.
Yo soy quien en verdad os ha extrañado, vosotros no, porque cuando partisteis os sentíais fuertes y creíais que ya no necesitabais de mi apoyo.
Vuestro camino fue el libre albedrío, vuestros sentidos se dilataron para aspirar y palpar cuanto os rodeaba y fue necesario que cayeseis muy abajo para que volvierais vuestros ojos nuevamente hacia Mí.
Hasta entonces recordasteis que teníais un Padre a cuya mesa os sentabais.
Entonces clamasteis a vuestro Señor, mas antes ya os había llamado Yo y estaba reclamando en mi mesa vuestra presencia.
Os había buscado, como el padre que vio partir pequeño a su hijo llevando la inocencia en su corazón y desconociendo el camino.
temas extraídos de las comunicaciones divinas de El Tercer Testamento
Cátedra Divina – Las Gotas del Amor
Llega vuestro espíritu ante Mí y me pregunta: Padre, ¿qué es el amor?
Y el Padre os responde:
Amor es el principio y el final de vuestro espíritu, porque de él brotasteis y a él habréis de regresar.
El amor verdadero es incondicional, sublime, infinito.
Voltead vuestra mirada y contemplad los campos, y les encontraréis llenos de ejemplos que os hablan del amor.
Ved los árboles, cómo año tras año, incansablemente, os brindan sus frutos sin reparar si estos son bien o mal recibidos, sin importar si caen en el suelo o las aves se los llevan, o si el viento los toma y los dispersa para que de su semilla broten nuevos árboles y nuevos frutos.
De esta manera deben ser también vuestros frutos, así debe ser vuestra misión de amaros los unos a los otros como Yo os amo y con ello estaréis imitando a vuestro Maestro; amad sin poner precio a vuestro amor, sin esperar recompensa alguna.
Como vosotros, los árboles tienen también su tiempo para crecer, su tiempo para dar fruto y después del otoño y del crudo invierno, tienen también su tiempo para renovar su follaje y volver a dar fruto.
Vosotros también sabéis de la primavera que es símbolo de la niñez, cuando todo se cubre de flores y de aromas deliciosos; conocéis también del verano, símbolo de vuestra juventud, donde el calor llena vuestra vida; sabéis también del otoño, cuando la madurez llega y a similitud de las hojas de los árboles al caer, caen de vosotros vuestros errores y recogéis a cambio la experiencia; y finalmente, llega la ancianidad, el invierno, cuando la blancura cubre vuestras sienes y una vez enfriadas las pasiones, repasáis todo cuanto antes habéis hecho.
Y así como al comenzar un nuevo año, los árboles vuelven a tomar vida, así también tomáis vida de nuevo vosotros cuando llegáis a encarnar en una nueva materia, por medio de la cual rendiréis también, a su debido tiempo, frutos de vuestro propio árbol.
Hijos míos, imitad a esos humildes árboles y dad fruto, dad sin cesar, sed alimento para todos cuantos os rodeen sin tomar en cuenta ingratitudes, traiciones o despojos; sed sombra para el caminante y refugio para las aves que van y vienen, no veáis abuso en quienes tomen mucho de vosotros, ved en ellos únicamente su necesidad, y a semejanza de los árboles, perfumad el hacha que os hiere con el suave aroma del perdón verdadero.
Y cuando sintáis desfallecer en la jornada, agobiados ante el peso de vuestras tareas de amor, mirad la hierba de los campos que en el estío pareciera morir; ved cómo basta un poco de agua para revivirla de nuevo; permitid así que el rocío divino reavive en vosotros el fuego del amor verdadero, amor que únicamente puede provenir de vuestro espíritu, porque Yo lo deposité en él al crearos, todos estáis dotados de ese mismo amor perfecto que es atributo divino.
El mundo os entrega otra lección, no la escuchéis porque en ella va la muerte de todo cuanto habéis labrado en vuestra experiencia recogida a lo largo de vuestras vidas.
El hombre y la mujer profanan en este tiempo el sublime mandato que os entregara el dulce Jesús; vedlos caminar por su vida sin amarse los unos a los otros, ved cuanto vacío en su vida, cuanta tristeza y soledad dejan a su paso, ved los hogares destruidos, las familias desunidas y la amargura y desengaño en los frutos de esas uniones, los hijos.
Ved a la niñez bendita perder su inocencia, muchas veces por la misma mano de quienes deberían ser custodios de ella.
No es eso lo que el Padre quiere para Sus hijos muy amados, mi enseñanza divina y mi Ley, os conducen por un camino muy diferente.
El que no ama es como la higuera de la parábola que no da fruto y por ello, más le valiera secarse, porque así, nadie le pediría nada.
Comprendéis ahora el significado profundo de esa lección del Maestro cuando ante la mirada atónita de sus discípulos, reprendió a la higuera estéril.
Y vosotros, decidme, ¿queréis ser vida para los demás o queréis ser como plantas parásitas que toman mucho sin dar nada a cambio?
Y cuando veáis apagar o desfallecer el fuego del hogar, avivadlo con vuestro soplo, el soplo del amor de vuestro espíritu, y veréis maravillados cómo esa brasa que sentisteis apagada y fría, renace y vuelve a irradiar calor y luz.
¿Creéis que de las cenizas brotará otra vez fuego si antes no las aviváis?
Una nueva etapa se ha abierto ante vuestras vidas, una etapa donde la tentación y el mal acechan por todos lados; ved cómo el enemigo no respeta nada ni a nadie, nada hay sagrado para él, los mismo os ataca a vosotros, como asola a la misma naturaleza, mas todo esto lo permite mi voluntad para prepararos para esa batalla final que llegará cuando el hombre menos lo espere, batalla que se acerca a vosotros a pasos agigantados.
En esa batalla final que será la del bien contra el mal, deberéis esgrimir vuestras mejores armas, que son las del amor, la vigilia y la caridad; vuestro escudo es la oración y vuestro manto es la piedad, manto con el que cubriréis a los caídos en esa batalla para guarecerles de las inclemencias y del fuego del combate.
En esa batalla final, el mal tratará de asediaros en todos los aspectos de la vida; os atacará por el Norte, por el Sur, por el Oriente y por el Occidente, y sentiréis por momentos que toda salida os es denegada; pero bastará con que levantéis la mirada a los cielos y entonéis un cántico de amor y perdón, y como sucediera en el Segundo Tiempo, la fe os levantará por encima de la tentación y de las pruebas a las que os sometan vuestros verdugos.
Y recordad lo que antes os dije, no es vuestra sangre ni vuestra muerte lo que la humanidad necesita, no, ese tiempo ya pasó; lo que es menester ahora, es que deis vuestra vida en una entrega infinita de amor, manifestada en cada instante de vuestra existencia.
Cubrid todo de amor y el amor os cubrirá a vosotros, tal será vuestra cosecha; no importa que no la veáis de inmediato y ni siquiera sabéis si os toque contemplarla en esta vida, pero sabed que Yo la pondré en mis graneros divinos y cuando sea llegado el tiempo, os la regresaré multiplicada al mil por uno.
¡Mi paz sea con vosotros!
De la comunicación de espíritu a Espíritu
Yo quiero hablaras como hablo a los ángeles no porque tengáis la pureza de ellos. sino porque quiero que gocéis de esa gracia y que os vayáis semejando a aquellos seres en su elevación.
La comunicación de espíritu a Espiritu, acercará a todos los seres y a todos los mundos; pero es menester que estéis pareparados para entenderos unos a otros y para ello, os estoy dando un solo lenguaje, una sola luz, una sola forma de comunicación: la del verdadero amor.
Ha llegado el momento del silencio, el momento de vuestra comunión conmigo, para que asi como se confunden las olas en el mar, vosotros os unáis a mi Espíritu divino; silencio no solamente en los labios, también en el templo interior del hombre, porque es vuestro espíritu el que me habla, y el momento es solemne.
Es necesario que comprendáis que los tiempos en que los hombres y los pueblos buscaban mi voz, mi lenguaje y mis mensajes a través de las tempestades, de los vientos huracanados y de toda manifestación de la Naturaleza, han pasado y que ya estáis capacitados para que podáis comunicaros espiritualmente conmigo y podáis recibir mis divinos mensajes.
Esa nueva comunicación será profundamente espiritual, sencilla, natural, pura y perfecta.
Ella señalará el principio del fin de todo culto imperfecto, idólatra, fanático, oscuro y abrirá el santuario de vuestro ser, para que en él more mi Espíritu por la eternidad.
No habrá éxtasis exterior, ni misticismo, ni ostentación de ninguna especie, sólo habrá limpidez, respeto y verdad, en una palabra: Espiritualidad.
Ved que ese tiempo ya está aquí y que ese será el principio de la comunicación espiritual, el fin del reinado de la idolatría y del fanatismo religioso.
Cuántas veces he sorprendido a los hombres preguntándose a sí mismos si no habrá alguna forma de comunicarse con Dios y muchas veces, suspirando han exclamado: ¡Ah, si pudiese hacerle una consulta al Señor y recibir la respuesta! Mas luego. creyendo que eso es imposible, se resignan y continúan buscando mi misericordia a través de cultos externos y ofrendas materiales, aunque allá muy dentro de su ser no alcanzan a concebir cómo un Padre que siempre ha dicho amar tanto a sus criaturas, no se digne responderles cuando ellas le invocan y le aman.
iAh pequeños seres consagrados a la vida terrenal, si supieseis que esa necesidad de comunicaros conmigo es sed que llevo en mi Espíritu!
Si supieseis que no sólo os está concedida esa comunicación que anheláis, sino que todas mis enseñanzas reveladas a vosotros a lo largo de los tiempos, llevan la finalidad de conduciros a la comunicación de espiritu a Espíritu, pero como vivis materializados, habéis querido escuchar mi voz, respondiendo a aquellas palabras que pronuncian vuestros labios y eso no puede ni debe ser, porque entonces dejaría de ser una comunicación espiritual, en la que vuestro Señor se rebajaría a la altura de vuestro materialismo.
Si os hubieseis preocupado un poco por desarrollar algunos de vuestros dones espirituales, como la elevación a través del pensamiento, la oración, el presentimiento, el sueño profético, o la vista espiritual, Yo os aseguro que por cualquiera de ellos estaríais comunicándoos conmigo y por lo tanto recibiendo contestación a vuestras preguntas e inspiración divina en vuestro pensamiento.
Yo estoy eternamente dispuesto a hablaros, siempre en espera de vuestra elevación y preparación espiritual, para complaceros y daros la dicha de comunicarme con vuestro espíritu.
Sólo falta que vosotros también os dispongáis con la mayor pureza a lograr esa gracia.
A través de mi palabra me acerco a vosotros y al mismo tiempo os voy aproximando a la comunicación perfecta con mi Espíritu
Meditad sobre mis manifestaciones de los tiempos pasados y encontraréis que
siempre he buscado una forma de comunicarme con vuestro espíritu, haciéndole
llegar mis mensajes como un testimonio del amor divino de vuestro Padre hacia
vosotros.
«…y estén preparados para el día tercero, porque en el día tercero descenderá el Señor a la vísta de todo el pueblo.» (Exodo 19:11)
«Derramaré mi espírítu sobre todo hombre; profetizarán vuestros híjos y vuestras hijas; vuestros ancianos tendrán sueños y vuestros jóvenes tendrán vísíones.» (Joel 2:28)
¿No se os profetizó desde los primeros tiempos que llegaría el día en que todo ojo contemplaría a su Padre? Pues el que esté limpio me verá y ese será su premio y aquel que lleve mancha en su corazón, también me verá y esa será su salvación.
El que abre sus ojos delante de mi luz, penetra en el misterio y conoce el por qué, sabe el principio y el fin. Ese tendrá que caminar con firmeza en el futuro.
Buscad la palabra de los profetas y en ella comprobaréis que ellos os preparaban desde aquel tiempo y os hablaban de hechos que habían de cumplirse.
Ved cómo Joel os habló de estos tiempos de manifestaciones espirituales. Daos cuenta que todos los profetas han combatido la idolatría para enseñar la comunicación de espíritu a Espiritu.
Cuando lleguéis a comunicaros conmigo de espíritu a Espíritu, se cumplirán aquellas palabras de los profetas que dijeron: «Los hombres y las mujeres penetrarán en una vida espiritual desconocida hasta ese tiempo, sus ojos verán más allá de lo terrenal y todo se transformará». Vosotros sois de los llamados a ver el principio de una nueva era que llevará a la Humanidad a conocer el verdadero fin para el cual fue creada.
En ese tiempo, Yo seré amado y reconocido por mis hijos y ellos se amarán entre sí.
Esta es la meta que Yo he señalado al hombre y a la cual llegará, Yo os lo anuncio desde ahora.
No se oirá mi palabra como la oyó Moisés en el Sinaí, materializada en el estruendo de la tempestad, ni humanizada como en el Segundo Tiempo en labios de Jesús, ni tampoco a través de portavoces humanos como la habéis escuchado del Espíritu Santo en este tiempo.
Todo el que se prepare alcanzará la comunicación de espíritu a Espíritu, que no será privilegio sólo de algunos.
Es lo más natural que los espíritus sepan comunicarse y conozcan el lenguaje del Espíritu del cual brotaron.
Para daros mis lecciones con palabras humanas, vine a comunicarme a través del entendimiento del hombre, mas ya comunicado de espíritu a Espíritu, ni vosotros me hablaréis con palabras materiales, ni vuestro Padre tampoco lo hará con vosotros.
Sólo los que se hayan espiritualizado sabrán manifestar mi obra en su nueva forma de comunicación.
¿Mas cómo harán para llegar a tener la inspiración necesaria para recibir mis pensamientos e interpretar mis mensajes espirituales? Velando y orando.
Si no existiese esa evolución espiritual en esta humanidad, ni se encontrara en la proximidad de su liberación Yo no os había hecho la revelación de la comunicación de espiritu a Espírítu para este tiempo.
Hoy os puedo asegurar que en el futuro la comunicación a través del pensamiento alcanzará un gran desarrollo y por ese medio desaparecerán muchas barreras que hoy separan a los pueblos y a los mundos.
Si aprendéls a comunicaras en pensamiento con vuestro Padre, si alcanzáis a lograr la comunicación de espiritu a Espíritu ¿qué dificultad podréis tener para comunicaros con vuestros hermanos visibles o invisibles, presentes o ausentes, cercanos o distantes? En mi Doctrina estáis aprendiendo esta forma de comunicación espiritual que Yo he venido a enseñaros y para que os ejercitéis diariamente en ella, os he aconsejado que guardéis silencio. que cerréis vuestros labios y dejéis que hable vuestro espíritu.
Principia para vosotros la era de la comunicación espiritual.
Largo es el camino que tendréis que recorrer y pasará mucho tiempo para que veáis culminar este don; pero desde los primeros pasos y en cada uno de ellos, encontraréis un aliciente para perseverar en el camino.
Vosotros formáis mi jardín; mi palabra ha sido la que os ha cultivado, pero aún no habéis florecido ni fructificado; y en verdad os digo, que las flores de vuestro huerto se abrirán cuando os comuniquéis de espíritu a Espíritu y los frutos madurarán en vuestro árbol cuando vuestras obras encierren verdad, amor, saber, cuando den vida, sustento y buen sabor.
Mi voluntad es que en este tiempo la Humanidad llegue a comunicarse de espíritu a Espíritu con su Señor, que en el corazón del hombre exista un verdadero santuario donde escuche la voz del Padre.
Los que alcancen ese tiempo, se maravillarán con la grandeza de mi Obra y el cumplimiento de mi palabra. Entonces verán a los niños enseñando, doctrinando y dando .testimonio de Mí con verdadera espiritualidad; a los jóvenes y hombres dejando tras de sí los goces y placeres del mundo para dedicarse a la práctica de mis enseñanzas, declarando que el tiempo en que viven, es aquel anunciado por los profetas.
Desde los primeros tiempos he venido preparando los caminos que habrian de conduciros hasta el punto en que os encontráis en estos momentos; a la evolución espiritual que os permitirá concebir la comunicación de espíritu a Espíritu con vuestro Padre.
El espíritu elevado sabe que la palabra humana empobrece y empequeñece la expresión del pensamiento espiritual, por eso hace enmudecer los labios de la materia para elevarse y decir con el lenguaje que sólo Dios conoce, el secreto que lleva oculto en lo más íntimo de su ser.
Limpiad vuestro corazón y vuestra mente para que vuestro espíritu se eleve y se purifique. Entonces Yo manifestaré mi luz a través de vuestro ser y sorprenderé a la humanidad con vuestras obras de amor. Por medio del niño hablaré al anciano, por medio del rudo e ignorante hablaré al sabio y a través del humilde hablaré al orgulloso.
Hoy no comprendéis aún lo que os espera, pero mañana lo sabréis y con sumisión os levantaréis a caminar hacia las comarcas que hoy duermen y que mañana al recibir mi mensaje divino, se levantarán dispuestas a seguirme. Vosotros anunciaréis que para ese tiempo los hombres todo lo consultarán con su Señor, para llevar a cabo sus obras en el mundo, dentro de los preceptos de la Ley Divina.
El padre de familia hablará a sus hijos con palabras que el Señor ponga en sus labios, los maestros enseñarán bajo una inspiración superior; los gobernantes sabrán transmitir a sus pueblos la voluntad de Dios; los jueces se sujetarán a los dictados de su onciencia que es Iuz de Aquel que todo lo sabe y por lo tanto, es el único capaz de juzgar con perfecclón.
Los médlcos confiarán primero en el poder divino y su palabra y su bálsamo vendrán del Señor.
Los hombres de ciencia comprenderán la misión tan delicada que han traído a la Tierra, y por su preparación espiritual recibirán las divinas inspiraciones.
Finalmente todos los que hayan traído al mundo la misión de conducir espiritus por la senda de evolución, sabrán elevarse para recibir mis revelaciones y lIevarlas al corazón de las multitudes con la luz y la pureza con que las recibieron.
Yo os revelaré grandes lecciones del Más Allá, porque vengo prepárandoos para la vida espiritual, para la verdadera vida, para esa vida que no tiene principio ni fin.
Yo os prepararé, os mostraré el camino y os señalaré la puerta, porque sois los primogénitos, a los que siempre he enseñado el camino que también vosotros debéis enseñar a los demás y asi como en este mundo os he señalado el sendero, en el Más Allá lo habéis de reconocer y seguiréis conduciendo a los espíritus por el camino que os lleva a la verdadera paz.
…y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí mas noche;
y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz de sol, porque Dios el Señor
los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 22:4-5)
¿Os extrañáis de que mi espíritu o el de mis enviados se manifiesten entre vosotros? Es que no analizáis vuestra vida y por eso os sorprendéis de todo y llamáis sobrenatural a lo que es completamente natural.
Os sorprendéis de que un espíritu se manifieste o se comunique con vosotros, sin pensar que vosotros también os manifestáis y hasta os comunicáis en otros mundos, en otras moradas. Vuestro cuerpo no se da cuenta de que vuestro espiritu, en los instantes de orar, se comunica conmigo; no sabe percibir la aproximación que por medio de ese don tenéis con vuestro Señor y no solamente con mi Espíritu, sino también con el de vuestros hermanos espirituales a quienes recordáis en los momentos de oración.
Tampoco os dais cuenta de que en vuestro reposo, cuando la materia duerme, el espíritu, según sea su elevación y su espiritualidad, se desprende de su cuerpo para presentarse en lugares distantes, y hasta en moradas espirituales que vuestra mente ni siquiera puede imaginar.
Nadie se sorprenda de estas revelaciones, comprended que estáis aproximándoos a la plenitud de los tiempos.
Si mi luz ha borrado las fronteras, antes os he preparado para que podáis entrar en comunicación tanto con mi Espíritu Divino, como con vuestros hermanos del Valle Espiritual, porque no quiero que seáis los hijos de la ignorancia, sino que como discipulos de mi Obra podáis entrar con toda pureza y elevación dentro de esta comunicación; sólo el que no sepa prepararse, no podrá quedar dentro de ella.
Aquel que se encuentre manchado, no podrá tampoco llegar a la feliz comunicación de que os estoy hablando, porque ya os he dicho que lo manchado no llega a Mí.
Si solamente la curiosidad os llevase a pretender la comunicación con el Más Allá, no encontraréis la verdad; si os llevase el deseo de grandeza o la vanidad, no obtendréis la comunicación verdadera; si la tentación revistiese vuestro corazón de falsas finalidades o intereses mezquinos tampoco obtendréis la comunicación con la luz de mi Espíritu Santo.
Sólo vuestro respeto, vuestra oración limpia, vuestro amor, vuestra caridad, vuestra elevación espiritual obrarán el prodigio de que vuestro espíritu extienda sus alas, traspase los espacios y llegue a las mansiones espírituales hasta donde sea mi voluntad.
Esa es la gracia, el consuelo que el Espíritu Santo os reservaba, para que contemplaseis una sola morada y os convencieseis de que la muerte y la distancia no existen, de que ni una sola de mis criaturas muere para la vida eterna, porque en este Tercer Tiempo, podréis también estrecharos en un abrazo espiritual con aquellos seres que habéis conocido y que se han apartado de esta vida terrestre, de los que habéis amado y perdido en este mundo, pero que no habéis perdido en la Eternidad.
Esta Humanidad dará grandes pasos hacia la espiritualidad, su espíritu podrá ir más allá de los límites humanos, y llegar a las moradas superiores, para comunicarse con sus hermanos y recibir la luz que aquellos les han de ofrecer. Podrá también descender a los planos donde habitan seres de escasa elevación, seres retrasados para ayudarlas a salir de su pobre condición y colocarlos en un nivel mejor.
La escala por donde asciende el espíritu hacia su perfeccionamiento es muy grande; en ella encontraréis seres en infinidad de grados diferentes y les ofreceréis algo de lo que poseéis y ellos también a su vez os darán algo de su riqueza espiritual.
Si deseáis que el Padre more entre vosotros, es menester que aprendáis a vivir como hermanos.
Cuando deis ese paso en el camino de la fraternidad, vuestro triunfo tendrá por galardón la comunicación de espíritu a Espíritu.
Muchos dones os he entregado y os anuncio que, cuando estéis unidos en voluntad y en pensamiento, Yo os concederé que os comuniquéis por inspiración con vuestros hermanos que habitan más allá de vuestro mundo.
Y este será mi pacto con ellos, dijo Jehová: el espíritu mío que está sobre ti, y mis palabras que puse en tu boca, no faltarán de tu boca, ni de la boca de tus hijos, ni de la tus nietos, dijo Jehová, desde ahora y para siempre. (Isaías 59:21)
Surgirán los videntes en todo el mundo, los profetas, los que se comuniquen de espíritu a Espíritu; los hombres y mujeres de diferentes edades y nacionalidades, hablando de grandes inspiraciones. Ese tiempo ya está próximo, por eso os pongo alerta, os preparo y enseño, para que no caigáis en tentación ni en confusión, porque grandes confusiones van a levantarse en tiempos venideros entre esta humanidad.
En verdad os digo que lo mismo en el éxtasis que por medio de la oración o hasta del sueño material, podéis recibir revelaciones y mensajes del Reino Espiritual, si os sabéis preparar y disponer para ello.
Mas os ha faltado preparación y fe para saber aprovechar esos dones y he tenido que preparar videntes y profetas que os hablen del mañana, que os pongan alerta y os amonesten para que veléis y oréis.
En los días de vuestra comunicación de espíritu a Espiritu, Yo sabré premiar vuestra elevación con inspiraciones y profecías que conmoverán al mundo.
Por ahora, procurad espiritualizaros para que vuestros dones ocultos vayan despertando y paso a paso os vayáis aproximando, primero a la comunicación de espiritu a Espiritu y después a la morada de perfección.
No os dejaré ociosos un solo día. Si estáis preparados, mi inspiración será constante. Yo os revelaré siempre que os encuentre preparados, grandes lecciones pertenecientes al espíritu y os daré grandes profecías que servirán a las nuevas generaciones; porque vosotros dejareis escritas muchas enseñanzas.
Os permitiré escribir esas inspiraciones para que no sean borradas de la memora frágil, para que queden para todos los tiempos como un legado para la Humanidad.
No desmayéis en vuestra lucha por acercaras a Mí, juzgando débil vuestra elevación.
Estáis iniciando una era de espiritualidad y no seréis precisamente vosotros los que alcancéis la perfección de vuestra comunicación espiritual; otros vendrán después y tras de ésos, otras, los cuales oirán mi voz, recibirán la divina inspiración y sabrán interpretar mis mensajes, en una forma en que por ahora no podéis imaginar.
¿Quién podrá deciras que no seréis vosotros mismos los que viváis en aquellos tiempos? Mas en esas profecías sólo Yo puedo penetrar y saber quiénes son los que han de volver y quiénes se quedarán en lo espiritual, para no retornar más a la Tierra.
Para su estudio y penetración os dejo enseñanzas que forman un precioso legado de amor: el Libra de la Vida.
Cada una de sus páginas os revela la sabiduría que he puesto en ellas, tomando vuestra reducido lenguaje y sirviéndome de vuestro entendimiento.
Este conocimiento os llevará a comunicaras en forma perfecta conmigo, cuando vuestra oración no use ya las palabras, sino tome el idioma espiritual, la expresión sincera, la demostración de amor que el espíritu elevado tiene para su Dios y que Yo conozco y recibo con agrado. Así quiero que converséis conmigo para revelar el futuro y daros mandatos, y esas profecías y órdenes que recibiréis, las daréis a conocer a vuestros hermanos.
Cuando así os encontréis preparados, vuestros labios que han permanecido atados se abrirán, un gran don de palabra aparecerá y lo que hoy habéis callado se manifestará plenamente.
Cuando hayáis aprendido a comunicaros conmigo de espíritu a Espíritu, vuestros dones quedarán desarrollados y en vuestra práctica, esos dones florecerán en grandeza y en espiritualidad. Entonces me buscaréis en lo espiritual y vuestro culto será perfecto.
Grandes misterios prometo revelaros cuando viváis en paz, porque entonces podrá brillar mi luz en vuestro ser.
Os hablo ahora de esto para que preparéis a vuestros hermanos y a vuestros hijos, a fin de que velen y cuando la hora llegue y la voz divina os busque para hacerse oír, los hombres y los pueblos se encuentren orando, porque su gozo será infinito y las revelaciones que reciban serán incomparables.
«En esto conoceremos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su espíritu» (1a. Juan 4:13)
Es mi voluntad que por este pueblo que ha sido testigo de mi comunicación bajo esta forma, sepa la humanidad que el hombre desde su origen, estuvo destinado a comunicarse con su Padre Celestial, a servirle de portavoz en este planeta, y que si en los tiempos pasados fueron aislados los casos de los hombres por cuyos labios habló el Señor, ahora vivis un tiempo en el cual la humanidad, de generación en generación, alcanzará mayor perfección y claridad al comunicarse de espíritu a Espiritu con el Padre.
«Invócame y Yo te oiré benigno y te declararé cosas grandes y ciertas que tu ignoras.» (Jeremías 33:3)
Cuando un hombre ha preguntado a su Señor y en el silencio de su corazón ha sabido escuchar la respuesta, ha descubierto secretos mayores que todos los que la naturaleza pudiera revelarse por medio de la ciencia.
Ese hombre, verdaderamente ha descubierto la fuente de donde brotan todas las sabidurías.
Cuando desarrolléis el don de la comunicación con mi Espíritu, no buscaréis más los libros de la Tierra, porque en ese libro podréis leer y saber todo cuanto necesitáis. Las ciencias del bien os serán reveladas; el amor vendrá a resolver grandes problemas; la paz y la caridad serán los dones preciosos que han de acompañaras y os sentiréis fuertes cual nunca lo habíais estado, porque recibiréis la explicación de grandes enseñanzas, podréis leer delante de vuestras hermanos en ese libra interior, que os he heredado, para daras la luz y ellos acudirán a vosotros.
Cuando el hombre haya aprendido a comunicarse con el Padre por medio del espíritu, ciertamente que ya nada tendrá que consultar en los libros ni que preguntar en la Tierra. Mi presencia será palpable.
Cuando habléis de mi Obra, estaréis inspirados por MI y hablaréis con frases de inmensa sabiduría que sorprendan a los-hombres de mucho saber. Los que lleguen a alcanzar gran adelanto en esta comunicación, recibirán no sólo palabras, frases o ideas, sino cátedras llenas de perfección.
Vuestras manos podrán ser como las de las plumas de oro, escribiendo como la de Juan el apóstol bajo la inspiración del Espíritu Santo.
Cuando os encontréis rodeados de increyentes, de escribas y sacerdotes y os sintáis llenos de mi Espíritu, no digáis a nadie que es el Padre el que habla por vuestra boca, pero Yo estaré hablando a la Humanidad a través de vosotros.
En esta comunicación tendréis vuestros ojos abiertos y vuestro espíritu extasiado, maravillándose de lo que los labios estén revelando en ese instante.
«Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros» (Mateo 10:20)
Si sabéis limpiar vuestro corazón y vuestros labios en los momentos de dirigir vuestras palabras al duro corazón de vuestro hermano, si sabéis en esos instantes elevar vuestro pensamiento a Mí lleno de confianza, seré Yo el que hable por vuestro conducto y toque con mi palabra las fibras más ocultas de aquel corazón haciéndole sentir mi presencia.
Llevad mi verbo en vuestra boca; no es menester para ello que uséis la misma forma en que Yo os hablo. Hablad de Mí y de mi Obra, con el mismo lenguaje con que habláis a vuestros hermanos y sólo cuando tratéis de repetir mis frases, hacedlo en la forma en que Yo os he hablado, mas estad preparados, porque habrá ocasiones en que sea Yo quien hable por vuestros labios y entonces vuestro lenguaje sencillo y material desaparecerá, para dejar manifestarse mi palabra divina en la forma y en el sentido.
¡Mi paz sea con vosotros!
El Amor Divino
Mi amor os acompaña eternamente.
Amor es el principio de mi Ley.
Amor es la finalidad de todas las obras divinas y es lo que he venido a enseñaros en todos los tiempos.
El amor divino y el origen del espíritu
Antes de que los mundos fuesen, antes de que toda criatura y lo que es materia surgiera a la vida, ya existía mi Espíritu Divino.
Mas siendo el Todo, experimentaba en Mí un inmenso vacío, porque era como un rey sin súbditos, como un maestro sin discípulos; por ese motivo concebí la idea de crear seres semejantes a Mí, a quienes dedicaría toda mi vida, a los que amaría tan profunda e intensamente que, llegado el momento, no titubearía para ofrecerles mi sangre en la cruz. Y no os confundáis si os digo que antes de que existierais, ya os amaba.
Para que Dios pudiera nombrarse Padre, hizo brotar de su seno espíritus, criaturas semejantes a Él en sus divinos atributos; éste fue vuestro principio, así surgisteis a la vida espiritual.
La justicia divina es amor
Comprended que la justicia divina es de amor, no es de castigo como la vuestra. ¿Qué sería de vosotros si Yo usara vuestras mismas leyes para juzgaros, ante Mí para quien no valen apariencias ni falsos argumentos? Si Yo os juzgase según vuestra maldad y usara vuestras leyes de dureza terrible, ¿qué sería de vosotros? Entonces sí me pediríais con justicia que tuviese clemencia.
Mas no debéis temer porque mi amor nunca se marchita, ni cambia, ni pasa; en cambio, vosotros sí pasáis, morís y renacéis, os vais y luego volvéis; y así vais peregrinando, hasta que llegue el día en que reconozcáis a vuestro Padre y os sometáis a Su divina Ley.
El amor, connatural al ser humano
El amor, la paz, la caridad; estas virtudes están en vosotros desde siempre; ni siquiera tendréis que aprender a amar.
El amor no se aprende sino que se siente, se lleva dentro de vosotros, como en todas las criaturas que al ser formadas han recibido todos sus dones y atributos; entonces, penetrad en vosotros mismos, buscad las virtudes que he dejado en vuestro ser y practicadlas en vuestros caminos.
El amor, compendio de los atributos divinos
El amor es el compendio de los atributos divinos.
En verdad os digo que es el amor la potencia inmutable que mueve al Universo. El amor es el principio y la esencia de la vida.
El amor verdadero, aquél que está más allá del corazón, es el fruto de la sabiduría.
Existen muchas formas de hacer el bien, muchas formas de consolar y de servir; todas son expresiones del amor que es uno solo, del amor que es sabiduría del espíritu.
La magnitud del amor divino
Es tal mi amor por mis criaturas, que si uno de mis hijos faltara por ser salvo, por ese hijo solo me haría crucificar de nuevo.
Cada vez que vuestros labios o vuestro pensamiento me dice: -Señor, ¡ten misericordia de mí! ¡Padre, apiádate de mi dolor! ¡Señor, no me niegues tu perdón!- estáis probando vuestra ignorancia, vuestra confusión y lo poco que me conocéis.
¿Decirme a Mí que me apiade de vuestro dolor? ¿Pedirme que tenga misericordia de mis hijos? ¿Suplicarme a Mí que perdone vuestros pecados? ¿A Mí, que soy el amor, la clemencia, la caridad, el perdón y la piedad?
Bien está que tratéis de conmover a quienes en la Tierra tengan duro el corazón y que tratéis de mover a piedad con lágrimas y súplicas a quienes no tengan un átomo de caridad hacia sus semejantes.
Pero no uséis esas frases o pensamientos para tratar de conmover a quien os creó por amor y para amaros eternamente.
¿Comprendéis ahora por qué os decía que muy poco sabéis de Mí?
La Oración – Pedir y Esperar
Aprender a Pedir y Esperar
Benditos los que saben esperar, porque a sus manos llegará mi caridad en el instante oportuno.
Aprended a pedir y también a esperar, sabiendo que nada escapa a mi caridad; confiad en que mi voluntad se manifieste en cada una de vuestras necesidades y pruebas.
Aprended a acercaros a Mí, aprended a pedirme, a recibir y a esperar; veréis entonces cómo se hacen patentes los prodigios en vuestra vida.
El hijo tiene derecho a pedir a su Padre lo que esté dentro de Su ley de justicia y amor, y el Padre a su vez, tiene el deber de atender al hijo.
Os entrego mi caridad sin poneros condiciones, en tanto que vosotros sí me las ponéis para amarme si os concedo lo que me pedís.
En esta enseñanza aprenderéis a pedir, a recibir y a dar. También aprended a esperar la hora en que sea mi voluntad entregáros lo que sea más conveniente a vuestro espíritu. No desesperéis, no blasfeméis, ni faltéis a la fe; pensad que os amo, que soy justo con vosotros.
Yo sólo os concedo aquello que sea para vuestro bien. ¡Cuántas peticiones hacéis que si os fuesen concedidas, sólo os ocasionarían perjuicios o desgracias!
El hombre que en Dios confía y ante Él bendice su destino, jamás reniega ni exige lo que no le es concedido.
Ni uno solo de vuestros sollozos deja de escucharse en el Cielo, ninguna oración deja de hallar eco en Mí, ninguna de vuestras aflicciones o trances difíciles pasan desapercibidos para mi amor de Padre. Todo lo sé, lo escucho, lo veo y en todo estoy.
Discípulos amados: Mirad cuán cerca de vosotros me encuentro; y si sabéis ésto ¿por qué hay ocasiones en que me llamáis con desesperación, creyendo que no os escucho?
Cuántas veces os escucho, diciéndome: «Padre, ¿Por qué nos mandas tanta miseria? ¿Por qué no quieres oír nuestra oración? Padre, Tú no nos has oído.»
Yo escucho vuestra queja y os digo: Siempre he recibido vuestra oración, mas no siempre he de concederos lo que deseáis en el preciso instante en que lo pedís, ni tampoco será según vuestro deseo, sino según mi voluntad porque esta es perfecta y en ella está mi amor.
Ya no seáís de aquellos que decís: «Padre ¿Por qué me olvidáis en la prueba, por qué no me escucháis?» Ahora debéis ser los que sabéis orar en la prueba y después de orar, sabéis esperar con conformidad la llegada de mi paz; sabéis, con obediencia, dejar que el Maestro os pruebe.
Pedís a Dios casi siempre sin saber lo que pedís, mas vosotros nunca dais a Dios lo que El os pide para vosotros mismos.
A veces os atrevéis a decirme que nada de lo que me habéis pedido os he concedido, cuando os lo estoy entregando a cada instante y sólo falta que os preparéis para que podáis recibirlo.
Debéis comprender que cuando os digo: «Pedid que se os dará», debéis elevaros en oración para que pidáis lo que convenga a vuestro espíritu, porque algunos tan sólo piden para su vida terrestre: pero Yo os concedo según mi voluntad y no la vuestra.
¿Qué sería de vosotros si siempre os concediera según vuestros deseos?
¡Cuántas veces habéis pedido con insistencia algo creyéndolo para vuestro bien y habiéndolo esperado al anochecer y al amanecer, no lo habéis visto realizado! Mas cuando el tiempo ha pasado, os habéis dado cuenta de que estabais equivocado y de que el Padre tenia razón.
Sin embargo, al necio, al inconforme, al exigente, se le ha entregado lo que reclama, para que las consecuencias dolorosas y adversas lo dobleguen ante la verdad, mas a unos y a otros les he concedido pruebas para su propio bien, mientras unos aprenden por el amor, otros por el dolor.
Por medio de la oración tengo reservadas muchas revelaciones al espíritu para el futuro. Perfeccionaos en esta comunicación y lograréis alcanzar perfección en vuestras peticiones, es decir, aprenderéis a pedir.
Recordad la lección en la que os dije: «Pedid, pedid que se os dará». Ahora vengo a deciros: «aprended a pedir.»
Recordad que os dije: «Pedid que se os dará», y por eso venís con vuestra lista de peticiones. Mas ahora os digo que aprendáis a pedir y a recibir, a pedir con humildad y recibir con conformidad.
Orad en los momentos de prueba, con una oración breve pero limpia y sincera, y os sentiréis confortados, y cuando logréis estar en armonía con vuestro Señor, podré deciros que mi voluntad es la vuestra y vuestra voluntad es la mía.
María, vuestra Madre Celestial, es poseedora de dones y gracias; así, cuando vuestra elevación sea escasa, o vuestra falta de elevación os haga indignos de hablarme, orad ante Ella, buscad Su ayuda y Su intercesión, y en verdad os digo que por ese camino, presto llegarán a Mí vuestras peticiones.
No sólo oréis cuando os encontréis atravesando por alguna prueba dolorosa, orad también cuando estéis en paz, porque entonces será cuando vuestro corazón y pensamiento puedan ocuparse de los demás. Tampoco pidáis solamente por los que os han hecho bien o por aquéllos que no os hayan causado ningún daño, pues ello, siendo meritorio, no lo es tanto como si veláis por los que en alguna forma os hubiesen causado prejuicios.
Pensad que Yo, vuestro Maestro, he sido Cirineo y Salvador de los mismos que ante Pilatos gritaron ¡Crucificadle! ¡Crucificadle! También vosotros podéis ayudar a vuestros hermanos a llevar con resignación su cruz, con oraciones, pensamientos, palabras y aun en forma material; así podréis hacer más llevadera la restitución del que va agobiado bajo el peso de su dolor o de su lucha.
¿En Qué Consiste la Oración?
¿En qué consiste la oración? La oración es petición, intercesión, adoración y contemplación. Todas sus partes son necesarias y una brota de la otra, porque en verdad os digo que la petición consiste en que el hombre me ruega le conceda sus deseos, le satisfaga anhelos, lo que él cree más importante y sano en su vida, y en verdad os digo, mis hijos, que el Padre escucha la petición y da a cada uno lo que más necesita, siempre que sea para su bien. Mas cuidaos de pedir lo que esté en oposición para la salvación de vuestro espíritu, porque aquellos que solamente piden dones materiales, goces materiales, poder temporal, están pidiendo encadenar a su espíritu.
El afán desmedido por los goces materiales sólo trae sufrimiento, no solamente en este mundo, sino aun después de la transición al mundo espiritual, porque hasta allí puede llegar la influencia de esos deseos materiales, ya que al no poder librarse el espíritu de ellos, sigue atormentado por esos anhelos y desea regresar una y mil veces a la Tierra para reencarnar y seguir viviendo materialmente. Por eso, mis hijos, pedid solamente lo que en verdad necesitéis para el bien de vuestro espíritu.
La segunda parte de la oración, la intercesión, brota del amor al prójimo, del amor que os enseñé como Maestro cuando vine a este mundo. Rogad por vuestros hermanos cercanos y distantes, aquellos que en las naciones están sufriendo las consecuencias de la guerra, que están sufriendo la tiranía de los gobiernos temporales de este mundo.
Preparaos, oh mis hijos, rogad por vuestros hermanos, pero también en esta intercesión, debéis saber pedir, porque lo que importa es el espíritu. Si vosotros tenéis a un hermano, a vuestros padres o a vuestros hijos enfermos, rogad por ellos, pero no insistáis en que se queden en esta vida, si esto no es lo que el espíritu necesita. Pedid mejor que su espíritu sea libre, que se purifique en sus sufrimientos, que el dolor propicie la elevación espiritual. Por eso, el Maestro os ha enseñado desde el Segundo Tiempo a decir: «Padre, cúmplase Tu voluntad», porque es el Padre el que sabe mejor que cualquiera de Sus hijos, lo que el espíritu necesita.
La tercera parte de la oración, la adoración al Espíritu Divino, significa la adoración de todo lo que es perfecto, porque a través de esta forma de oración podéis uniros con la perfección, con el amor que abraza a todo el Universo. En la adoración podéis encontrar el estado perfecto que cada uno de vosotros debéis alcanzar, y por la adoración llegaréis a la contemplación que, unida a la oración, os llevará a la unificación con el Espíritu Divino, a la fuente de la vida eterna, a la fuente que os da fuerza día tras día para llegar al Reino del Padre.
Así debéis orar, empezando con la petición hasta llegar a la contemplación. Esto es lo que os dará fuerza.
Para que la Oración sea Efectiva
No olvidéis que para que la oración resulte efectiva, vuestra fe tiene que ser firme, grande, que la caridad sea la esencia de vuestra elevación hacia Mí.
Todos los que han alcanzado milagros, todos los que han dado pruebas de poder espiritual, así han orado.
Así oraron los patriarcas de los primeros tiempos, de espíritu a Espíritu; así oró Moisés en el desierto y Daniel en el foso de los leones.
Así vine Yo en Jesús, a fortalecer al hombre en el conocimiento de la oración verdadera, probando ante sus ojos el poder de la oración espiritual.
Jesús oró en el desierto ante la multitud y multiplicó los panes y los peces, maravillando a los hombres. Oró ante el sepulcro de Lázaro y dio pruebas de que la oración nacida de la fe y de la caridad, da la salud y la vida. Oró ante sus discípulos, revelándoles el poder que el hombre adquiere cuando sabe, ponerse en comunicación con su Padre.
¡Cuánto se ha alejado de mis enseñanzas esta humanidad! Todo en ella es superficial, falso, exterior, ostentoso. Por eso su poder espiritual es nulo y para suplir la falta de fuerza y desarrollo en su espíritu, se ha entregado en brazos de la ciencia material, intentando desarrollar su inteligencia humana.
Orad, mis hijos, con pensamientos de luz, de paz y de fraternidad y esas oraciones no se perderán en el espacio, sino que su esencia los conservará vibrando en lo espiritual y los conducirá al corazón de aquéllos por quienes hayáis orado.
Vuestra vida presente ha sido una continua lucha y es por eso que cuando miráis a otros gozando de placeres y satisfacciones, os preguntáis por qué es vuestro destino tan duro y severo, y la respuesta ha llegado a vuestro corazón, cuando habéis orado, ofreciéndome vuestras cuitas, trabajos y vicisitudes.
Ese ha sido el instante en que la luz de la intuición os ha dicho que debéis aceptar con paciencia vuestro cáliz, ya que cada espíritu tiene contraída conmigo una deuda que el corazón humano no conoce.
LA IMPORTANCIA DEL SILENCIO
Ha llegado el momento del silencio, el momento de vuestra comunicación Conmigo, para que así como se confunden en el mar las olas, vosotros os unáis a mi Espíritu divino; silencio no solamente en los labios, también en el templo interior del hombre, porque es vuestro espíritu el que me habla, y el momento es solemne.
Buscadme ahora dentro de vosotros mismos. Bienaventurado el que penetre en el silencio interior, porque sentirá mi presencia y alcanzará la paz de su espíritu.
El silencio es el reino del espíritu, reino que es invisible a los ojos materiales.
En vuestro silencio, aprended a elevaros mentalmente a Mí. En vuestro recogimiento, habladme con el Espíritu y tendréis mi respuesta.
Pedid lo que creáis justo para vosotros y para vuestros hermanos. En estos instantes en que pedís y en que tenéis la fe de que soy Yo el que está presente, guardad silencio, para que penetréis en comunión Conmigo.
Escucho a los espíritus, llego a los corazones, os hablo de Espíritu a espíritu. Aparto de vuestro corazón todos los dolores, todas las angustias, tristezas y sinsabores. No hay un solo corazón al que no haya visitado, no hay un solo pensamiento al que no haya iluminado, no hay un solo dolor del que no haya librado a mis hijos.
Es menester que desde un principio meditéis en los mensajes que vuestra oración recoja, para que lleguéis a conocer verdaderamente los que recibáis de vuestro Padre y nunca los confundáis con aquellas voces, ideas, pensamientos y hasta revelaciones de vuestro espíritu confundido. Sólo en el silencio y en la meditación podréis distinguir el camino por el cual llegue a vosotros cada mensaje.
44 Así quiero que oréis, así quiero que lleguéis siempre a recibirme.
Las Lecciones de la Vida
El destino tiene la piedad que Dios ha puesto en él, el destino de los hombres está lleno de la bondad divina.
Vosotros no encontráis muchas veces esa bondad porque no la sabéis buscar.
Si dentro del destino marcado por Mí a cada espíritu, vosotros trazáis un camino duro y amargo, Yo trato de endulzarlo, mas nunca de aumentar su amargura.
En el mundo los hombres se necesitan los unos a los otros, ninguno está de más y ninguno está de menos. Todas las vidas son necesarias las unas a las otras para el complemento y la armonía de su existencia.
Los pobres necesitan de los ricos y éstos de aquéllos. Los malos necesitan de los buenos y éstos de los primeros. Los ignorantes necesitan de los sabios y los que saben, de los que ignoran. Los pequeños necesitan de los mayores y éstos a su vez necesitan de los niños.
En este mundo, cada uno de vosotros está colocado por la sabiduría de Dios en su sitio y cerca de quien debe estar. A cada hombre le es asignado el círculo donde debe habitar, en el cual hay espíritus encarnados y desencarnados con los que debe convivir.
Así, cada quien en su camino, todos váis encontrando a los que os han de enseñar el amor que os eleva, otros, recibiréis el dolor que os purifica. Unos os harán sufrir porque así lo necesitáis, mientras otros os darán su amor para compensar vuestras amarguras, pero todos tienen un mensaje para vosotros, una enseñanza que debéis comprender y aprovechar.
Vuelvo a deciros que a pesar de encontraros ante mi Enseñanza, no habéis reconocido el mensaje que cada ser os brinda.
Buscad en cada uno de vuestros hermanos la parte buena que os presenta, para que aprendáis de él, así como la parte mala para que le ayudéis a elevarse y de esa manera iréis por el camino, ayudándoos los unos a los otros.
Detened vuestro paso y meditad, porque habéis dejado pasar a muchos que pudieron haceros bien. No dejéis pasar esas oportunidades, porque son lecciones que váis desaprovechando.
Cada ser humano es una lección, una esperanza de amor o desamor que al fin os da su verdad dulce o amarga; y así iréis de lección en lección, a veces aprendiendo y a veces enseñando, porque también debéis entregar a vuestros hermanos el mensaje que hayáis traído a la Tierra.
En verdad os digo que si esta humanidad entendiese estas enseñanzas, no lloraría tanto en la Tierra.
No olvidéis que todo espíritu encarnado o desencarnado que cruce en vuestra vida en alguna forma, viene a ayudaros en vuestro destino.
¡Cuántos espíritus de luz os he enviado al mundo y no os habéis detenido para bendecir mi amor por vosotros!
¡Muchos espíritus que os he enviado, les habéis desperdiciado sin daros cuenta de que ellos formaban parte de vuestro detino, pero que al no saber recibirlos, os quedásteis con las manos vacías y tuvísteis después que llorar!
Vuestro destino, humanidad, es armonizar con todo lo creado. Esa armonía de que os hablo, es la más grande de todas las leyes, porque en ella encontráis la comunicación perfecta con Dios y con sus obras.
Estudiad a los espíritus que os rodean y a los que cruzan por vuestras vidas, a fin de que estiméis sus virtudes, recibáis el mensaje que os traigan o les entreguéis lo que de vosotros deben recibir.
Cuando ya estéis bien preparados, lucharéis no sólo por vosotros sino por ayudar a vuestros hermanos a transitar en este camino, porque no podéis alcanzar la salvación tan solo para vosotros mismos, sino que debéis luchar para lograr la salvación de la Humanidad.
Los hombres exclaman: Si hay un Dios de misericordia y de amor, ¿por qué entonces tienen que sufrir los buenos por los malos, los rectos por los pecadores? En verdad os digo, mis hijos: Cada hombre viene a este mundo no sólo para alcanzar la salvación de sí mismo, no es un individuo aislado, sino que forma parte de un todo.
¿Acaso en un cuerpo humano, un órgano sano y perfecto no sufre cuando los demás órganos están enfermos? Esta es una comparación material para que comprendáis la relación que tiene cada uno de los hombres con los demás. Deben sufrir los buenos por los malos, pero los buenos no son completamente inocentes, si ellos no luchan por el adelanto espiritual de sus hermanos. Mas como individuos cada uno tiene su propia responsabilidad, y al ser parte de mi Espíritu y semejante a Él, posee voluntad e inteligencia para ayudar al progreso de todos.
Desde el Primer Tiempo os he hablado a través de mis profetas para guiaros, mas no para obligaros a cumplir mi Ley. Pero el tiempo ha pasado y el espíritu humano ha evolucionado, ha llegado a la madurez y ya puede comprender su misión como espíritu. La Humanidad, que se encuentra tan cerca del abismo, de la perdición, necesita la ayuda espiritual de vosotros.
La Lucha Final Contra la Tiniebla
¡Alerta, oh mi pueblo! Todos los espíritus en tinieblas están uniéndose, y todos los espíritus de luz tienen que hacer frente a ese poder.
Esa lucha, la última lucha, es la más terrible y más tremenda entre la oscuridad y la luz.
Más allá de vuestra vida humana existe un mundo de espíritus, hermanos vuestros, seres invisibles para el hombre, que luchan entre sí por conquistaros.
Aquella lucha entre ellos proviene de la diferencia de evolución en que unos y otros se encuentran. Mientras los seres de luz elevados por el ideal de amor, de la armonía, de la paz y el perfeccionamiento van regando de luz el camino de la humanidad, inspirándole siempre el bien y revelándole todo aquello que sea para bien de los hombres, los seres en tiniebla que aún que no han logrado despojarse de su egoísmo y de su amor al mundo o que alimentan por tiempo indefinido tendencias e inclinaciones humanas, son quienes siembran de confusiones el camino de la humanidad, ofuscando las mentes, cegando los corazones, esclavizando las voluntades para servirse de los seres humanos, convirtiéndoles en instrumentos para sus planes, o tomándoles como si fuesen sus propios cuerpos.
La mayoría de los hombres luchan entre las dos influencias, sin decidirse por una, sin entregarse totalmente al materialismo, pero sin esforzarse por librarse de él para espiritualizar su vida; es decir, para elevarla por el bien, por el saber y la fuerza espiritual. Estos están en plena lucha interior.
Los que se han entregado íntegros al materialismo, sin preocuparles más la voz de la conciencia y desentendiéndose de todo cuanto se refiere a su espíritu, ya no luchan, han sido derrotados en el combate. Creen haber triunfado, creen ser libres, y no se dan cuenta de que estan prisioneros y que será menester que las legiones de la luz vengan a las tinieblas, para que ellos sean puestos en libertad.
Vosotros que me habéis escuchado, que lleváis la luz del Espíritu Santo ¡despertad!, ya no perdáis el tiempo en placeres materiales, en ambiciones temporales. Luchad por la Humanidad, luchad para que venga el Reino del Padre a este mundo: es la misión que doy desde al más humilde hasta el más preparado. El Mundo Espiritual está con vosotros y sobre todos, el Padre lleno de amor, lleno de misericordia, el Padre que con infinito dolor ve el sufrimiento que los mismos hombres están causándose los unos a los otros.
Esa es la lucha de la luz contra la tiniebla, y cada uno de vosotros tiene que luchar hasta alcanzar la victoria. Orad, mis hijos, con toda sinceridad seguid el camino que el Padre os ha indicado al hablaros de la oración en esta alba. Esta es vuestra misión, así alcanzaréis la espiritualidad para vosotros y la salvación para aquellos por los que estéis orando.
Este es un tiempo propicio para que seáis caritativos, por lo tanto, orad, pedid y trabajad, los campos son fértiles y os esperan.
Pedid la paz para las naciones, atraedla con vuestras oraciones; enviad bálsamo a través de vuestros pensamientos y transmitid luz al entendimiento de vuestros hermanos. De cierto os digo que vuestras peticiones jamás dejarán de ser escuchadas y atendidas por vuestro Padre.
¡Mi Paz sea con vosotros!