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La Creación – Explicación del Mundo Espiritual de Luz

Este artículo pertenece al tema de La Creación. Parte 6 de 6

Por la enseñanza del Maestro sabéis que antes de comenzar los tiempos, antes de que el Universo material existiera, los seres que habían brotado del seno de Dios circundaban al Padre en el Más Allá.

Muchos de esos espíritus, deslumbrados por las bellezas que el Señor puso en ellos, se dejaron dominar por la soberbia y el Señor, al contemplarlos débiles y escasos de elevación, en Su infinito amor hacia esas criaturas, creoles un Universo material donde aquellos hijos tuviesen la oportunidad, restituyendo y reconociendo sus faltas, de retornar limpios al seno de Dios.

He aquí el porqué de la creación del hombre.

Así, estos espíritus encarnaron en la Tierra y se deleitaron con toda la gracia y la belleza de la Naturaleza material.

Esta morada en que vivís, fue creada por nuestro Padre para dotar al hombre de un hogar y de todo lo necesario para la evolución y perfeccionamiento de su espíritu.

Se os ha dicho que la formación de los mundos y de todas las maravillas de la Creación, se desarrolló en siete grandes etapas, simbolizadas por siete días.

Esto, hermanos míos, es solamente una expresión, una metáfora para que comprendáis que lo que a vosotros os parece una eternidad, es tan sólo un instante para el Espíritu divino.

Todo estaba dispuesto y ordenado en una forma perfecta.

El hombre, dotado en su espíritu de inteligencia y voluntad, comenzó a dar sus primeros pasos en el camino de evolución, para alcanzar por esfuerzo propio su desenvolvimiento y elevación. En esta forma estaría capacitado para conocer y amar a su Señor, y retornar a Él con los méritos necesarios, después de una vida de lucha, para llamarse dignamente hijo de Dios, pues no es lo mismo un espíritu puro que un espíritu evolucionado.

Para el logro de esos fines divinos, dotó el Padre a la Creación material del hálito de vida, de ese impulso vital que llamáis alma.

El alma, hermanos míos, así como el espíritu y toda criatura en sus diferentes escalidades, precisa también de evolución para que, al final de los tiempos, el hombre pueda reinar plenamente sobre todo lo que el Padre ha creado para su beneficio y cumpla en esa forma sus mandatos divinos.

De ese hálito de vida que vibra en toda la Creación, formó Dios el alma humana.

Mas no confundáis al espíritu con el alma: el espíritu es esencia y el alma es sustancia.
El espíritu es parte del mismo Padre.

El alma es el elemento sutil por medio del cual el espíritu se manifiesta en el universo material.

Aun siendo tan etérea y diáfana el alma, ¿creéis que existía antes de la Creación material? No, hermanos. Es el espíritu el que ha existido desde antes de que fueran los mundos materiales y no necesita de más sustancia que el amor divino de donde brotó.

Y para que los hijos de Dios supieran valorizar sus propias obras, les concedió la conciencia, una chispa de Su Espíritu divino, que como guía y consejera les dictara lo que conviniese a su estado de desarrollo constante y en esa forma los encauzara al bien y les hiciera rechazar el mal.

El hombre, a través de los tiempos, ha tratado erróneamente de personificar al mal y lo ha designado con diferentes nombres, lo cual ha dado origen a mitos y cultos supersticiosos, que no están de acuerdo con la evolución espiritual que habéis alcanzado.

Vosotros sabéis, por la palabra del Padre, que no existe ningún ser creado por Dios cuya misión sea la de hacer el mal.

Así veréis, mis hermanos, que el Padre Creador dotó a Sus hijos de todo lo necesario para conocerlo, comprenderlo y amarlo, y en todo momento los iluminaba e instruía, para que estuvieran cerca de Él y no se sintieran extraños y ausentes, sino cercanos y amados con infinita ternura por su Señor.

En la parábola del Paraíso se os habla del fruto prohibido de la ciencia del mal, que el hombre nunca debió haber probado; de la serpiente, que es el símbolo de la tentación y de las bajas inclinaciones de la carne; y en esa parábola se os relata cómo la tentación se presentó con ese mal fruto ante el hombre, y éste, al probarlo, perdió ese paraíso que el Padre le había entregado para su recreo y evolución.

Sabéis, por las enseñanzas de este Tiempo, que «la carne reveló al hombre los secretos de la vida humana y el espíritu reveló a la carne la existencia del Padre Creador». Así principió el desarrollo y evolución del hombre.

Y para que aquellas criaturas, que vivían en un estado de inocencia, pudieran amar y comprender al Padre en toda Su grandeza, les permitió, en Su infinita sabiduría, que renunciaran por su libre albedrío a una vida de contemplación y de paz y principiara para ellos un mundo de lucha y de trabajo, pero al mismo tiempo de evolución y méritos.

En ésto podréis comprender que «el verdadero Paraíso no estaba fuera de aquellas criaturas, sino dentro de ellas mismas».

También debéis recordar, que la primitiva ley dada a Adán y Eva para la propagación de la especie humana fue: «Creced y multiplicaos y henchid la Tierra», y en el cumplimiento de ese mandato, no había maldad ni pecado. Ahora el Divino Maestro os ha dicho que debéis crecer en sabiduría y multiplicaros en obras de amor y caridad.

Y de la simiente de Adán y Eva brotaron Caín y Abel, simbolizando los dos caminos que desde el principio encontrara el espíritu: el camino del bien y el camino del mal.

El camino del bien, donde existen las virtudes, fue trazado por al amor de Dios y es simbolizado por Abel; el camino del mal, representado por Caín, es aquel que hacen los hombres al convertir las virtudes en pecado.

temas extraídos de las comunicaciones divinas de El Tercer Testamento